El alcalde de Sevilla se prepara para anunciar tras Semana Santa su candidatura a suceder a Susana Díaz
Ni María Jesús Montero, ni Carmen Calvo, ni Felipe Sicilia… Ni ningún otro de los nombres que aparecían más o menos interesadamente en las quinielas de los cenáculos socialistas. El PSOE andaluz pide cambio. Era un clamor. Pero el relevo no debía ni impulsarse desde Madrid. Ni encabezarlo alguien impuesto por Ferraz. Ni tampoco fracturar a las federaciones que mayoritariamente anhelaban pasar cuanto antes la página de un “susanismo” caduco.
Ya hay consenso entre los críticos y también alguien dispuesto a dar el paso para erigirse en nuevo líder del socialismo andaluz. Con permiso, claro, de la militancia y de unas primarias que, salvo adelanto electoral en Andalucía, no se celebrarán hasta final de año. Aun así, el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, está decidido y listo para irrumpir en la carrera por la sucesión de Díaz. Y se prepara para anunciarlo después de Semana Santa, según confirman quienes le ayudan estos días a construir su relato y un proyecto de partido que permita al socialismo andaluz recuperar el poder institucional perdido, además de contribuir a ensanchar una nueva victoria electoral de Sánchez en las próximas generales.
Espadas cuenta con la bendición de Madrid porque se trata de una candidatura impulsada por el socialismo andaluz. Porque es un nombre propio lo suficientemente conocido como para no tener que pasar por un proceso de aterrizaje. Porque es alguien testado ya en las urnas. Porque tiene un perfil moderado y transversal. Y por su acreditada disposición al diálogo y el acuerdo con otros partidos, a la izquierda y a la derecha del PSOE.
Empieza así la cuenta atrás de un ciclo político liderado por Díaz que muchos creyeron finiquitado incluso antes de que la secretaria general saliese de la Junta de Andalucía. Concretamente, desde que perdió, aun con el respaldo de notables y cuadros del partido, las primarias para liderar el PSOE federal frente a un Sánchez al que impulsó a la secretaría general con el mismo entusiasmo que luego le puso para forzar su dimisión. Jamás hubo una exhibición más obscena de acumulación de poder orgánico como el que mostró Díaz en aquellos tiempos y jamás hubo después una humillación mayor para quien se creyó todopoderosa e infalible.
Por activa y pasiva, el socialismo andaluz había hecho saber a la dirección regional la necesidad de abrir un nuevo tiempo que pusiera fin al desfasado proyecto orgánico y político de Susana Díaz. Todos los intentos fueron baldíos. También las sucesivas salidas que Pedro Sánchez mostró a la secretaria general del PSOE–A para facilitar un relevo pacífico: un hueco en la lista al Parlamento Europeo, la presidencia del Senado y hasta un ministerio en el Gobierno de España, como se le llegó a ofrecer hace pocas semanas. Nada ha disuadido a la de Triana de seguir al frente del socialismo andaluz y así lo ha transmitido en público y en privado.
Ferraz ha enviado también mensajes a su cada vez más reducido círculo de irreductibles para que trataran de convencer a la otrora todopoderosa secretaria general, y nada. Pero Andalucía es un motor electoral imprescindible para que el PSOE recupere un porcentaje de voto en generales por encima del 30%, y Sánchez no está dispuesto a jugársela en las urnas con un proyecto “gripado” en el que fue principal feudo del socialismo español. Lejos de dar un paso atrás y aun sabiendo de su pérdida de influencia mediático–política, Díaz ha dedicado los últimos meses a incrementar de forma desatada su agenda orgánica hasta el punto de visitar hasta cinco localidades andaluzas en un solo día.
Ni el peor de los escenarios estudiados por quienes arropan la próxima candidatura de Espadas –y se han dibujado hasta cuatro– arroja una victoria siquiera pírrica para la actual secretaria general que, de llegar a unas primarias, podría sufrir una nueva y definitiva derrota que ya la apartaría para siempre de la política.
Díaz ha jugado a alargar los tiempos, incluso a creer que un escenario de posible anticipo electoral en Andalucía favorecería su candidatura a la Junta por la vía rápida, como ha ocurrido en Madrid con Ángel Gabilondo. No está en el horizonte de Juan Manuel Moreno el adelanto, pero si lo estuviera, los plazos permitirían la celebración de primarias en el PSOE para elegir candidato, y mucho más con un aspirante oficial ya en liza como Juan Espadas a la vuelta de la Semana Santa.
La del alcalde de Sevilla, explican desde el PSOE–A, no es una candidatura improvisada, sino “el trabajo concienzudo de muchos meses en las ocho provincias andaluzas –también en Sevilla, la federación en la que milita Díaz– y en las ciudades intermedias, donde el poder orgánico está más movilizado que nunca”, esta vez contra una Díaz que, en opinión de algunos críticos, “no tendrá más remedio que retirarse de la carrera cuando eche números y compruebe que ya no suma, ni moviliza, ni atemoriza como antaño”.
Con el actual clima de inestabilidad política tras la onda expansiva de la moción de censura en Murcia, quiere tener a punto la maquinaria orgánica, y Andalucía no es cualquier territorio, por lo que a la dirección federal también le urge resolver el liderazgo del socialismo andaluz cuanto antes. De ahí el reciente almuerzo del alcalde de Sevilla con el secretario de Organización, José Luis Ábalos, y su números dos, Santos Cerdán, en Madrid desvelado por El Confidencial, y al que se sumó Pedro Sánchez para conocer de primera mano la disposición de Espadas a disputar el liderato andaluz. El alcalde dijo sí y se precipita el game over para Díaz.
Cuentan en Sevilla que, ironías de la política, fue Díaz quien se empeñó en su día en que Espadas fuera candidato a la alcaldía de la capital hispalense para que no lo fuera entonces Alfonso Rodríguez Gómez de Célis, el más crítico entre los críticos de la expresidenta, que era entonces el número dos de Alfredo Sánchez Monteseirín.
La partida ha empezado ya.
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