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Qué ocurre cuando el periódico más influyente del planeta te aplica el tercer grado

Página interior del reportaje del NYT sobre el impacto de la crisis en España.

Iñigo Sáenz de Ugarte

2 de octubre de 2012 17:09 h

Jóvenes que buscan entre los contenedores para encontrar algo que comer. Un reportaje fotográfico con imágenes en blanco y negro. Depósitos que huyen de los bancos. La cuantiosa fortuna de un rey y sus problemas para asegurar el futuro de la monarquía. Todos esos temas y algunos más sobre la crisis española han aparecido en las últimas ediciones de The New York Times, incluidas sus portadas. En un país como el nuestro en el que los artículos aparecidos en medios extranjeros se reseñan con frecuencia si tocan aspectos de la realidad de España, a veces con indisimulado orgullo, este estrecho marcaje del diario es de los que dejan huella.

¿Sobrevivirá la denominada Marca España, o lo que quede de ella, al análisis crítico del NYT?

La cobertura coincidió con la visita del rey a Nueva York, donde se reunió con el consejo editorial del diario, entre los que estaba el editor y la directora. La intención, según la Casa Real, era vender la imagen de España: “El portavoz de Zarzuela enmarcó el encuentro en los contactos que está manteniendo el Rey para promover la ”Marca España“ durante su visita a Nueva York”, informó la agencia Efe.

Un día después, apareció un reportaje protagonizado por los españoles más castigados por la crisis. Destacaba especialmente la palabra “hambre”. Comenzaba con la historia de una joven no precisamente vestida como una mendiga que en Vallecas conseguía recoger una docena de patatas en mal estado en las cajas depositadas como desperdicio por una tienda de alimentación al final de la jornada. La chica, de 33 años, era un ejemplo de las personas en desempleo a las que se les ha acabado el subsidio.

El reportaje fotográfico era obra del español Samuel Aranda, que recibió un premio World Press Photo. El blanco y negro acentuaba el dramatismo.

Una historia real

La coincidencia con la visita del rey era sólo eso, una coincidencia. En un periódico como el NYT, la sección de opinión y el periódico caminan por sendas paralelas. La directora no iba a poner fin a esta cobertura sólo por la visita del monarca. Tampoco impidió que apareciera unos días más tarde otro artículo sobre las dificultades del invitado para mantener el apoyo popular a la Casa Real. Apareció en portada (sin foto) en el NYT y con una gran imagen de Juan Carlos de Borbón en la primera página del International Herald Tribune. Ahí estaba todo: Urdangarin, el accidente de Botsuana, la fortuna personal del rey y hasta Corinna zu Sayn-Wittgenstein por su supuesta relación sentimental con el rey.

Sobre esto último aparecía un dato desconocido para los españoles. La princesa alemana decía que acompañaba al rey en sus viajes por su trabajo como “consejera estratégica del Gobierno español a través de su empresa Apollonia Associates, que asesora sobre acuerdos comercios de alto nivel en Oriente Medio”. Toda una sorpresa.

Ya antes de este artículo, el ABC cargó contra el periódico norteamericano. Al igual que ha hecho antes La Razón, el diario conservador denunció “una campaña de la prensa anglosajona contra España”, un detalle que no sacó a colación cuando la prensa extranjera dejaba claro el negro futuro que esperaba a la economía española en el último año del Gobierno de Zapatero.

El reportaje sobre el hambre era “apocalíptico”, las imágenes “rebuscadas”. La vendeta particular del diario en su web consistía en ofrecer tres fotos de hambre y marginación social en California. Como si el diario norteamericano nunca hubiera informado sobre la pobreza en EEUU.

Un millón de personas atendidas por Cáritas

Cáritas atendió a 1.015.276 personas en 2011. Sólo ese dato justifica que un medio de comunicación se ocupe de este drama. Pero no para ABC, que piensa que estamos ante una confirmación de que “progresismo y sensacionalismo pueden resultar compatibles”.

Había hecho daño la relación entre hambre y austeridad.

Curiosamente, hay un ejemplo que se repite en muchas críticas a ese reportaje y sus fotos: imágenes parecidas podrían encontrarse en Nueva York y otras ciudades norteamericanas. Obviamente. Es difícil saber por qué eso debería impedir que el NYT hable de la pobreza en otros países del mundo.

La directora de la edición española de la revista Foreign Policy se unió al punto de vista de ABC en su denuncia del reportaje fotográfico: “Desde el punto de vista del contenido, pura manipulación. No porque no sea cierto, lamentablemente, que la pobreza está aumentando en España a un ritmo alarmante, sino porque ha optado por plasmar la realidad del país con algunos de los estereotipos que poblaban nuestra tierra hace cuatrocientos años”, ha escrito Cristina Manzano. Por 400 años, se refiere a los cuadros de Velázquez y su capacidad para retratar “el alma de la decadencia española”.

Por alguna razón, el hambre del siglo XXI debería contar con un aire de modernidad que no puede encontrarse en las fotos de Aranda. Quizá si las fotos hubieran sido hechas en color, no habría recibido tantas críticas.

Javier Valenzuela niega en El País que haya una conspiración exterior. Los que dicen que los extranjeros nos miran mal y nos tienen envidia son los del “clásico carpetovetónico”: “Somos noticia por cosas penosas que están emergiendo aquí, y no hay razones para rasgarse las vestiduras. No estamos ante una nueva Leyenda Negra orquestada por una conjura infame. En absoluto. La hispanofilia es mayoritaria en Francia y tantísimos otros países”.

Miedo al contagio

Hay también razones internas que justifican el elevado interés del NYT en España. Muchos análisis indican que sólo un agravamiento repentino de la crisis permanente de Europa pondría realmente en peligro la reeleción de Barack Obama. Y eso sólo puede producirse por dos razones: la salida traumática de Grecia de la eurozona y el hecho de que España o Italia, o ambas, necesiten una inyección de fondos gigantesca superior a los recursos financieros disponibles en estos momentos en la UE.

Lo que resulta indudable es que el Gobierno de Rajoy no encontrará mucha comprensión en los editoriales del NYT, que cree que las políticas de austeridad impuestas por Alemania y la UE sólo contribuyen a agravar el problema. Un editorial publicado el lunes dice que “el recorte en los servicios públicos, la congelación salarial y los aumentos de impuestos anunciados por Rajoy contribuirán seguramente a empeorar la situación política y económica”.

La imagen de España en EEUU vale dinero en forma de exportaciones a la sociedad de mayor poder adquisitivo del planeta. La reputación de un país siempre es importante, aunque las empresas españolas que se han abierto camino en ese mercado lo han conseguido fundamentalmente gracias a la calidad de sus productos o servicios.

No es necesario que un diario concreto refleje una realidad negra de España para que se hable de ello en el extranjero. Lo han hecho en los últimos dos años todos los periódicos del mundo que dedican un amplio espacio a la crisis de la eurozona. Hace sólo unos días, un periodista que vive en España desde hace 14 años, John Carlin, publicó un desolador análisis sobre cómo el nepotismo expulsa del país a los jóvenes que carecen de contactos familiares, en definitiva, de enchufes. A veces, no sólo se refieren a la coyuntura económica, sino también a razones más profundas.

En realidad, casi se podría decir que el NYT llega un poco tarde a la cobertura intensa de la crisis. La prensa internacional lleva mucho tiempo con los titulares pesimistas sobre España. Lo que sí se les puede reprochar es la falta de originalidad en los titulares. No importa cuántas veces se haya repetido la idea. Siempre hay alguien que está convencido de que el mejor titular posible es “The pain in Spain”.

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