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España estrena a hurtadillas las aduanas de Ceuta y Melilla exportando a Marruecos “productos de higiene personal” y “aluminio”

Gonzalo Testa

28 de enero de 2023 22:31 h

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La puesta en funcionamiento de una aduana comercial en la frontera de Ceuta, que nunca la había tenido, y la reapertura de la de Melilla, cerrada unilateralmente por Marruecos en 2018, fue uno de los grandes logros que Pedro Sánchez extrajo en abril del año pasado de la reunión con el rey Mohamed VI en la que pactó la reconciliación de los dos países. 

Su materialización, anhelada durante meses, se ha convertido este viernes en una “prueba piloto” organizada y desarrollada a espaldas de los medios, que no fueron convocados para cubrir la que se esperaba como una de las noticias del año en las dos ciudades autónomas, pero también del conjunto de los empresarios y del resto de la ciudadanía.

Las delegaciones del Gobierno en las dos localidades españolas norteafricanas no confirmaron hasta cuando ya había caído el sol que todo había sido un “éxito”: a las 13.00 horas un transportista melillense hizo llegar al país vecino por Beni Enzar “una carga de aluminio” y alrededor de las 12.30 una furgoneta de 'Almacenes Bentolila' hizo lo propio por la frontera del Tarajal con “productos de higiene personal”.

El Ministerio de Asuntos Exteriores enfatizó especialmente la importancia de la expedición comercial de la empresa del presidente de la Comunidad Israelita de Ceuta, ya que Rabat jamás había aceptado el trasiego ordinario de mercancías por el Tarajal como si cualquier otra frontera entre dos países se tratase, otra forma de cuestionar la soberanía de la ciudad de la que habría abdicado tras conseguir el viraje de Madrid sobre el Sahara Occidental.

“En el caso de Ceuta”, resaltó el departamento que dirige José Manuel Albares en una nota a los medios, “esta apertura representa algo inédito hasta la fecha que supone un hito en la relación entre los dos países”. “Con la prueba de intercambio comercial a través de ambas aduanas se cumple un hito importante de la hoja de ruta que España y Marruecos sellaron el 7 de abril”, valoró. 

Tanto la Delegación del Gobierno en Ceuta como Aduanas han evitado durante las últimas semanas, conforme se iba agotando el plazo que se había dado Albares para abrir las relaciones comerciales con Rabat por las ciudades autónomas (“en enero”, repitió infinidad de veces), dar ningún detalle sobre qué, cuándo y cómo se podría comerciar por el Tarajal.

“Lo de hoy ha sido atrezo, otra forma de ocultar la realidad”, advierte un empresario caballa muy vinculado al país vecino, donde el silencio sobre las aduanas de Beni Enzar en Ceuta es todavía más sepulcral, según lamentan los periodistas de Marruecos.

Fuentes gubernamentales han deslizado desde hace meses de que la aduana comercial del Tarajal tendrá un formato “regional” y que ni pretenderá ni conseguirá alcanzar un tamaño que la haga competir ni de lejos con los intercambios entre Algeciras y Tánger-Med, por ejemplo, sino un canal formal para traer a Ceuta sobre todo productos frescos como pescado, fruta y verdura (mucho más baratos) en camiones con hasta 3.500 kilos de capacidad de carga y mandar a Marruecos algunas mercancías todavía no concretadas (en ningún caso comida, por ejemplo).

El portavoz del Gobierno de Ceuta, Alberto Gaitán (PP), ha insistido este viernes en que para el ejecutivo de Juan Vivas dos son las prioridades en la frontera: que se siga exigiendo visado a todos los marroquíes, como desde mayo del año pasado (hasta el cierre pandémico del paso en marzo de 2020 a la ciudad podían acceder todos los vecinos de la provincia de Tetuán, más de un millón, solo con su pasaporte); y que se ponga en funcionamiento una aduana comercial “ordinaria” que dé nuevas posibilidades de desarrollo al escuálido sector productivo local.

Asuntos Exteriores ha pedido tiempo: “Esta ha sido una primera expedición comercial que, a modo experimental, nos permitirá comprobar sobre el terreno la capacidad de respuesta de los dos países y que permitirá adaptar, de manera paulatina y gradual, una nueva normalidad que España y Marruecos desean alcanzar cuanto antes”.

“La Reunión de Alto Nivel (RAN) que se celebrará en Rabat los días 1 y 2 de febrero será el momento para llevar los resultados de esta prueba piloto, a partir de la que se diseñará un calendario que permita el comercio entre los dos países con todas las garantías”, ha añadido. 

Aduanas tampoco se ha dado demasiada prisa en materia de infraestructuras. En la frontera del Tarajal solamente ha colocado un contenedor poco más grande que un utilitario pintado de azul a modo de oficina de control. Antes de 2026 se invertirán 390.000 euros para habilitar unas dependencias de 300 metros cuadrados, según el Plan Integral de Desarrollo Socioeconómico de Ceuta presentado por la ministra de Política Territorial en octubre. En la ciudad hermana se proyecta una actuación exactamente igual.

La patronal melillense calcula que el cierre de la aduana de Beni Enzar en 2018 ha hecho perder más de medio millar de autónomos y 14 millones de recaudación a la Ciudad Autónoma a través del IPSI (el impuesto indirecto local que sustituye al IVA con tipos reducidos). La ceutí ha asistido desde el más absoluto “desconocimiento” a la primera expedición comercial, que desde el excepticismo se confía en que de forma “gradual y progresiva” termine en la configuración de un sistema “exactamente igual al de cualquier otra frontera internacional”.

Marruecos y España sí han conseguido erradicar el comercio transfronterizo que proyectaba al mundo una imagen tercermundista de las dos ciudades autónomas y sus fronteras, atestadas de miles de mujeres aplastadas por los bultos que cargaban sobre sus espaldas hacia el Reino alauita. Era el eufemísticamente denominado “comercio transfronterizo” que el país vecino consintió durante décadas a costa de perder millones de ingresos en gravámenes aduaneros como el precio a pagar por la paz social y una suerte de salida de supervivencia para miles de familias sin formación residentes alrededor de Ceuta y Melilla.

Su apuesta por el desarrollo endógeno de las regiones de Tetuán y Nador, interpretada durante la crisis bilateral como otra forma de “asfixiar económicamente” a las ciudades autónomas, convirtió ese “contrabando” en inaceptable y la pandemia terminó por exterminarlo. Las aduanas comerciales se han presentado como una forma de sustituir y legalizar el trasiego de determinados productos y en ambos lados de la frontera se requisan a diario multitud de productos (sobre todo ropa y comida) que los agentes entienden que no pasan la interpretación más estricta del “régimen de viajeros”.