La espantada del “PP blando”: la deriva derechista de Casado fuerza la salida de los dirigentes más moderados
En un incesante goteo desde que Pablo Casado ganó las primarias de julio de 2018, a medida que el sector aznarista del Partido Popular –el más conservador– ha ido copando protagonismo y responsabilidades en la formación mientras su líder trataba de girar a la derecha para competir con Vox, los dirigentes más moderados han ido poco a poco perdiendo peso. La mayoría han sido cesados en sus puestos por parte de la cúpula de Génova 13 o directamente han dejado el PP y la política al sentirse incómodos con el discurso y la estrategia de su máximo responsable.
El último caso es el de Borja Sémper, uno de los dirigentes más críticos con la deriva derechista de Casado, que en los últimos meses había protagonizado sonados enfrentamientos con la dirección del PP y, especialmente, con su portavoz en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo. Este martes, el dirigente vasco anunciaba su retirada de la vida pública para ejercer como director de Relaciones Institucionales de la consultora EY. Y en su última rueda de prensa como líder del PP de Gipuzkoa rechazaba “la política de trinchera y el enfrentamiento gratuito”, que es la que está llevando a cabo la dirección popular, de nuevo, desde el 10N.
La renuncia del hasta ahora portavoz del PP tanto en el Parlamento Vasco como en el Ayuntamiento de San Sebastián se producía apenas 24 horas después de la Junta Directiva Nacional del partido –máximo órgano entre congresos– en la que, pese a las llamadas a la moderación de sus barones, Casado reafirmó su apuesta por una durísima línea de oposición que le llevó a insultar a Pedro Sánchez durante el pleno de investidura: le llamó “sociópata”, “mentira andante” o “presidente fake”.
En su comparecencia posterior ante la prensa, el líder del PP trató de acallar las críticas internas a su gestión asegurando que “no hay un Partido Popular duro ni un Partido Popular blando. Hay un único Partido Popular”.
“Cuidar el fondo y la forma”
En un claro mensaje a la dirección de su partido, Sémper aseguraba en su despedida que “se pueden tener ideas firmes y respetar al adversario. Es más, aunque hoy no lo parezca, es la forma más eficaz de defender las ideas propias, cuidar el fondo y cuidar la forma”. El dirigente popular reconocía además que no se sentía cómodo en el panorama actual: “El clima político en general que hay no es el clima en el que a mí me gustaría que estuviera la política”.
Su salida se producía apenas un día después de que también anunciaran su dimisión de sus cargos en el partido y en la política –dejarán sus escaños en el Congreso y el Senado, respectivamente– dos exministros de Mariano Rajoy, Isabel García Tejerina y Rafael Catalá. Eran los dos únicos dirigentes del anterior Ejecutivo del PP que quedaban en la cúpula de los populares.
Los últimos movimientos realizados por Casado en su dirección este verano acababan por profundizar la brecha interna que nunca terminó de cicatrizarse tras las primarias. El líder del PP situó entonces a los afines a sus grandes rivales del proceso interno, Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal –ambas alejadas de la política–, al margen de los órganos de decisión del partido y están fuera de juego.
Hasta esta semana, las únicas dirigentes que no apoyaron a Casado en el proceso interno y que se mantenían en la cúpula popular eran Tejerina –escudera de Cospedal en las primarias, que dejó el lunes la política– y la vicesecretaria de Política Social, Cuca Gamarra, que en el XIX Congreso hizo campaña por Sáenz de Santamaría. El resto de cargos son fieles al líder del PP desde las primarias. Y los dirigentes más moderados como José Luis Ayllón, Celia Villalobos o Borja Sémper, entre otros, están fuera del partido.
Los barones, único contrapeso
Ahora el único contrapeso que existe en las filas populares a la deriva derechista de Casado es el que ejercen barones autonómicos como el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, forzado a mantener un perfil más moderado ante las elecciones autonómicas a las que se someterá este año y en las que intentará revalidar su mayoría absoluta en plena división de la derecha en tres; el vasco Alfonso Alonso, muy crítico también con los acercamientos a Vox de la dirección estatal que podrían perjudicarlo en las elecciones vascas previstas también para este año; o el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, que gobierna gracias a Ciudadanos y Vox por lo que intenta moderar sus críticas a la estrategia del líder del PP.
El giro a la derecha que emprendió Casado nada más lograr la presidencia y que algunos de los dirigentes autonómicos de más peso vieron con recelo por el nulo resultado en las urnas –el PP obtuvo el peor resultado de su historia en las generales del 28A (66 escaños) y el segundo dato más bajo el 10N (subió a 89)– se trató de maquillar con un viraje al centro en la campaña de las últimas generales. Pero una vez se constató que el PP seguiría en la oposición, Casado anunció una labor sin tregua contra la izquierda, utilizando cualquier recurso en su mano, desde la judicialización de la política hasta las protestas en las calles, contemplando el insulto y la descalificación.
Triunfo del aznarismo
En ese nuevo giro hacia las tesis más conservadores el líder de los populares ha dado un papel protagonista a la polémica Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz en el Congreso. Justo después de las elecciones autonómicas y municipales del 26M en las que el PP encajó otra derrota –si bien pudo conservar algunos de sus gobiernos autonómicos y municipales gracias a los acuerdos con Ciudadanos y Vox– Feijóo, Moreno Bonilla y Alonso trataron de frenar la elección de la experiodista, enfrentada ahora también internamente con el secretario general del partido, Teodoro García Egea.
No lo consiguieron y Casado refrendó su confianza en Álvarez de Toledo, máxima representante del aznarismo, tras el 10N. El expresidente Aznar no solo se ha convertido en uno de los principales asesores de la dirección popular, tras volver a pisar la sede nacional del PP de la calle Génova de Madrid en julio de 2018, después de lustros desmarcado del partido. Suya es la idea, por ejemplo, de “reunificar” al centro derecha que el líder del PP trata de practicar con sus acuerdos con Ciudadanos y Vox en autonomías y ayuntamientos.
El expresidente ha conseguido, además, colocar en los puestos estratégicos del partido a algunos de sus principales colaboradores, logrando que en año y medio –el tiempo que lleva Casado al frente del PP– el llamado aznarismo haya asentado el poder que perdió en los anteriores tres lustros. A todos esos dirigentes les caracterizaron en los últimos años sus duras críticas a Mariano Rajoy, quien consideraban que había traicionado los “principios” de la formación conservadora por realizar una política más centrada que la de su predecesor en el cargo.
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