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Estrasburgo cuestiona el relato de la justicia española sobre el papel de Otegi en el final de la violencia de ETA

Arnaldo Otegi: Cataluña es una prueba de que si se quiere, se puede

Pedro Águeda

“La 'M' en nuestra estrategia sobra y estorba”. Con esta frase ante un tribunal, críptica si no se explica el significado de esa 'M', Arnaldo Otegi fijó en julio de 2011 un antes y un después en la historia del denominado Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV), liderado por ETA con puño de hierro durante cuatro décadas. Esa 'M' es la inicial de “Militarra”, el eufemismo de la organización para referirse al terrorismo con el que causó un millar de muertos. Tres meses después de la afirmación de Otegi en el juicio de Bateragune, la banda anunció que ponía definitivamente fin a la violencia. ETA enterraba para siempre la 'M'.

El anuncio de final de la violencia fue la consecuencia del acoso del Estado a la organización terrorista y su entorno, encarnado en la Ley de Partidos y en los continuos golpes policiales. Pero también del liderazgo indiscutido de Arnaldo Otegi en la izquierda abertzale y de su convencimiento de que el ciclo de la violencia había concluido. Para quienes combatieron a ETA durante décadas, Otegi alcanzó ese convencimiento forzado por la derrota policial de la banda, la ilegalización de Batasuna partido y su regreso a la cárcel. Para él y sus colaboradores fue fruto de un análisis político e histórico.

Sea como fuere, Otegi y sus principales colaboradores acabaron juzgados en la Audiencia Nacional por su actividad durante el tiempo en el que intentaban, en secreto, dar un golpe de mano en la dirección del MLNV. De poco sirvió que ETA hubiera tenido preparada la carta de expulsión para el líder de la antigua Batasuna o que los documentos incautados por la Guardia Civil a Ekin, el comisariado político de ETA, revelaran el enfrentamiento descarnado entre la dirección de la banda y los de Otegi.

La Audiencia Nacional condenó a diez años por integración en organización terrorista en grado de dirigente a Otegi. La presidenta del tribunal, Ángela Murillo, nunca debería haber juzgado al líder de la antigua Batasuna, según acaba de fallar Estrasburgo. El Tribunal Supremo rebajó luego el fallo a seis años y medio, al considerar que no actuó como jefe de ETA. Aun así, los jueces del Alto Tribunal concluyeron que la estrategia de Otegi era la misma que la de ETA y que la prevalencia de la “línea política sobre la lucha armada” fue durante los años de Bateragune “pura estrategia”.

Cuando el juez Baltasar Garzón ordenó la detención de Otegi y sus colaboradores, Batasuna celebraba asambleas locales en las que discutían un documento denominado Clarificando la fase política y la estrategia, a favor de luchar por la independencia solo a través de vías pacíficas. ETA había reaccionado y sopesaba apartar de cualquier responsabilidad a Otegi, Rafa Díez Usabiaga y al histórico Eugenio Etxebeste, Antxon, miembro de la ETA zaharra (vieja), pero alineado sin fisuras con las tesis del líder de Batasuna.

La organización vio en las detenciones la oportunidad para revertir un debate que se le ponía cuesta arriba. Envió a sus comisarios políticos de Ekin a las asambleas para imponer la ponencia Mugarri (hito), fruto del debate de dos años en el seno de la banda tras la ruptura del proceso de paz de 2006. En ese texto, ETA se reservaba el papel de vanguardia del MLNV y reiteraba la vigencia de la “lucha armada”. La maniobra deparó imágenes inéditas, como la expulsión a empujones y entre abucheos de los miembros de Ekin en algunas asambleas.

Otegi y el resto de encarcelados reaccionaron ayudados por expresos de ETA y Rufi Etxeberria, el único que había eludido la cárcel con el argumento judicial de que no había tenido tiempo de implicarse en Bateragune tras salir de la cárcel. El primer y rápido movimiento fue filtrar la ponencia a los medios, que llegara a toda la militancia e introducirla así de nuevo en el debate. 

Solo las cárceles, el último reducto de ETA, se resistían. El EPPK (Colectivo de Presos Políticos Vascos) acusó a Otegi de “disidente” y amenazó con expulsarlo. Pero el 1 de noviembre, Gara publicó una entrevista con Rufi Etxeberria, quien cuenta sus intervenciones públicas por lustros, en la que el histórico dirigente lanzaba un mensaje: 'Es el tiempo de recoger el fruto de largos años de lucha y no para dejarlo perder“. Ya no había marcha atrás. ETA había perdido, pero aún quedaban dos años vertiginosos hasta la declaración del 20 de octubre de 2011.

Todo lo que vino después de aquella operación se produjo con Otegi y sus colaboradores, los citados antes más Sonia Jacinto, Arkaitz Rodríguez y Miren Zabaleta, en prisión. Según los servicios de Información, Rodríguez y Zabaleta fueron los comisarios que ETA introdujo en Bateragune para controlar a Otegi y que acabaron en el bando contrario seducidos por por el líder de Batasuna y sus postulados.

El CNI, Portugal y las autonómicas

El Ministerio del Interior se dedicó en esos dos años a golpear las estructuras del MLNV controladas por ETA Ekin, Askatasuna o Segi; la Guardia Civil frustró el plan para huir del avispero del sur de Francia e instalarse en Portugal y la información del CNI cristalizaba en el descabezamiento de la cúpula de la banda una y otra vez. En las autonómicas de mayo de 2011, la alianza de la antigua Batasuna con EA y Alternatiba, a la que se había opuesto ETA, consigue un éxito electoral sin precedentes y el PNV ve por primera vez peligrar su hegemonía en Euskadi.

En julio de 2011, Otegi se sentaba ante un tribunal presidido por la magistrada Ángela Murillo. “Nuestra estrategia es diametralmente opuesta a la de ETA”, le dijo a la magistrada y a sus dos compañeros. En el mes de febrero anterior, el Tribunal Supremo había ordenado repetir el juicio a Otegi por el homenaje a un etarra por imparcialidad de Murillo. Esta preguntó durante la vista al acusado si condenaba a ETA, él se negó a responder y la magistrada replicó: “Ya sabía que no (iba a contestar)”.

Cuando llegó el juicio de Bateragune, las defensas recusaron a varios jueces, incluida Murillo, pero la Audiencia Nacional se negó a recusarla en Bateragune y le permitió presidir el tribunal que juzgó esta causa. Ahora, el Tribunal de Estrasburgo falla que Murillo estaba incapacitada para juzgar a Otegi y que éste no tuvo un juicio justo.

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