Los debates con nueve participantes son un follón considerable. Demasiada gente y demasiadas intervenciones del moderador hablando de los tiempos que quedan a cada participante. En el debate del jueves de dos horas y cuarto en TVE al menos se puede decir que se habló de Europa. No suena llamativo al tratarse de un debate sobre las elecciones europeas, pero podía pasar cualquier cosa cuando Dolors Montserrat, del PP, arrancó su primera intervención mencionando a Begoña Gómez, a Bildu y al “prófugo de la justicia”. La socialista Teresa Ribera respondió diciendo que en las cumbres europeas le preguntan por la ultraderecha. Ese era uno de los mensajes que traía para insistir en el debate.
Las candidatas de izquierda insistieron una y otra vez en la amenaza de la extrema derecha y llamaron racista a Jorge Buxadé por su intento de poner al mismo nivel la inmigración y la delincuencia. No dejaron que esa acusación falsa quedara sin respuesta. Estrella Galán, de Sumar, e Irene Montero, de Podemos, denunciaron el pacto migratorio apoyado en la UE por socialistas y conservadores. “Está demostrado desde los años noventa que esas políticas han fracasado”, dijo Galán.
Ribera no se dio por aludida y no defendió el pacto, más allá de relacionarlo con “la solidaridad con el sur de Europa”. Ese no es el tema que se ha destacado en la cobertura periodística de un acuerdo cuya prioridad es poner muros más altos a la inmigración en las fronteras europeas.
Lo que sí hizo Ribera fue destacar las ventajas de la inmigración, aunque de forma sucinta. “Nos estamos beneficiando de la llegada de esas personas”, explicó. Habría sido importante que lo detallara en términos de empleo, pensiones y sanidad. Exigió al PP disculpas por “sus discursos xenófobos y racistas” en las elecciones de Catalunya y en esta campaña. Montserrat no contestó y se limitó a acusar al PSOE por “sus ataques a los jueces”. En general, se mantuvo al margen de la discusión sobre inmigración en los momentos más calientes.
Irene Montero, que llevaba un pañuelo palestino sobre el hombro, habló de las guerras de Gaza y Ucrania incluso antes de que se iniciara el bloque sobre política exterior y defensa. Criticó al ministro Albares por no apoyar la acusación surafricana contra Israel en la Corte Internacional de Justicia y limitarse a personarse en el procedimiento abierto en ese tribunal con el fin de apoyar a sus jueces. “¿Para qué narices vamos a la Corte Internacional?”, se preguntó. Galán exigió un embargo de armas a Israel y la ruptura de relaciones diplomáticas.
Ribera afirmó que la decisión tiene valor como apoyo al pueblo palestino y además confirma que “estamos en el lado correcto de la historia”. Montero insistió en la pregunta y Ribera no quiso responderle.
Al igual que su partido en las últimas semanas, Montserrat no se atrevió a criticar a Israel por la matanza que está teniendo lugar en Gaza y desdeñó el reconocimiento español del Estado palestino por no haber esperado a una decisión consensuada en la UE, que por lo demás es imposible que se produzca.
Lo que sí hizo la candidata del PP fue presumir de la aportación de su partido en el Parlamento Europeo. En un caso de apropiación no cultural, dio como ejemplo de esa relevancia el veto a la importación de arroz de Asia. Jordi Cañas, de Ciudadanos, se echó a reír para destacar la osadía de Montserrat: “El ponente del arroz (en el debate parlamentario) era yo, no usted”.
La guerra de Ucrania fue la que provocó las mayores discrepancias. Las candidatas de izquierda se opusieron al aumento del gasto militar. Montero fue la más enérgica. Reclamó que se rompa “el consenso bélico” y metió miedo por el riesgo de una guerra nuclear. “Con la guerra crece la desigualdad. Con la guerra crecen las hipotecas y el precio de los alimentos”. Llegó a decir que con la guerra “van a volver las reglas fiscales”, es decir la austeridad y el recorte del gasto público, aunque eso es políticamente imposible si se aumenta el gasto en defensa. Nadie puede ganar unas elecciones en Europa si tiene que reducir el gasto social y aumentar el gasto militar al mismo tiempo.
Montero dijo que hay que parar esa guerra con negociaciones diplomáticas, una carta ignorada por los gobiernos europeos, entre otras cosas porque ninguno de los dos contendientes se ha mostrado favorables a las negociaciones. Sus reivindicaciones mínimas son incompatibles.
Jordi Cañas, el único que se puso borde con algunas de sus interlocutoras, le reprochó que no destacara la responsabilidad de Vladímir Putin en la decisión de invadir Ucrania. “Es todo como mágico. ¿Quién ha provocado la guerra? Putin. Dilo”. Cuando empezó a hablar, Montero intervino para decir: “Hazme un mansplaining”.
En su turno, Ribera podría haber defendido las decisiones del Gobierno del que forma parte en relación al envío de armas a Ucrania para que se defienda de la agresión rusa. No lo hizo. La vicepresidenta tenía la tendencia de mencionar los temas que llevaba en sus papeles y de no entrar en el cuerpo a cuerpo con nadie que no fuera el PP o Vox. Eso hizo que dejara varias preguntas sin contestar.
En cierto modo, el debate fue un oasis dentro de una campaña marcada por el duelo central entre el PSOE y el PP, que se ha dirimido en cuestiones de política nacional. Al menos, durante una noche se habló de Europa. No hay que tomarlo como una costumbre, como se verá el viernes en el cierre de la campaña.