Análisis

Feijóo quita el abono transporte a Juan Roig y Amancio Ortega

11 de julio de 2023 10:21 h

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¿Ganó Alberto Núñez Feijóo el único debate en el que va a participar a lo largo de toda la campaña? Pues depende.

De entrada, de cómo se analice un cara a cara electoral. Si enfocamos la política desde el punto de vista de un hincha de un equipo de fútbol que siempre va a celebrar la victoria aunque sea (o sobre todo) con un gol marcado con la mano cuando ya expiró el tiempo reglamentario, no es descartable que Feijóo saliese vencedor del plató de Atresmedia, el único que aceptó pisar en las dos semanas de campaña.

¿Debe el periodismo enfocar un debate electoral desde la posición de los ultras del fondo de un estadio? ¿Debe validar la mentira si esta contribuye a movilizar a los propios e introducir la suficiente pereza en los contrarios –hasta el punto de que duden si no hay cosas mejores que hacer un 23 de julio que ir a las urnas– y ganar así las elecciones?

La filosofía, desde Aristóteles a Kant, pasando por Maquiavelo, ha consumido siglos debatiendo sobre la ética y la política, cuestiones que el equipo de campaña de Feijóo despachó en unas pocas semanas de 2009. Entonces el líder del PP llegó al poder tras protagonizar una de las campañas más sucias que se recuerdan en la que convirtieron a Emilio Pérez Touriño, un austero profesor de universidad que presidió la Xunta entre 2005 y 2009, en un “sultán socialista del siglo XXI” y todo porque el equipo de seguridad de la Administración gallega decidió comprar un Audi A8 blindado como los dos que había adquirido para Fraga, el mismo que salvó la vida a Aznar en el atentado de ETA.

El Audi de Touriño se llama ahora Falcon de Sánchez. Trece años después, poco nuevo bajo el sol: ideas sencillas y fáciles de asimilar que se repiten machaconamente en campaña –los medios amigos como caja de resonancia son fundamentales en la estrategia– para que calen en la ciudadanía y contribuyan a la más desmovilizadora de las conclusiones para la izquierda: todos los políticos son iguales…

Por ahí pasa la táctica de Alberto Núñez Feijóo –precursor de los hechos alternativos mucho antes de que alguien los bautizase así– y que nadie en Moncloa fue capaz de prever, a tenor de lo sucedido en el cara a cara de anoche. Con la derecha movilizada como nunca, el objetivo del PP es que una parte de la izquierda se quede en casa. Y ese fue el guión que impuso el equipo del PP en el cara a cara de Atresmedia. Un ejemplo: los datos de crecimiento de la economía española están avalados por todas las instituciones europeas, y el número de personas que trabajan en España supera las promesas que el PP hacía en campaña, pero Feijóo llegó al plató con unos gráficos que decían todo lo contrario, también sobre la inflación y la excepción ibérica, contra la que votaron sus diputados. No se limitó a decir que esas buenas cifras macroeconómicas no llegan muchas veces a las familias ahogadas por el IPC y las hipotecas, es que Feijóo negó directamente que sea una buena noticia que la economía crezca al 5% y haya 21 millones de personas cotizando a la Seguridad Social. 

El mismo dirigente que prometió austeridad en campaña para “no gastar lo que no se tiene” y luego triplicó la deuda de Galicia hasta los 11.700 millones acusó a Sánchez de endeudarse en estos años de guerra y pandemia. 

¿No esperaban algo así en la Moncloa? ¿No había avisado nadie del PSOE gallego cómo se las gasta Feijóo en los debates 13 años después?

Esas primeras interrupciones con mentiras y medias verdades en el bloque que mejor se presentaba para el PSOE hicieron mella en Sánchez que ya no recuperó el tono en el debate, trufado de interrupciones y de una algarabía que hizo imposible seguir algunos tramos de la discusión.

En otro momentos de la noche, Feijóo soltó más ideas sencillas que comprende todo el mundo sin que nadie le rebatiese. El candidato del PP dijo –no es la primera vez en esta campaña– que las ayudas económicas del Gobierno implican que el presidente de Mercadona, Juan Roig, o el fundador de Inditex, Amancio Ortega, pueden disfrutar de transporte gratuito. No es una frase elegida al azar, Feijóo y su equipo de campaña saben que esos mensajes son efectivos en una parte de la izquierda, poco partidaria de las medidas universales que no discriminan en función de renta. La metáfora de Amancio Ortega o Juan Roig viajando gratis en bus con cargo al dinero público es tan poderosa como falaz.

¿Pretende Feijóo luchar contra la desigualdad y quitar privilegios a las élites económicas? No lo parece y tampoco han ido por ahí sus 13 años de gobierno en Galicia. A falta de saber cuántos multimillonarios están utilizando el abono transporte, sería aconsejable preguntarse (en el plató de Atresmedia mejor que fuera) si Roig y Ortega no preferirán las bajadas masivas de impuestos, como las que Feijóo bendice en Madrid y que suponen perdonar cada año 1.000 millones de euros a las mayores fortunas (apenas 18.000 personas en la región, tocan a 55.000 euros por cabeza y año) solo en el impuesto de patrimonio. Pero también eso quedó sin réplica en el cara a cara de anoche.

El sumun de esa estrategia desmovilizadora fue el más sorprendente de los reproches de Feijóo a Sánchez: “¿Por qué acabó usted con Podemos?”.

Ninguna frase es comparable, sin embargo, a la idea fuerza que el aspirante trató de instalar en el plató. El Feijóo presidente del PP, el mismo que aplaudió el acuerdo con Vox para desbancar al PSOE en casi todas partes, dijo con tono solemne ante las cámaras que su partido “no quiere gobernar si no gana las elecciones”. Feijóo lo dijo en el cara a cara y lo repitió después en su discurso en la sede del PP. No aclaró desde cuando maneja el PP semejante idea ni a quien incumbe porque ni Ayuso ni Almeida ni Mañueco, ni siquiera López Miras en Murcia hubieran gobernado en 2019 aplicando esa máxima. Tampoco lo hubiera hecho María Guardiola en Extremadura hace un par de semanas, o el nacionalista canario, Fernando Clavijo, a quien el PP investirá presidente este jueves, pese a que los socialistas fueron la fuerza más votada. O los nuevos alcaldes de Toledo y Valladolid. La lista es interminable. 

Con todo, la intervención más inquietante de Feijóo fue cuando a propósito del rescate bancario –que no iba a costar un euro y acabó dilapidando 53.000 millones de dinero público– el líder del PP culpó al propio Sánchez de hundir Caja Madrid. El candidato popular llegó a decir que Sánchez era consejero, un dato falso. En realidad, era uno de los 333 miembros de la asamblea de la caja, y lo era por su condición de concejal del Ayuntamiento de Madrid, sin capacidad alguna de gestión y sin sueldo. Sí, la misma entidad por la que resultó condenado Rodrigo Rato a cuatro años y medio de cárcel por administración desleal y apropiación indebida en el caso de las tarjetas black. 

Con la respuesta sobre Caja Madrid y la supuesta condición de consejero de Pedro Sánchez, Feijóo buscaba exculparse a sí mismo por el fiasco de la fusión de las cajas gallegas, Caixa Galicia y Caixanova, que el dirigente gallego apadrinó cuando era presidente. Feijóo prometió entonces que la entidad resultante sería solvente y gallega mientras acusaba a los socialistas y al Gobierno de Zapatero de poner trabas a la operación. El nuevo banco tuvo que ser rescatado con 9.000 millones de euros de dinero público y se vendió al mejor postor: el grupo venezolano Banesco pagó 1.000 millones. Varios de los dirigentes que posaron sonrientes junto a Feijóo el día del anuncio de la fusión acabaron entre rejas como Rato: condenados por apropiación indebida en las indemnizaciones millonarias que se repartieron antes de la quiebra. 

¿Cree Feijóo que Sánchez tuvo algo que ver en la quiebra de Caja Madrid? La respuesta es no pero es irrelevante. 

¿Lo creerán algunos espectadores del debate de Atresmedia? ¿Cuántos habrán pensado que también en las cajas todos los políticos fueron iguales? Esa es la duda que tratan de introducir Feijóo y su equipo con estos experimentos sociológicos. Una mera cuestión de medios y fines. Poco más. En 2009 le salió bien.

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