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Feijóo acaricia la Moncloa abocado a pactar con Vox tras una campaña llena de tropiezos

Acto de cierre de la campaña del candidato del PP el 23J, Alberto Núñez Feijóo, este viernes en A Coruña.

Aitor Riveiro / Irene Castro

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Dos días. Es lo que separa a Alberto Núñez Feijóo de un objetivo al que pareció renunciar en 2018, pero que volvió a su vida de forma más o menos inopinada en 2022. El líder del PP, que llegó a liderar su partido tras la defenestración de Pablo Casado, se ve un paso de alcanzar el Palacio de la Moncloa. Todas las encuestas pronostican su triunfo en las elecciones generales de este domingo 23 de julio, y nadie en su entorno contempla otra opción que ser el partido más votado, pese a los muchos tropiezos que ha protagonizado durante una campaña que ha cerrado este viernes en A Coruña. Tampoco dudan de que habrá Gobierno. La cuestión para Feijóo y su equipo es si logrará desembarazarse de Vox. Algo que, según los sondeos, no ocurrirá. 

El mensaje de Feijóo durante toda la campaña se ha centrado en apelaciones al voto útil y a una mayoría suficiente para gobernar. Y este viernes, en el acto final celebrado en A Coruña, no ha sido diferente. El líder del PP ha planteado que quiere “llegar solo, después de ganar”, a la Presidencia del Gobierno. “Yo sabré llegar”, ha apuntado. “Y sabré estar”, ha añadido. “No tengo más objetivo que hacer caso a los intereses de los ciudadanos. No tengo deudas con nadie, no tengo pactos con nadie, no tengo que estar sometido a nadie, salvo al conjunto de los españoles. A nadie más”, ha dicho.

Feijóo ha reclamado el voto para “cambiar las coaliciones vergonzantes por pactos de Estado que duren mucho tiempo” y “no para liderar un bloque ni enfrentarme a otro bloque, sino para ser presidente de la mayoría. Sin excepciones de ningún tipo. Hayan o no votado al PP”, ha planteado.

El líder del PP ha abundado: “Sabré irme. La política es una vocación de servicio público, y el servicio público tienen un desarrollo y un final. Seré ligero en el paso para irme. De la misma forma que me fui de Galicia, me iré de España en el momento oportuno para dejar paso a otro compañero o compañera”.

Feijóo llegó lanzado a la campaña de las generales tras el triunfo en las municipales y autonómicas de mayo. Aunque la ventaja del PP en las urnas fue algo superior a los tres puntos porcentuales, el dirigente gallego pudo presumir de liderar un proyecto que en los cuatro años anteriores contaba todas sus citas electorales de ámbito estatal por derrotas.

La derecha recuperó tras el 28M mucho poder territorial. Eso sí: casi todo a costa de sellar una alianza definitiva con la ultraderecha. Tras los tímidos pactos externos de 2019, y la coalición a regañadientes en Castilla y León, los pactos del PP con Vox se han extendido a lo largo y ancho de España; a nivel municipal, provincial y autonómico; allí donde han ganado, pero también para cerrar acuerdos “de perdedores” y repartirse sillones en gobiernos municipales y regionales. 

Feijóo, que mantiene en secreto su lista de ministrables más allá de algunos datos poco significativos, ha mencionado en A Coruña a tres de los componentes de las listas y los ha colocado inmediatamente como futuros posibles ministros.

Se trata de la exconselleira Rosa Quintana, de quien ha dicho que “sabe mucho de pesca” y que ha dejado el Gobierno gallego para saltar a las listas del 23J y acompañar a Feijóo. También ha mencionado expresamente a Francisco Conde López, quien fuera vicepresidente primero con el hoy candidato y que también ha dado el salto al Congreso. Por último, Feijóo ha citado a Pedro Puy, veterano portavoz parlamentario de su partido en Galicia durante sus mandatos.

Feijóo naturaliza a Vox como fuerza de gobierno

El PP autopercibido como “moderado”, el de de Feijóo, Borja Sémper, Esteban González Pons y los emisarios de Juan Manuel Moreno, Elías Bendodo y Juan Bravo, ha sido el que ha metido a la ultraderecha posfranquista hasta la cocina del poder en España. En algunos sitios, después de torcer la voluntad de María Guardiola, la única dirigente que, al menos de cara a la galería, quiso cumplir la palabra dada a los electores en campaña y no gobernar con ellos.

La decisión de Pedro Sánchez de convocar las generales inmediatamente después del 28M cogió al PP en pleno subidón. Quizá sin reflexionarlo mucho aseguraron que los ineludibles pactos con Vox no iban a tener impacto en la inminente campaña. Que se podrían postergar las investiduras. Pero los calendarios son insoslayables y los pactos con los ultras han dominado las últimas semanas.

El discurso de Feijóo desde que aterrizó en Madrid pivota sobre la idea de no depender de Vox para gobernar. El dirigente se empeña en transmitir su rechazo a Santiago Abascal y los suyos. Los insulta, desprecia sus planteamientos políticos, ningunea sus opciones, y defiende la posibilidad de ser investido en solitario.

Pero cuando el líder gallego sale de su discurso y afronta las preguntas de los periodistas, el castillo de naipes se desploma. Consciente de que les necesitará en mayor o menor medida, Feijóo recurre al discurso orwelliano: puede decir en la misma entrevista que su “objetivo no es” ponerse “de acuerdo con Vox” para naturalizar las alianzas que se han sellado en otros países europeos. Feijóo no está dispuesto a renegar de la Moncloa solo por meter a Abascal en el Gobierno. “Sería un suicidio político”, ha dicho en privado.

En el último momento, PP y Vox han planteado una ruptura de cara a la galería en Murcia. En privado, unos y otros asumen que habrá paz, y acuerdo, tras el 23J. 

Las pensiones y Marcial Dorado amargan la última semana

Los tropezones con Vox cambiaron el eje de la campaña, pero no necesariamente minaron las opciones electorales de Feijóo. De hecho, la intervención a la autonomía del PP en Extremadura, al que se obligó a un acuerdo que no quería, reveló lo contrario: la derecha se resiente por la falta de entendimiento.

Las encuestas, salvo el CIS, mantienen a Feijóo como primera fuerza. La tendencia de los sondeos diarios que han llegado a la sede nacional de la madrileña calle de Génova siempre apuntaron hacia arriba. Algunos de los estrategas comenzaron a soñar con una mayoría de las de antes, de las del bipartidismo. Como José María Aznar en 1996 o José Luis Rodríguez Zapatero en 2008. Más de 160 diputados. Incluso 168… para gobernar en solitario con el apoyo externo de PNV y quizá Coalición Canaria.

Una sueño basado en una fantasía demoscópica que, si existió realmente, se desvaneció en la última semana de campaña, como él mismo certificó este jueves en Valencia, donde dijo: “Tenemos que ganar para ganarle a las encuestas”. 

¿Cuándo llegó el giro? Fue el lunes 17 de julio. Feijóo acudió a una entrevista en TVE, a cuyos profesionales su partido ha puesto en duda desde la oposición de forma habitual. El PP de Feijóo no ha sido una excepción, y cuando Silvia Intxaurrondo puso en cuestión los datos falsos que daba sobre el pasado de su formación en relación a las pensiones, el candidato se revolvió contra la periodista.

48 horas después tuvo que rectificar y reconocer que la trabajadora de TVE tenía razón. El PP no solo revalorizó algunos años las pensiones por debajo del IPC. sino que bajo el mandato de Mariano Rajoy la mayoría de los pensionistas perdieron poder adquisitivo. Feijóo nunca ofreció las disculpas que él sí exigió en directo.

Los partidos que aspiran a gobernar tienen especial cuidado con no alertar en campaña contra dos colectivos: funcionarios y pensionistas. Y Feijóo incumplió esta premisa en el peor momento.

La mala segunda semana de Feijóo se complementó con la irrupción en campaña de un tema que acecha al gallego desde hace una década: su amistad con el contrabandista Marcial Dorado. Las fotografías del hoy candidato a la Moncloa con una persona que fue condenada, además, por participar en el gran negocio del tráfico de droga ponen siempre al líder del PP en un compromiso.

Feijóo normalmente opta por hacerse el ingenuo. Este mismo miércoles dijo que él no sabía que con quién se iba habitualmente de vacaciones, aquel que le subía a su yate, era un delincuente porque “no había internet ni Google”.

Resulta sorprendente que un alto cargo de la Xunta no tuviera conocimiento de que Marcial Dorado estaba imputado en diferentes investigaciones judiciales, algunas de las cuales habían copado las portadas de los principales periódicos tanto de Galicia como de ámbito estatal. Visiblemente molesto por tener que responder sobre este asunto, el líder del PP suele optar por no despejar las dudas que quedan sobre su relación con el contrabandista.

El fantasma del bloqueo

El candidato del PP es, con todo, el mejor situado no solo para ganar las elecciones del domingo, sino también para lograr la mayoría necesaria para gobernar gracias a las alianzas que pueda tejer en el Congreso.

Pero en Génova han optado por rebajar las expectativas en la recta final de la campaña. Quizá como parte de una estrategia de movilización del voto, temerosos de que los suyos den la partida por ganada y opten por quedarse en la playa. “Media hora de playa” frente a “cuatro años quemados”, como dijo Cuca Gamarra esta misma semana.

Feijóo ha apelado al voto útil de la derecha, a concentrar los sufragios en él, sobre todo en las provincias pequeñas, las que reparten 4 o 5 diputados. Es ahí donde radica en buena parte la fuerza de Vox y sus posibilidades de repetir el resultado de 2019. O al menos, acercarse.

De esa distribución de escaños pende el resultado de los bloques que, según la campaña y pese a los intentos de Feijóo, se han configurado ante el 23J. En Génova temen un resultado insuficiente no solo para gobernar en solitario, sino también para lograrlo con Vox. 

Se abre un nuevo escenario, planteado en las últimas horas por algunas encuestas publicadas fuera de España para sortear la prohibición legal: el bloqueo. Que cada bloque tenga imposible lograr más ‘síes’ que ‘noes’. Una repetición electoral, la tercera consecutiva. 

En 48 horas se resolverá el misterio. Las que le faltan a Feijóo para ver si su sueño deseado, la Moncloa, se hace realidad.

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