El PP de Alberto Núñez Feijóo lo tenía todo a favor. Las encuestas, el clima de opinión, y a un líder que presume de gestor en medio de una inflación disparada (en España y en toda Europa). Pero ha fallado en su primera gran oportunidad de establecerse como “alternativa” al Gobierno de coalición, y no como un partido más de la oposición. Pedro Sánchez llegaba a la semana del debate sobre el estado de la nación en uno de sus peores momentos, y eso es mucho decir en una legislatura que arrancó con una pandemia mundial y lidia ahora con una guerra en Europa. Con una inflación por encima del 10%, las hipotecas al alza, el precio de la energía desbocado, problemas internos a cuenta de la política migratoria y los planes del ala socialista de aumentar el gasto en defensa, el líder de la derecha ha optado por echarse en brazos del identitarismo ideológico, con ETA en el mascarón de proa, y bajar el perfil económico que, pese a algunos errores de bulto, le había catapultado en los sondeos.
El giro de Feijóo no comenzó con el discurso de su número dos, Cuca Gamarra, quien dedicó un tercio de su réplica al presidente del Gobierno a una organización terrorista que depuso las armas hace casi once años. Ya desde la semana anterior se comenzó a instigar un estado de ánimo social contra el Gobierno a cuenta del homenaje oficial por el 25 aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco y la intervención de su hermana, Marimar Blanco, actual diputada del PP en la Asamblea de Madrid.
El PP organizó su propio acto el sábado en Ermua. Con réplicas en muchos municipios de toda España, allí acudieron Feijóo y el expresidente del Gobierno José María Aznar, bajo cuyo mandato se produjo el secuestro, chantaje y asesinato del concejal. Aznar no asistió, 24 horas después, al oficial, que contaría con la presencia de Felipe VI y de Pedro Sánchez.
El martes, tras un discurso en el que Sánchez realizó varios anuncios de profundidad y evidenció un intento de reconciliarse con la mayoría progresista y plurinacional que le dio la investidura, incluido su socio de Gobierno, Unidas Podemos, la secretaria general del PP arrancó su réplica con un recuerdo a Miguel Ángel Blanco. El concejal fue asesinado por ETA en 1997, el mismo día y a la misma hora en que Gamarra subía a la tribuna del Congreso. La portavoz reclamó un minuto de silencio en el propio Pleno, que no estaba previsto porque el PP no lo llevó a los órganos del Congreso donde se planifican las sesiones. Pese a ello, todos los diputados se pusieron en pie. Todos. En la tribuna de invitados hubo quien pasó lista, pero no pudo poner falta a nadie.
Pero Gamarra no se quedó ahí. Durante varios minutos, hasta un tercio del tiempo que tenía disponible, trenzó un discurso con un tono y un fondo que no hubiera desentonado hace 10 ,15 o 20 años, cuando ETA extorsionaba, secuestraba y asesinaba. El hilo argumental dirigía inexorablemente a dos tesis. Primero, EH Bildu es heredera de ETA, pese a que en la coalición hay partidos que se posicionaron contra la violencia cuando hacerlo podía costar la vida. Segundo, la Memoria Democrática no tiene que ver con el franquismo y sus víctimas, sino con las del terrorismo etarra.
“Memoria democrática es recordar que Miguel Ángel Blanco no reposa en la tierra que le vio nacer”, dijo Gamarra, quien concluyó en un ataque por elevación al Ejecutivo: “El espíritu de rebelión cívica nos sitúa enfrente de su Gobierno desde que eligió el pacto de los indignos”.
El PP de Feijóo ha tardado 100 días en llegar al lugar donde estuvo el PP de Pablo Casado, quien en enero de 2020 ya tildó de “ilegítimo” al Gobierno de coalición. Feijóo, que se pasó casi cuatro años renegando del fondo y, sobre todo las formas de su predecesor, que prometió centrar su labor de oposición en “la gestión” y en las cosas que “importan a los ciudadanos”. Fuera del Congreso y de las performance de la derecha, ETA ha desaparecido en las preocupaciones de los españoles. En octubre de 2021, el 91% de los españoles consideró positivo o muy positivo el final de ETA. Ningún sondeo sitúa a la banda entre las principales preocupaciones de la sociedad, como para dedicarle la mayor parte del debate parlamentario más relevante del año.
El resto del discurso de Gamarra sí se centró en otros asuntos, pero la hipérbole de su arranque lo eclipsó todo. La leve respuesta a los anuncios de Sánchez apenas lució. El PP no tuvo cintura para corregir la estrategia tras el golpe de efecto del presidente. O no quiso. Al día siguiente, no pocos dirigentes se esforzaban en justificar la estrategia que había liderado su secretaria general. El asesinato de Miguel Ángel Blanco fue un golpe durísimo para toda la sociedad española, pero especialmente para el partido. “Hay que entender las dinámicas internas”, explicaron algunas de las personas que acompañaron a Feijóo a la inauguración del curso de verano en San Lorenzo del Escorial (Madrid) organizado por la delegación europea del PP. “A esa misma hora, 25 años antes, le metieron dos tiros en la nuca. El presidente podía haberse acordado por la mañana”, reprochó otro alto mando.
Al día siguiente, Feijóo ya no habló de ETA ni del terrorismo. Se centró en reiterar sus recetas económicas e incluso se disfrazó de progresista para replicar, con 24 horas de retraso, al discurso de Sánchez. Parecía que, efectivamente, lo del martes había sido un hecho puntual, más o menos hábil, pero comprensible.
Pero entonces no había trascendido todavía un detalle que, cuando menos, pone en duda este relato. Según han publicado diferentes medios, al filo de la una de la tarde del martes la secretaria de Interior del PP, Ana Vázquez Blanco, una de las diputadas más estridentes del partido, mandaba una veintena de mensajes de móvil a otras tantas asociaciones de víctimas del terrorismo para convocarlas de urgencia a una reunión en el Congreso con el presidente del partido.
La cita se iba a celebrar apenas 48 horas después, el mismo día en que se iban a votar las resoluciones del debate, así como importantes leyes para el Ejecutivo: el segundo decreto ley anticrisis, la reforma de la ley del Poder Judicial para desbloquear el Tribunal Constitucional y la Ley de Memoria Democrática. El motivo esgrimido era el recuerdo del Espíritu de Ermua. Pero esa misma mañana el propio Feijóo aseguraba en una entrevista en Telecinco: “¿Qué le explicamos a esta gente? ¿Esta gente realmente va a dar el visto bueno a esta ley de desmemoria democrática? ¿Le explicamos a esta gente que Bildu, coautor de la ley, ni siquiera condena los asesinatos de sus familiares? Así no se construye, se destruye”.
Por si no quedaba claro, en la nota de prensa distribuida por el PP tras la reunión, que se celebró en el Congreso pese a que Feijóo es senador, se reiteraba: “Esta reunión se produce, además, en el día en que se debate en el Congreso la Ley de Memoria Democrática, pactada entre el Gobierno y Bildu, formación que sigue sin condenar el terrorismo”.
La premura de la convocatoria, y la coincidencia con la votación de la ley, puso en alerta a varias organizaciones. De hecho, algunas de las más importantes, tanto por número de asociados como por presencia y activismo de sus integrantes, no asistieron. Covite, por ejemplo, cuya presidenta es Consuelo Ordóñez –a quien entrevista este sábado elDiario.es–, hermana del que fuera primer teniente de alcalde de San Sebastián y referente del PP, Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA. O la Fundación Víctimas del Terrorismo, que cuenta en su patronato con Ángeles Pedraza (expresidenta de la AVT y a quien Isabel Díaz Ayuso situó como gerente del 112), Francisco Tomás y Valiente o Gorka Landaburu, entre muchos otros. La Fundación representa de hecho a diferentes organizaciones y aglutina a miles de socios.
Tampoco la Fundación Buesa, en memoria de Fernando Buesa, dirigente del PSE que murió a manos de los terroristas. O la Asociación 11M, la mayor de las que representan a las víctimas del atentado en los trenes de Madrid de marzo de 2004.
No fueron los únicos que denunciaron un uso político de las víctimas por parte del PP. La hija de Ernest Lluch, Rosa Lluch, o la de Juan Mari Jauregui, Mari Jauregi, agradecieron las palabras de la portavoz parlamentaria de EH Bildu, Mertxe Aizpurua, el miércoles desde la tribuna del Congreso, y reclamaron “respeto” a Cuca Gamarra.
La desunión de las víctimas fue evidente. Así lo denunciaron ellas mismas. Y el impacto en el desarrollo del debate sobre el estado de la nación, muy leve. Nadie pone en duda que Sánchez ganó, de largo, el envite. La semana se ha saldado además con la vuelta de ERC a la mayoría parlamentaria que sustenta al Gobierno y se ha cerrado con una reunión entre el jefe del Ejecutivo y el president de la Generalitat, Pere Aragonés, quienes han acordado reanudar el diálogo bilateral para intentar rehacer las relaciones tras la quiebra que se produjo en pleno proceso independentista.
Y mientras todo esto sucedía, Feijóo regresaba el viernes a la universidad de verano que organiza la Universidad Complutense en la sierra madrileña. Lejos de reorientar el discurso de la semana, Feijóo insistió: “Bildu es lo que es, sin matices. Son los herederos de una banda terrorista. No se puede legitimar desde el punto de vista parlamentario”. El líder del PP, que presume de moderado y buen gestor, atizó la teoría de una “deriva autoritaria en el ámbito institucional” que protagoniza Sánchez. “Todas las leyes que se aprueban en España salen porque ERC y Bildu dicen sí”, prosiguió, para arremeter contra la “mal llamada ley Memoria Democrática” que el PP ha rebautizado como ley Bildu. Feijóo lamentó que Sánchez pacte “con los herederos políticos de los que bombardearon la democracia”. “No lo merecen” porque, aseguró, “mataron más que nunca durante el franquismo” (sic).
Para entonces, parte de las víctimas de ETA ya le habían reclamado al PP que no “enfrentara” a quienes habían padecido la represión franquista con quienes fueron golpeados por el terrorismo. Con la organización de Consuelo Ordóñez a la cabeza. Covite dejó escrito en Twitter: “Defendemos que todas las víctimas tienen derecho a la memoria, a la justicia, a la verdad y a la reparación. Es inaceptable confrontar la memoria de las víctimas del terrorismo con las de la guerra civil o del franquismo. Todas las víctimas merecen DIGNIDAD y RESPETO”.
Las palabras de Ordóñez y de su organización han sentado fatal en Génova, a tenor de la reacción de Feijóo. El viernes, a pregunta de los periodistas, el líder del PP reprendió en público a la hermana de Gregorio Ordóñez. “Se equivoca”, dijo. “Tiene escasa información”, añadió, pese a ser presidenta de Covite y la persona que recibió directamente el wassap de su secretaria de Interior. Feijóo concluyó: “La mujer de Goyo Ordóñez dijo que no podía venir porque tenía Covid y agradecía la convocatoria. Si la mujer nos acredita que le gustaría venir, no debería molestarse ningún familiar”.
Toda una novedad en el PP. Nadie se había atrevido hasta ahora a responder así a una víctima que, ciertamente, ha sido en los últimos años muy crítica con el partido en el que militó su hermano. Consuelo Ordóñez, que no tiene por costumbre ahorrarse lo que piensa, respondió inmediatamente
El final de la semana que peor pintaba para Sánchez y más de cara tenía Feijóo ha terminado así con un giro de guion marca de la casa del morador de la Moncloa. Un plot twist que concede unos meses de prórroga al presidente, que tendrá que hacer por colmar las expectativas que ha levantado en la sociedad más golpeada por la inflación. Y que deja al líder del PP en un complejo enfrentamiento con víctimas de ETA, cuya representación se ha arrogado precisamente desde el asesinato de Miguel Ángel Blanco y sin muchas oportunidades previstas para poder recuperar la iniciativa hasta que se reinicie el curso político en septiembre. Entonces quedarán ocho meses para las elecciones municipales y autonómicas.