“Si las elecciones fueran este domingo, iría muy tranquilo”. Así resumen en el entorno de Alberto Núñez Feijóo el estado de ánimo ante las últimas encuestas publicadas pese a que muestran, con matices, una recuperación del voto de Vox, así como la constatación de que, a un año de las generales, todo indica que el PP solo podría alcanzar la Moncloa de la mano de la ultraderecha. Un escenario que al dirigente gallego no parece suponerle un problema pese a los conflictos que está generando en Castilla y León, y al que deberá ir de forma masiva en las municipales y autonómicas de mayo de 2023 para arrebatar alguna plaza importante a sus rivales.
En la sede nacional del PP de la madrileña calle Génova lamentan que el debate sobre la derogación del delito de sedición, unido a otros asuntos como la ley del sólo sí es sí o la tragedia de Melilla, hayan desplazado el foco del discurso económico que los estrategas de Feijóo eligieron como el eje central de su oposición. “Las portadas están muy caras”, apuntan en el equipo más directo del dirigente gallego.
Esos debates que se han abierto son propicios para el discurso “más duro contra Pedro Sánchez” que protagoniza Vox. El empeño de Feijóo desde que asumió la dirección del PP, el pasado mes de abril, es ampliar su base electoral no solo hacia la derecha, donde además son conscientes de que su perfil no cala tanto como pudiera hacerlo la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, sino especialmente hacia su izquierda. El objetivo, nada oculto, es intentar atraer a un votante “moderado” del PSOE que pudiera estar eventualmente insatisfecho con Pedro Sánchez, el Gobierno de coalición con Unidas Podemos y las alianzas con ERC y EH Bildu.
Vox ha vivido así un “efecto rebote”, continúa el análisis de Génova, que en buena medida el propio PP ha alimentado, aunque de forma indirecta y sin que hubiera muchas más opciones. Las “temáticas que benefician a Vox crecen”, pero el PP no puede pasar, sino que tiene que ir a la apuesta. “No se las podemos dejar”, apuntan desde la dirección para justificar, por ejemplo, la gira emprendida por Feijóo por diferentes comunidades autónomas (Extremadura, Madrid y Castilla-La Mancha, por ahora, aunque habrá más) precisamente para denunciar la reforma del Código Penal, mientras Vox ha intentado, sin mucho éxito, azuzar la calle contra el Gobierno de coalición.
Ante debates identitarios, o ideológicamente más marcados, “ellos usan un lenguaje más inflamable y la gente busca opciones de más castigo”. “Ellos” es Vox. Los de Santiago Abascal han sufrido una crisis interna tras el fiasco de Andalucía que ha supuesto un intento de escisión liderado por Macarena Olona que todavía no termina de cuajar. Además, las consecuencias de la guerra de Ucrania en la economía doméstica de los europeos alentaba el discurso centrado en la gestión del dirigente gallego, plagado eso sí de errores u omisiones, cuando no, directamente mentiras.
Volvió a suceder este viernes, después de que ERC registrase su enmienda para modificar el delito de malversación: Vox anunció primero un recurso ante el Tribunal Constitucional y el PP no tardó en secundar a la extrema derecha. Posteriormente, Santiago Abascal subió la apuesta y anunció una moción de censura (la segunda este mandato) contra Sánchez.
¿Preocupa el panorama demoscópico en el PP? Para nada, al menos en el entorno de Feijóo. Porque, según las encuestas, “el centroderecha no baja”. Un significante, “centroderecha”, que repite su equipo de asesores e incluye sin lugar a dudas a Vox, que ha subido a costa del bajón del PP y que este 6 de diciembre dio plantón a las autoridades que acudieron al Congreso a celebrar el 44º aniversario de la Constitución española. Un texto que, para Santiago Abascal, es circunstancial. “España es anterior y superior a la Constitución”, dejó escrito en Twitter el líder de la extrema derecha ese día para justificar su ausencia de los fastos.
Este mismo miércoles, en una entrevista en Onda Cero, Feijóo aseguraba que la media de los sondeos publicados sitúan a su partido en el entorno del 30%, mientras que el PSOE bajaría sobre lo que logró Sánchez en noviembre de 2019. Pero los datos que obtiene el PP le dejan lejos de la mayoría absoluta, e incluso de esa “mayoría suficiente” de la que a veces habla Feijóo y que se traduce en obtener más diputados por sí solo que todo el bloque de la izquierda. Algo similar a lo que ocurrió en Madrid en mayo de 2021, cuando Vox renunció a exigencias para permitir la investidura de Ayuso ya que su única opción era alinearse con Más Madrid, el PSOE y Unidas Podemos.
Pero en el Congreso los bloques que se han conformado van más allá del eje izquierda-derecha. Tras lograr la investidura con 167 votos favorable, el Gobierno de coalición ha aglutinado una mayoría oscilante que va de la mayoría absoluta (176) a rozar los 190 diputados, como en los Presupuestos para 2023 o, precisamente, la derogación de la sedición. Y esa mayoría no está asentada únicamente en la izquierda, ni siquiera en puridad en una amalgama de diputados que pudieran considerarse progresistas. Además del PSOE y Unidas Podemos, se suman opciones claramente de izquierdas o progresistas (como Más País), pero también con evidente tintes soberanistas (ERC, EH Bildu), nacionalistas de centro o de derechas (PNV o el PDeCAT), regionalistas conservadores (PRC) e incluso provincialistas sin clara adscripción ideológica, como Teruel Existe.
Una mayoría que está por ver si Feijóo podría articular con el peaje de aceptar a Vox.
El PP confía en una mala cuesta de enero
Con todo, en Génova intentan reflejar tranquilidad. “En estos días es imposible meter economía”, reconocen. “¿Nos preocupa? No”, se responden.
Pero el PP organizó su asalto a Moncloa a lomos de una crisis económica que no termina de cuajar y que, de hecho, el Gobierno de coalición está logrando capear. Ya en verano, Feijóo azuzó el temor a una recesión que, pese a que los expertos (y los datos) negaban, el PP se empeñaba en invocar, conocedores de que no hay mandatario que resista una economía despeñada. Máxime si hablamos de inflación, combustible, cesta de la compra o factura del gas.
Ese peligro está, al menos de momento, conjurado. Y en la dirección nacional del PP lo saben, y lo asumen. La moderación de la inflación, sobre todo en comparación con lo que ocurre en Europa; el control del precio de la energía; los buenos datos del empleo, pese a los intentos del PP de establecer que hay una “contabilidad B” en las cuentas del paro; o el mantenimiento de la actividad económica, tal y como refleja el aumento de la recaudación, son parámetros que han aguado su plan de señalar una supuesta catastrófica gestión por parte del Gobierno de coalición.
Tampoco llegó el azuzado “otoño caliente”. El paro de los transportistas se quedó en un pequeño pasacalles que reunió a un centenar de personas en Madrid y la huelga general que aireó la ultraderecha, ni está ni se la espera.
Y si la gestión de Sánchez y sus ministros no es tan mala, o al menos no se percibe como algo catastrófico, ¿qué alternativa basada en la gestión puede ofrecer Feijóo? En Génova confían abiertamente en que los datos económicos vuelvan a ser negativos tras las fiestas navideñas.
La tesis es que “la gente sigue pagando la compra” muy cara, pese a que a nadie del PP se le ha oído nunca criticar a las grandes cadenas de distribución ni los abultados beneficios empresariales que se vienen registrando en las últimas semanas. Y que tras el parón informativo provocado por el Mundial de Qatar, el puente de diciembre y la inminencia de las fiestas navideñas, llegará “la cuesta de enero”. “Y podremos volver a hablar de economía”, apuntan desde el equipo de Feijóo.
El PP pone de nuevo el horizonte de una economía en recesión que los principales organismos descartan, o al menos con problemas, en marzo. Es su gran baza para afrontar el ciclo electoral de 2023: una gran crisis como la que, contra pronóstico, llevó a Feijóo en 2009 a la presidencia de la Xunta. Su equipo de asesores es el mismo desde entonces.