Es triste pedir, pero más triste es robar, aunque hay ocasiones en que sólo te queda la opción de robar. Alberto Núñez Feijóo está en una de esas. A unos días de su discurso de investidura, sigue convencido de que tiene opciones de conseguir el apoyo del Congreso. “Cómo voy a dar por cerrado que voy a perder la investidura la próxima semana”, respondió el jueves a una periodista que le preguntaba si no había perdido ya toda esperanza. Desgraciadamente, en las ruedas de prensa no está bien visto ponerse a hacer gestos para expresar perplejidad al ver a un político internarse en la dimensión desconocida.
¿Qué pretende Feijóo alentando un suspense irreal sobre el resultado de esa investidura? Crear una expectativa que no se puede cumplir no suele ser muy inteligente en política. Aquí es donde entra la opción de robar. Como un zahorí cualificado por un historial de éxitos, cree que hay diputados del PSOE que están dispuestos a traicionar a su partido, como si fueran Sayas y Adanero (los ex de UPN que se fugaron al PP). Sólo es cuestión de animarles.
“Ya hay muchos socialistas que se atreven a hablar por primera vez”, dijo Feijóo. Si se refiere a Felipe González y Alfonso Guerra, no hay tal novedad, porque ya se sabe que abominan de los pactos del PSOE con partidos independentistas. Y en realidad nunca han soportado a Pedro Sánchez, lo que les coloca fuera de la realidad del electorado socialista.
Si hay una frase que destaca en la comparecencia conjunta de González y Guerra del miércoles, y que dejará perplejos a los militantes del PSOE, es esta del exvicepresidente: “Yo no he sido desleal. No he sido disidente. El que ha sido desleal ha sido el otro” (refiriéndose a Sánchez).
Al día siguiente, Guerra terminó por tirar por el retrete lo que le quedara de su reputación en las bases socialistas con un comentario machista sobre Yolanda Díaz. Los que piensan que es incapaz de aceptar el mundo en el que vive tienen otro motivo para estar convencidos de ello. Lo mismo que les pasaba a los dinosaurios que no sabían lo que era un meteorito.
González y Guerra han perdido el apoyo también de antiguos dirigentes que fueron sus contemporáneos en la política. Hay una opinión que destaca entre las recogidas por El País: “A Felipe y Alfonso los conozco mejor que a nadie, desde hace sesenta años –dice Luis Yáñez–. Y yo creo que lo que tienen es un ataque de celos tremendo con Pedro Sánchez porque no les llama o no les consulta. Con 80 años, no puedes estar condicionando la política de las nuevas generaciones”. Aparentemente, ellos piensan que sí al haberse erigido como portavoces y guardaespaldas de la Transición.
No se puede negar que Feijóo es persistente en su empeño de impedir lo inevitable. Su paso siguiente fue telefonear a Emiliano García-Page, que se opone a la concesión de una amnistía a los encausados del procés. El presidente de Castilla-La Mancha no tiene intención de jugar el papel de traidor. En la llamada, sólo hablaron de “cuestiones de interés regional”, según fuentes de su Gobierno. Hablaron sobre la amnistía, pero no de forma detallada. De la investidura, nada y nada sobre la influencia de Page en el partido para cambiar su rumbo: “Tampoco lo hubiéramos aceptado. No le decimos nosotros lo que debe hacer él con Ayuso, Aznar o Aguirre”, dijeron esas fuentes.
El Congreso aprobó el jueves la reforma del reglamento que reconoce el derecho a expresarse en euskera, catalán y gallego en la Cámara. Después de la votación –180 votos a favor, 170 en contra–, Feijóo convocó una rueda de prensa inesperada. Pretendía reiterar lo que ya ha dicho en varias ocasiones sobre la amnistía. Al igual que en la anterior legislatura, insistió en sostener que Sánchez ha engañado a todos, un argumento que sólo puede funcionar la primera vez. Si hay una segunda vez, ya es culpa tuya.
El líder del PP calificó de “fraude electoral reincidente y agravado” el hecho de que Sánchez no prometiera aprobar una amnistía en la campaña electoral. “El Sánchez de ayer no es el de la campaña”, dijo.
Es cierto, el de antes sólo buscaba votos. El de ahora tiene que conseguir un acuerdo con Junts para continuar en Moncloa. Comparar a los políticos en campaña con lo que hacen el día después de las elecciones da lugar a todo tipo de paradojas cuando no tienen mayoría para gobernar en solitario. De otro modo, los gobiernos de coalición o los pactos de legislatura serían imposibles.
Sobre el tema de la jornada, Feijóo se manejó con la confusión que le produce respetar las lenguas que no son el castellano combinado con una oposición radical a que se utilicen en el Congreso. “Mi vida política en los últimos veinte años se ha desarrollado básicamente en una lengua”, dijo refiriéndose al gallego. “Es una lengua que seguiré hablando hasta que me muera, y por ello no acepto que se manosee una de mis lenguas en beneficio exclusivo de un solo hombre en España”.
Luego dijo en plan despectivo que el Congreso se ha convertido “en un karaoke” por la traducción simultánea. Esa actividad supuestamente relacionada con la música que consiste en un escenario, música enlatada, la letra transcrita en pantalla y un muy probable estado etílico con el que es mejor no coger luego el coche. Pues menos mal que lleva el gallego en el corazón.
En la situación actual, “el discurso de investidura es imprescindible”, anunció. No tenía que convencer a los periodistas que le escuchaban. Ellos estarán el martes en el Congreso. Les pagan para presenciar este tipo de actos, aunque sea un debate que no servirá de nada. Son una audiencia cautiva para un espectáculo sin intriga.