Feijóo, a la contra de Europa
La doble crisis que ha afrontado la Unión Europea en los últimos tres años, primero la del coronavirus y ahora la de la guerra de Ucrania, han supuesto un profundo cambio del paradigma que ha dominado la construcción comunitaria, especialmente durante la respuesta a la gran depresión de hace una década. Europa ha finiquitado el austericidio. Las políticas contractivas han desaparecido de la agenda. El control de la inversión y de la deuda, el miedo al déficit o la privatización de los servicios ya no dominan el discurso. Incluso la derecha alemana se ha subido al carro del gasto, con la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, de abanderada del nuevo tiempo.
Un cambio en el sentido común de época que choca directamente con los planteamientos que defiende el PP en España, anclado en las recetas neoliberales que aplicó con denuedo Mariano Rajoy durante su mandato. Le ocurrió a la dirección que lideraba Pablo Casado, quien se estrelló una y otra vez en su empeño de usar Bruselas como palanca contra el Gobierno de coalición. Una estrategia que Alberto Núñez Feijóo no solo ha mantenido, sino que ha ampliado.
Hasta que fue descabalgado por sus propios compañeros, Casado centró sus ataques al Gobierno en la gestión de los fondos europeos que la UE. Pese a que España ha sido el alumno más aventajado a la hora de implementar las reformas acordadas con la Comisión para recibir el dinero de Bruselas, aunque Von der Leyen ha felicitado en público en diferentes ocasiones al presidente, Pedro Sánchez, y contra la evidencia de que es el único país que ya ha recibido dos entregas del dinero comunitario, el PP arremetió contra el Ejecutivo incluso con datos falsos.
Arremetió, y arremete. Porque Feijóo sigue la misma senda. El pasado mes de junio, en plena campaña electoral en Andalucía, el presidente del PP se plantó en una empresa beneficiada por fondos europeos a reclamar que el dinero entregado por la UER llegara a las compañías. También exigió revertir la “baja ejecución” del primer paquete de ayudas y reclamó a la Comisión “desbloquear” los fondos de recuperación. Para entonces, España era el único país que ya había pedido el segundo tramo, mientras otros Estados no habían siquiera empezado a pedir su parte.
Para entonces, Feijóo llevaba ya dos meses al frente del PP. En su primer viaje a Europa, para el congreso del PP continental, ya lanzó duras andanadas contra el Gobierno y contra el país. “Entiendo la intranquilidad por la división interna y la debilidad externa de mi país”, apuntó.
Dudas por el CGPJ
Pero la sensación es la contraria. En Europa no parece preocupar mucho España, más allá de problemas puntuales como el bloqueo del Poder Judicial, que ha obligado a que el comisario de Justicia, Didier Reynders, visitara recientemente el país para reunirse con Gobierno, PP y asociaciones judiciales.
Y pese a los intentos del responsable de Justicia del PP, el vicesecretario Esteban González Pons, Europa no compra su posición. Aunque es cierto que la Comisión Europea recomienda a España que modifique el sistema de elección de los vocales del CGPJ para dar mayor protagonismo a los jueces, Reynders ha planteado que lo primero, y urgente, es renovar ya el organismo, bloqueado por los de Feijóo desde hace casi cuatro años. Y luego, en función de lo que decidan las fuerzas políticas, reformular la ley que lo rige.
Y, también pese al empeño del PP, el comisario dejó claro que la situación española difiere mucho de la de países como Hungría o Polonia, sancionadas por la Comisión por las injerencias del Poder Ejecutivo en el Judicial.
No en vano, España está lejos del tren de cola de la UE. De hecho la situación en Ucrania ha propiciado el giro definitivo de la ortodoxia liberal al intervencionismo en sectores hasta ahora intocables.
Contra el tope al gas… y la transición energética
El más claro es el energético. Ya en junio la presidenta de la Comisión señaló en una entrevista con elDiario.es la necesidad de “estudiar una reforma completa del mercado de la electricidad”. Lo hizo después de que España y Portugal arrancaran al resto de miembros de la UE la llamada excepción ibérica, el tope al precio del gas en el mercado mayorista que ha logrado contener la factura eléctrica para particulares y empresas.
Un tope que el PP de Feijóo rechazó de plano y que ahora Bruselas estudia cómo implementar a nivel continental como medida provisional mientras reajusta el mercado al completo, además de extenderlo a otras fuentes de energía como la nuclear y las renovables, e incluso el petróleo.
Un control de precio en toda regla que choca frontalmente con la tesis de la derecha española, que ha basado su oposición al Gobierno de coalición casi exclusivamente en un axioma de la ortodoxia liberal imperante durante décadas: bajar impuestos.
Pero ni en esto ha tenido un mínimo de suerte el PP. Quizá acostumbrados a tiempos pasados, la derecha española no ha visto venir el nuevo zeitgeist impuesto por la alemana con más poder en Europa, Ursula Von der Leyen. Tanto los de Feijóo como Vox pusieron el grito en el cielo tras el anuncio del Gobierno de un nuevo impuesto a los beneficios extraordinarios de las empresas energéticas y a la banca, cuyas cifras de negocio se han multiplicado con la crisis.
Unos días después, la Comisión zanjaba el tema al decir que los impuestos “son muy necesarios”. Von der Leyen ha impulsado en la UE un tributo especial a las energéticas y ha obligado a Feijóo a contradecirse en cuestión de horas y defender un tributo técnicamente diferente al planteado por el Gobierno. Un vano intento de arrimarse al ascua europea e intentar marcar distancias con Sánchez.
Una vez más, Bruselas fue clara: “Puede ser más útil dar apoyos a las familias y empresas que bajar el IVA”. Y mientras el PP arreciaba las críticas porque “el Gobierno se está forrando” con los impuestos, la Comisión zanjó: “Son muy necesarios”.
En sus giros para adaptarse al nuevo mensaje europeo, Feijóo se ha topado con quienes no entienden de matices. Isabel Díaz Ayuso no solo reniega de las jerarquías que la relegan, sino de cualquier cosa que no responda a su mero interés. Así lo demostró en dos entrevistas consecutivas en las que apuntó, primero, contra el nuevo impuesto europeo (“ocurrencia de última hora”), y después contra la propia Von der Leyen al calificar de “tremendo error” el anuncio de un plan de ahorro energético a nivel europeo ante el encarecimiento de la factura.
Claro que Feijóo había arremetido previamente, y con fuerza, contra el plan de ahorro energético promovido por el Gobierno de coalición, aunque con anterioridad él mismo había reclamado algunas de las medidas contempladas (como limitar la temperatura del aire acondicionado) o planteado otras que el Ejecutivo no implementó, pese a que los bulos de la derecha así lo hicieran pensar.
Bruselas también ha felicitado a España por el plan de ahorro. Al igual que por el compromiso con las energías renovables. De hecho, Von der Leyen ha planteado aprovechar la crisis del gas para reducir la dependencia europea de este combustible fósil y contaminante y ahondar en la transición energética.
Un discurso que choca directamente con un Feijóo que ha reclamado al Gobierno reabrir las centrales más contaminantes. Justo en un momento en el que España es exportadora neta de electricidad. El dirigente del PP llegó a reclamar que se suspendieran las reglas medioambientales durante la actual crisis energética. Casi de forma inmediata, Von der Leyen volvió a dejar a Feijóo fuera de juego al apuntar la actual situación debería ser aprovechada como palanca para ahondar en la transición energética y el abandono de los combustibles fósiles. Justo lo contrario de lo planteado por el PP español.
Para cerrar la pésima relación de la derecha nacional con Bruselas, el dirigente gallego ha extendido sus críticas al comisario de Pesca, Virginijus Sinkevičius, dirigente del partido verde conservador lituano. El plan de la UE de limitar la pesca de arrastre y de fondo en determinados caladeros llevó a Feijóo a arremeter contra la Comisión para, inmediatamente, arremeter contra Gobierno de coalición por su supuesta inacción.
El problema es que el ministro de Agricultura, Luis Planas, ya había anunciado con antelación acciones legales contra una decisión que pone en riesgo el trabajo de muchos pescadores españoles. Feijóo, en vez de optar por alinearse con el Gobierno, buscó confrontar directamente con la Comisión Europea.
El enfado del PP con las autoridades comunitarias es evidente, con una supuesta aliada como Von der Leyen como némesis declarada de los planteamientos de la derecha española. En la reciente reunión de la Interparlamentaria que el partido celebró en Toledo, la alemana envió un mensaje enlatado para intentar apaciguar los ánimos con uno de los principales integrantes del PP europeo, justo en la semana en la que dirigentes españoles habían hablado de ella en tono despectivo como de una “socialdemócrata”. Von der Leyen tuvo palabras de ánimo para su “amigo” Feijóo, aunque su breve alocución estuvo plagada de referencias al momento de excepcionalidad que vive Europa, a la necesidad de situar en el mismo nivel los intereses del mercado y los del ciudadano. Todo, dijo, por la guerra de Ucrania, una tesis que confronta directamente con el relato del PP, que señala que la crisis es previa a la invasión rusa como fórmula para atacar al Gobierno.
El mensaje no debió convencer mucho a Feijóo, quien unos días después se sentó junto a José María Aznar a despacharse contra la UE. “Europa siempre había reaccionado, y había reaccionado con mucha determinación”, dijo en un coloquio organizado por Faes. Pero, añadió que echa “de menos esa determinación y esa rapidez en las decisiones de la Unión, porque estamos en un conflicto que a Europa le influye de una forma mucho más directa que a ninguna otra región mundial y tampoco hay grandes novedades”. Su predecesor al frente del PP apostilló: “Los liderazgos de hoy no interpretan la realidad y no tienen planes de futuro”.
Y todo, a unos meses de que arranque la presidencia española de la UE, que situará a Pedro Sánchez al frente del Consejo Europeo, mano a mano con la presidenta del Ejecutivo europeo, con quien ha demostrado ya tener la mejor de las sintonías, para desesperación de Feijóo.
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