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CRÓNICA

Feijóo sólo se preocupa por la “gente de bien” entre los que seguro que no están los que lean este artículo

21 de febrero de 2023 22:09 h

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El Partido Popular no puede esperar a que lleguen las próximas elecciones. Es intolerable que la “gente de bien” pase tanto tiempo fuera del Gobierno, que se aprueben leyes en favor de las minorías, esa gente rara entre las que se encuentran mujeres, inmigrantes y los que no van a misa los domingos, que la izquierda se crea con el derecho de subir la dotación de las becas y el salario mínimo. Cómo se atreven. Para los señores de derechas de toda la vida como Alberto Núñez Feijóo, todo esto es inaudito.

Feijóo había comenzado bien el debate aprovechando las diferencias entre el PSOE y Unidas Podemos de las últimas semanas. No pasa un día sin que los socios se arrojen a la cara alguna ley pendiente de aprobar o, en el caso de la ley de sólo sí es sí, una ya aprobada. Por la mañana, Patxi López desdeñó las propuestas que el Ministerio de Igualdad les ha pasado para reformar la norma –“enredan, pero no ayudan ni arreglan nada”–, con lo que la negociación parece imposible.

En Podemos tuvieron su turno con una entrevista al ministro de Agricultura, que cree tener una solución para el aumento del precio de los alimentos: “El mejor instrumento que tiene un ciudadano si no está de acuerdo con los precios es irse al supermercado de al lado que probablemente lo ofertará en un precio inferior”. No cabe duda de que Luis Planas es un hombre que cree en los milagros.

“La respuesta del Gobierno a la subida del precio de los alimentos no puede ser 'váyase a otro supermercado' –le respondió Ione Belarra– porque todas las grandes distribuidoras se están aprovechando”. Más duro fue que un portavoz de Podemos tildara de “saqueadores” a los representantes de las cadenas de alimentación a los que el ministro ha apoyado.

Así que Feijóo tenía materia prima para cuestionar al Gobierno y su coherencia interna, o falta de ella, y lo hizo de forma efectiva. Pero al final de su segunda intervención, que llevaba escrita, se decidió a dar la puntilla con una frase final que él creía perfecta para cerrar el ataque: “Deje ya de molestar a la gente de bien y de meterse en las vidas de los demás”.

Para el líder del PP, la “gente de bien” es la que es como él. Digamos que es un concepto muy poco constitucional. Se supone que todos los españoles son iguales ante la ley y merecen la misma protección de sus derechos.

No existe la gente de mal, de la misma forma que ya no existe la ley de vagos y maleantes.

Sánchez ya no puede contar con que Feijóo siga pagando la novatada parlamentaria de haber perdido la costumbre de hacer de líder de la oposición. Como en las más altas cotas de montaña, necesitas un tiempo para aclimatar el cuerpo. Ahora es otra cosa. Claro que ante tamaño regalo el presidente en la sesión del martes no lo iba a pasar por alto: “Nunca imaginé que reconocer derechos a minorías, como es el caso del colectivo trans, fuese a molestar a la gente de bien”, respondió.

Le falta imaginación a Sánchez. Evidentemente, las personas en que estaba pensando Feijóo no tienen ningún interés en ampliar derechos a las minorías. Cada vez que se han aprobado leyes con esos avances en el Parlamento, el Partido Popular ha votado en contra y los ha recurrido ante el Tribunal Constitucional. Con ocasión de la legalización del matrimonio de personas del mismo sexo, los dirigentes del PP afirmaron que una familia estaba formada por un hombre y una mujer, y no hay más que hablar. Todo lo demás era intrusismo.

“El matrimonio es, en su núcleo central y básico, una institución de contornos precisos que responde a la lógica de las necesidades naturales y sociales de nuestra especie”, decía el recurso del PP ante el Constitucional. A causa de esas necesidades sociales, no se podía conceder a gays y lesbianas los mismos derechos con los que cuentan los heterosexuales. No olviden que incluían lo de “nuestra especie”. A saber a qué especie pertenece toda esa gente que no hace el amor como Dios manda.

Además, se decía que la ley recurrida estaba provocando “un innecesario y profundo desencuentro social”. Es decir, la gente de bien estaba muy molesta con que se hubiera abierto el reconocimiento del matrimonio a esas personas a las que se podía definir de muy diferentes formas –seguro que conocían algunas palabras ofensivas sobre ellas–, pero no como lo que eran ellos. Eso mismo, gente de bien.

A la salida del pleno, los periodistas preguntaron a Feijóo a quiénes se refería con esa expresión. “Profesores, juristas y médicos”, dijo. Vaya, la dignidad está restringida a muy pocas profesiones. En el PP, eran conscientes de que la respuesta no era muy convincente. Después de exprimirse la materia gris, fuentes del partido dijeron que Feijóo se refería a “la España moderada”.

Como el PP dice representar en exclusiva a esa España moderada, resulta que todos los votantes de los demás partidos y los abstencionistas quedan fuera de ese perímetro moral. Al final, parece que España está llena de indeseables, empezando por todos los que están leyendo este artículo y el que lo escribe.

Mira que Feijóo parecía ir bien encaminado en su duelo con Sánchez, excepto alguna extravagancia como decir que no es el Gobierno el que ha subido el salario mínimo, sino las empresas. Aceleraba para llegar el primero a la meta y no se sabe qué pisó pero patinó en la última frase y se dio un fuerte castañazo. Se dejó los dientes en el suelo. El único consuelo es que es probable que la gente de bien se lo perdone.