“El que os diga algo, os estará diciendo su opinión. Pero no es información”. Así de explícito se mostraba la semana pasada uno de los asesores del todavía presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, para intentar detener las quinielas que algunos medios habían comenzado a publicar sobre la futura dirección que diseñaba ya entonces el virtual presidente del PP y único candidato a suceder a Pablo Casado. Un paso más en la larguísima carrera del político gallego, que acumula décadas saltando de cargo en cargo y que ha hecho del “hermetismo”, en palabras de quienes lo conocen bien, una de las claves de su éxito. Ni siquiera está claro a día de hoy quién lo sucederá al frente de la Xunta que entró a gobernar en 2009 ni su sucesor como líder del partido en Galicia.
A una semana de que se celebre el XX Congreso (extraordinario) del PP, muy pocos, si acaso los elegidos, tienen pistas sobre cuál será la apuesta de Feijóo para ocupar los cargos más importantes en la organización, empezando por la Secretaría General. Es un puesto clave, la lista de quienes han ocupado ese puesto así lo acreditan: Francisco Álvarez Cascos, Mariano Rajoy, Ángel Acebes, Javier Arenas o María Dolores de Cospedal, entre otros.
El último, Teodoro García Egea, ha sido el que peor ha salido del cargo, pero sus predecesores han sido durante lustros y algunos décadas pesos pesados en la derecha española. Suele ser un trampolín para entrar al Gobierno, aunque no siempre en posiciones aventajadas, como le pasó a Cospedal, quien logró incorporarse al Ejecutivo de Mariano Rajoy a la segunda y como ministra de Defensa. Antes tuvo que lidiar como número dos del partido con el escándalo de los pagos con dinero negro a la cúpula del partido, desvelados por el que fuera tesorero Luis Bárcenas, con el caso Gürtel o la corrupción generalizada en la Comunidad valenciana y Madrid, entre otros.
La elección de Feijóo será especialmente importante tras el fiasco de García Egea, a quien todo el partido le ha pasado facturas pendientes de cobro tras convertirse en el malo oficial del PP por investigar los pagos a un hermano de Isabel Díaz Ayuso por parte de una empresa que ha contratado con el Gobierno que ella preside. Las bases del partido, al menos en Madrid, ni olvidan ni perdonan y le dedican el refrán más popular: “Los trapos sucios se lavan en casa”.
“Es muy hermético. Extremadamente hermético”, repiten los diputados a los periodistas en el patio del Congreso. Los pocos que en las últimas semanas salen a uno de los puntos de encuentro habituales para las conversaciones informales entre políticos y redactores. La climatología no ha acompañado, pero la consigna es clara, y así lo han entendido los miembros del grupo parlamentario. “Si hay una filtración, sabe de quién viene”, asegura un diputado que lo conoce bien. Y lo sabe porque el círculo con acceso a la información es limitado, muy limitado.
Así se ha comportado en Galicia, donde ha ido nombrando conselleiros sin que se filtrasen antes los nombres y avisándolos horas antes de hacer públicos los nombramientos. Estos días allí reina el desconcierto sobre quién se quedará al frente del Gobierno gallego. El último secreto que Feijóo se ha guardado para su círculo más restringido. Como cuando en 2018 mantuvo hasta el último segundo el suspense sobre si concurrir a las primarias para suceder a Rajoy y lo descartó.
Desde que Casado pactó su dimisión en diferido, casi a la vez que las tropas rusas comenzaban la invasión de Ucrania, algunos nombres han adquirido prevalencia. Cuca Gamarra fue ascendida a coordinadora general, un cargo pocas veces ocupado. El anterior fue Fernando Martínez Maíllo, hoy senador, con Cospedal como número dos. La portavoz parlamentaria es la única persona de la dirección saliente que mantiene una agenda potente. No solo ha asumido la oposición directa a Pedro Sánchez en las sesiones de control al Gobierno en lugar de Casado, sino que es la principal referencia orgánica del partido, aunque no tanto como para representar a su partido en las reuniones del PP europeo.
Junto a Gamarra ha emergido una figura de ese viejo PP que ha reivindicado Feijóo desde que asumió el salto a Madrid: Esteban González Pons. El presidente del Comité Organizador del Congreso (COC) tuvo una reaparición en escena muy potente: arremetió contra Vox, partido al que llegó a calificar de “extrema derecha” en plenas negociaciones en Castilla y León.
El pacto de Alfonso Fernández Mañueco con los de Santiago Abascal arruinó su discurso y provocó un duro reproche del PP europeo. El incendio lo tuvo que apagar el propio González Pons, eurodiputado que se mueve bien en Bruselas, un cargo que limita sus opciones de asumir puestos de la máxima relevancia en Madrid.
Con Gamarra como fija en los cara a cara con Sánchez, lo que podría apuntar a un papel relevante en el PP de Feijóo, el grupo parlamentario ha ido rotando en las últimas sesiones parlamentarias a diferentes portavoces contra las principales figuras del Gobierno. Hasta la caída de Casado y Egea, ambos se repartían al líder del PSOE y a la de Unidas Podemos (antes de Yolanda Díaz, lo hacía con Pablo Iglesias). Gamarra se enfrentaba siempre a la vicepresidenta primera, Nadia Calviño (antes, a Carmen Calvo).
La última intervención de Casado en el Pleno del Congreso fue el pasado 23 de febrero. Ese día ya no fue García Egea quien preguntó a Yolanda Díaz, sino Diego Movellán. Después lo han intentado con la también ministra de Trabajo los diputados Mario Garcés y Carolina España. Esta última semana, no hubo pregunta del PP a Díaz.
El salto de Gamarra a preguntar a Sánchez también ha abierto las cuestiones a Nadia Calviño. La vicepresidenta primera las ha recibido de Jaime de Olano, de Elvira Rodríguez e incluso una interpelación de Pablo Hispán, ex jefe de gabinete de Casado y, en principio, centrado en los asuntos de política internacional. A la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, le han inquirido Juan Diego Requena, Guillermo Mariscal, César Sánchez.
Son ejemplos de lo que algunos en el PP consideran un “testeo” de posibles portavoces para el futuro. Feijóo llega a Madrid con un importante lastre: no tendrá presencia en el Congreso. Todo apunta, aunque no lo ha querido confirmar, a que ocupará una plaza en el Senado por designación autonómica, pero la Cámara Alta ofrece una escasa visibilidad salvo cuando hay sesiones de control, una al mes habitualmente. Y Sánchez no siempre asiste.
Este viernes, en Pamplona (Navarra), Feijóo apeló en un acto interno a recuperar a “los que faltan” en el PP porque “no vale solo tener la razón”. “Los que nos votaban y no nos han votado”, dijo. “Los que nunca se han interesado por la política”, añadió. Y apuntó: “Los que se han ido y están dispuestos a volver si ven en nuestra casa que hemos reorientado nuestras políticas y formulamos un proyecto creíble”.
El futuro presidente del PP ha dejado caer siempre que ha tenido oportunidad en las últimas semanas que quiere recuperar para el primer nivel a personas que fueron descabalgadas con la llegada de Casado. Algunos ya han recuperado presencia. Pero otros, y otras, están en la actividad privada, como la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría o la exministra de Trabajo, Fátima Báñez.
Esta semana, quizá temerosos de ser señalados como filtradores, la presencia de diputados del PP por los pasillos y el patio del Congreso fue menor de lo habitual. El enigma se resolverá en los próximos días, lo más cerca que pueda Feijóo del 1 de abril, cuando tendrá que presentar su candidatura formalmente en el congreso de Sevilla, así como los principales dirigentes que le acompañarán. También se tendrá que desvelar tanto el nuevo presidente de la Xunta como del PP de Galicia. Hasta entonces, todo son nervios. Y quinielas.