España produce más energía eléctrica de la que consume. No solo desde que Rusia invadiera Ucrania, el pasado mes de febrero, sino desde unos meses antes. Las tensiones previas a la guerra ya permitieron a España cerrar el último tramo de 2021 como exportadora neta, con un total entre septiembre y diciembre de 2.194 gigavatios hora (GWh) más de los que recibió de los países limítrofes con los que hay interconexión, según los datos de Red Eléctrica Española (REE). El vuelco es casi total ya que el operador público había previsto un saldo importador para ese año de 1.462 GWh, y se cerró en 215. En lo que va de 2022 el balance favorable para España es de 9.310 GWh. Es decir: España cubre sus necesidades y, además, vende su excedente fuera. Algo que no tiene visos de cambiar en los próximos meses, y una rareza histórica que podría convertirse en permanente.
Pese a los datos, el PP de Alberto Núñez Feijóo se ha lanzado a criticar con dureza la política energética del Gobierno y prepara una propuesta en la materia que todavía no ha concretado al completo, pero entre cuyas medidas hay una que el líder de la oposición repite de forma insistente: recuperar la producción de energía en las centrales térmicas que utilizan el carbón como materia prima. También insiste en la necesidad de alargar la vida de las nucleares.
La idea la ha defendido Feijóo de forma más o menos precisa desde que el pasado mes de abril presentara su autodenominado “Plan de medidas urgentes y extraordinarias en defensa de las familias y la economía de España”. El documento ya señalaba que “las medidas de impulso al cierre y desinversión de determinadas tecnologías del mix de generación eléctrico, sin una planificación previa y adecuada que pueda garantizar el suministro eléctrico mediante fuentes energéticas alternativas, han impactado gravemente en el tejido industrial”, así como “a las pymes y también a las familias”. El texto, redactado por el equipo económico del PP, pedía también “mantener todas las tecnologías disponibles a su máximo de capacidad”.
El PP no mencionaba de forma expresa ninguna tecnología. Pero en los últimos días ha afinado el tiro. Desde que el pasado fin de semana Feijóo arrancara el curso político en Galicia, y a razón de acto por día, no ha habido intervención en la que el líder de la oposición no haya reclamado la reactivación de las centrales térmicas, así como ponerlas a máximo rendimiento.
El lunes, en una rueda de prensa en la sede nacional del partido, Feijóo sí las mencionó expresamente. “La política energética es una equivocación”, dijo. “Los alemanes abren centrales térmicas y en España cerramos todas”, apuntó, para sumar “a los polacos” a esta tendencia y denunciar que el Gobierno español está “solo en el planteamiento ideológico de la energía que lleva a un incremento del precio de la energía que no podemos seguir pagando”.
“Nuestro planteamiento es ampliar todas las fuentes de acuerdo con la normativa europea para incrementar la producción y abaratar el coste”, señaló Feijóo. Un mensaje que ha repetido machaconamente desde entonces. El miércoles en Málaga, por ejemplo, donde dijo que “uno de los mayores fracasos” del Gobierno “es su política energética” porque “ha limitado de forma irresponsable la capacidad de producción energética de España”. Una afirmación que no se compadece con las cifras, pero que le valía al líder de la derecha española para reiterar:“ Mientras polacos, alemanes y otros países de la Unión Europea potenciaban sus centrales térmicas, aquí se han cerrado todas”.
El presidente del PP sigue los pasos de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, quien dijo falsamente que el tope al gas ha encarecido el precio de la luz. Feijóo apuntó en el estreno del curso político andaluz que la política energética del Gobierno la “paga el ciudadano, los trabajadores” porque “sube la factura de la luz”. La realidad es que los hogares españoles pagan la luz un 41% más barata que Italia y un 27% menos que Alemania.
El viernes, precisamente ante Ayuso, Feijóo cerró su semana energética con una frase lapidaria: “No pongan límites a la capacidad de producción de energía al menos mientras no pase la crisis energética”.
Pero la realidad es que las centrales térmicas de carbón están dejando de ser rentables. Un ejemplo de central de carbón es la de As Pontes, en A Coruña, cuyo cierre mejoró notablemente los datos de CO2 en toda la región (éxito que se anotó el Gobierno de la Xunta de Feijóo). La central, que Endesa reabrió, emitía 6,9 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, tanto como lo que sale por los tubos de escape de 2,3 millones de automóviles nuevos.
La generación de electricidad con carbón supone, según los datos de REE, alrededor del 3% del total diario. La nuclear y la solar fotovoltaica, por ejemplo, rondan el 20%, con la eólica un poco por detrás. La principal fuente sigue siendo el ciclo combinado, el gas, que este agosto ha sido el 33% de todo el mix energético.
Porque la clave del discurso de Feijóo no es solo que medioambientalmente podría suponer un retroceso en los avances logrados en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero o altamente contaminantes. Sino que técnicamente está plagado de imprecisiones y frases que no aguantan la realidad de la producción de energía.
¿Se puede pisar el acelerador en la producción eléctrica?
Núñez Feijóo ha dicho estos últimos días que “centrarse solo en el ahorro y no en el incremento de producción energética es comprar el chantaje de Rusia, que se basa en la escasez” y que España debe aprovechar “al máximo sus capacidades energéticas para priorizar el servicio energético”. Sin embargo, pisar el acelerador en la producción eléctrica no es tan fácil porque, según recuerdan diferentes fuentes consultadas, la generación eléctrica se ajusta a la demanda, un ajuste o casación que se realiza de forma diaria y que está en manos de REE.
Es decir, en un hipotético escenario en el que todas las energías funcionaran al 100%, sin casarlas con la demanda eléctrica prevista, esa energía se tendría que almacenar porque nadie la va a consumir. El problema es que esa capacidad de almacenamiento -por ejemplo, vía baterías- hoy por hoy, no existe, como ya apuntó Pablo Casado en febrero en un desafortunado discurso que pretendía desacreditar el uso de la energía solar.
El resultado, por tanto, de hacer efectiva la frase de Feijóo (“no pongan límites a la capacidad de producción de energía”) sería el derroche de la materia prima y contaminación para terminar desechando esa energía.
¿Vendemos más electricidad a Francia tras el tope al gas?
Es cierto que España está enviando más electricidad a Francia este año que en ejercicios anteriores, pero no hay una relación directa entre la puesta en marcha el 15 de junio del tope al gas. Tampoco la hay directamente con la invasión rusa de Ucrania y el despegue de los precios de la energía en que ha derivado.
Por ejemplo, en el mes de enero de este año, sin guerra, España exportó a Francia 939 GWh de electricidad; e importó la mitad del país vecino, 520 GWh, según los datos que publica REE. En cambio, en febrero no sucedió lo mismo, se exportaron 229 y se importaron más de 1.200 GWh. Ese mes, según los informes que publica el operador, se hundió en más de un 34% la producción renovable en España. En cambio en abril, cuando el saldo exportador era otra vez positivo, la generación de electricidad verde ya había remontado el vuelo y crecía más de un 17%, en comparación con el año anterior.
En mayo, el último mes completo sin la llamada excepción ibérica, se enviaron a Francia 844 GWh y se recibieron 465. Y en julio, ya con el tope en marcha, los intercambios de las interconexiones que publica REE indican que se exportaron al país presidido por Emmanuel Macron 1.107 GWh y se recibieron 143 GWh.
Es cierto que estos últimos datos distan mucho de lo que ocurría hace un año, cuando el saldo era al revés, porque Francia nos enviaba mucha más energía de la que le vendíamos (1.372 GWh frente a 145 GWh), pero es que la situación de Francia también es muy distinta. Desde hace meses, el país vecino tiene parados más de la mitad de su parque nuclear. “Necesitan importar toda la electricidad que sean capaces”, aseguró la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, en el Congreso a finales de junio, cuando solo se llevaban 15 días del tope al gas.
Según estos datos podría tener sentido la idea de Feijóo de producir mucha más energía, toda la que España pueda, para vendérsela así a los países vecinos. El problema es otra vez técnico: no se puede. Las interconexiones entre España y Francia tienen un tope. No se puede enviar toda la energía que se quiera. Por eso la Península Ibérica ha sido denominada una “isla energética” con respecto de Europa y, por eso también, se permitió a España y Portugal negociar un tope al gas.
El resultado, por tanto, sería el mismo que en el caso anterior: gasto de materia prima, contaminación y energía desperdiciada.
¿Invertir en nucleares para atajar la crisis actual?
La nuclear debería ser otro de los pilares, según la tesis del PP. Feijóo también ha reiterado que se debe poner fin al paulatino cierre de las centrales programado por España para las que actualmente hay en uso e incluso ha planteado la necesidad de abrir nuevas.
Obviando los problemas de seguridad y de gestión de residuos que presenta este tipo de energía, España no tiene previsto el cierre del siguiente reactor nuclear hasta 2027, por lo que prolongar la vida de las nucleares no tendría ningún efecto sobre la actual crisis energética. El próximo invierno, y el siguiente, España tendrá la misma capacidad nuclear decida lo que decida sobre esta energía.
Además, existe un abismo entre planificar la puesta en marcha de una planta nuclear y que esta entre en funcionamiento. Meritxell Bennasar, responsable de campaña nuclear de Greenpeace, explicó a elDiario.es lo que está ocurriendo en Finlandia con la instalación de Olkiluoto 3: “Va a costar 11.000 millones de euros, cuando iban a ser 3.000. La construcción se empezó en 2005 y se pensaba que se acabaría en 2009. Estamos en 2022 y sigue sin estar”.
El Ejecutivo español mantiene el calendario previsto de cierre de los reactores nucleares -que va de 2027 a 2035- y, en paralelo, plantea aumentar la capacidad instalada de energías renovables. De hecho, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico acaba de poner en marcha la revisión al alza de sus objetivos de producción mediante estas fuentes. En parte, porque lo exige Bruselas pero, también, porque se va más rápido de lo que se pensaba, por ejemplo, en energía solar y autoconsumo.
¿Se subvenciona la electricidad a Francia?
Además de las nucleares, y de que Francia está comprando a España más electricidad que antes del tope al gas, el otro argumento que esgrime el PP contra la política energética del Gobierno es que los españoles están subvencionando al país vecino los GWh que compra a España.
Los de Feijóo señalan precisamente al tope al gas como responsable de esta situación, pero el PP no ha explicado hasta ahora en qué es basa para hacer tal afirmación ni cómo ha calculado que esta “subvención” supera ya los 400 millones de euros.
elDiario.es ha intentado en varias ocasiones, sin éxito, que algún portavoz del partido que lidera Feijóo justifique esta acusación.
Desde de Ministerio de Transición Ecológica sí responden: “Francia también contribuye a pagar el ajuste a las centrales de gas a la hora de aplicar el Mecanismo [tope al gas], puesto que el 50% de las denominadas rentas de congestión de la interconexión se destinan a ello”.
¿Y qué son estas rentas? Cada año, Red Eléctrica de España, Réseau de Transport d’Électricité (RTE) y Redes Energéticas Nacionais (REN), los operadores de los sistemas eléctricos de España, Francia y Portugal, asignan una capacidad de intercambio, para ver cuánta energía se puede comprar y vender (intercambiar) entre los tres mercados. Y se hace en una suerte de subastas. Las últimas se llevaron a cabo en diciembre de 2021 y derivaron en que España perciba este año 110 millones de euros por el intercambio de electricidad a los países vecinos.
“La gestión de las subastas de la interconexión tiene un coste y unos pagos a los sujetos en el día a día”, explican fuentes del ministerio. “Una vez saldados esos importes, el excedente se reparte al 50% entre España y Francia y se destina a sufragar los costes de construcción de red para reducir la congestión”.
Ahora, con la aplicación del Mecanismo Ibérico, excepcionalmente, esas rentas de congestión que se generen durante su aplicación se destinarán a minorar el coste de ajuste a las centrales de gas. Es decir, para rebajar lo que se paga a las gasistas por haber puesto un tope al precio del gas.
Por otro lado, en caso de que en una determinada hora el precio de la interconexión se sature en sentido exportador, se produce el denominado “desacoplamiento de mercados”. Es decir, aparece un precio en España (más bajo) y otro en Francia (más alto). En estas circunstancias, una comercializadora francesa que compre energía en España a través de la interconexión pagará el precio de Francia, más caro. La central española, en cambio, percibirá el precio español (más bajo) y la diferencia entre ambos es la renta de congestión, que se emplea para reducir el coste del ajuste del Mecanismo Ibérico, explican las citadas fuentes.