Feijóo intenta ponerse duro y le pegan con un periódico en toda la cara
La gente ya sabe que Alberto Núñez Feijóo no derrocha carisma, pero desconoce la presión que tiene que soportar. Este martes, se levantó con ganas, porque tenía una de esas citas del calendario en las que no puede fallar: un enfrentamiento directo con Pedro Sánchez en el Senado. Y casi sin tiempo para tomarse el primer café, BADABUM, la primera en la frente. La portada de El Mundo estaba encabezada por el titular: “El PP anima a Feijóo a ser 'implacable' con Sánchez: 'Es el momento'”.
Siete meses después de ascender a la cúpula del PP y todavía le ponen exámenes.
El presidente del Partido Popular se había mantenido una semana alejado de los periodistas en la medida de lo posible. Pretendía que no le salpicara la manifestación contra la política sanitaria del Gobierno de Díaz Ayuso con las inevitables preguntas sobre el trato de la sanidad pública en Madrid. De repente, empezaron a circular artículos que destacaban ese hecho, que era cierto, y en algunos casos se iba más lejos y se volvía a cuestionar si puede hacer frente a Sánchez. Ante el pleno del martes, barones y exdirigentes del PP exigían a su jefe que endureciera su estilo.
Feijóo ya tiene que saber que tener un papel protagonista en Madrid te obliga a perseguir los titulares como si fueras un perro corriendo detrás de cada coche. Termina resultando agotador. Y ahora encima con Sánchez agitando un periódico desde la ventanilla para reírse de él.
La situación es un tanto absurda. Las próximas elecciones no se van a dilucidar por una sesión de control de unos pocos minutos celebrada un año antes. Por el tono histérico de algunos medios de comunicación con columnistas que anuncian la muerte de España cada semana y la tendencia natural del PP al garrotazo en toda la cara, cualquier cosa que no sea una agresión constante al Gobierno se tacha de rendición ante el enemigo.
Feijóo no le hace ascos a sacar el garrote, aunque a veces parezca que no es lo suyo. Había comenzado el martes diciendo que el Gobierno está siendo muy bueno “para los agresores sexuales”. Eso sí gusta a la chavalada del PP. Que parezca que el Gobierno representa al mal en todas sus vertientes más nefastas.
Su apuesta es hablar de economía. Eso no le está dando muchas alegrías últimamente, ya que la inflación española está entre las más bajas de Europa y el precio de la luz ha dado un respiro a todos en otoño, lo que algo bueno dirá del tope del precio del gas. Eso no calienta mucho los bajos instintos del dirigente medio del PP, que quiere ganar las próximas elecciones, pero que a corto plazo lo que quiere es que alguien diga que Sánchez es Satanás con trajes bien cortados.
En el pleno del Senado, Feijóo tomó aire y lanzó unas cuantas invectivas contra el presidente sin centrarse en una sola. De economía, prácticamente no dijo nada. Como le habían reclamado mano dura, le quedaba hablar de lo que en los periódicos llaman “ideología”. En este contexto, ideología significa saltar al ring y mentarle la madre al enemigo.
“Está generando un clima irrespirable en España”, dijo con una de esas afirmaciones hiperventiladas que son las que hacen que luego los tuyos puedan decir que has estado muy bien. Hizo dos referencias a los agresores sexuales, que según el argumentario del PP y Vox están ahora dando vueltas por miles por toda España tramando nuevas violaciones, sólo porque unos catorce han sido puestos en libertad ahora con antelación a la pena original.
Sánchez no dio muestras de estar muy impresionado por la versión hardcore de Feijóo. La portada de El Mundo le concedía lo que creía que era una baza ganadora. La llevó al hemiciclo para enseñar el titular mencionado y además destacó otra más, la del día en que Feijóo cedió a la presión y rechazó culminar la renovación del CGPJ que ya estaba negociando.
“Usted, señor Feijóo, presume de ser un político previsible, y es cierto, no hay más que leer las portadas de los medios conservadores para saber lo que va a hacer y decir ese día”, dijo Sánchez. Esto de que le presenten como una marioneta de los medios que supuran furia en cada portada puede ser un poco exagerado, pero seguro que les encantará escucharlo a los votantes socialistas.
Por alguna razón, Feijóo sacó el tema de la moción de censura que le exigen Vox y Ciudadanos, ahora hermanos de sangre en el intento de presionar al PP para que presente una iniciativa condenada al fracaso. El presidente del PP no debería dignarse ni a mirarles a la cara con esa idea destinada a desgastar a su propio partido, más que al Gobierno. Pero esta vez lo hizo. “Ojalá pudiéramos hacer una moción de censura”, le dijo a Sánchez. Nada se lo impide, excepto el cálculo de beneficios políticos de los que no habló. Luego comentó que la moción se hará el 28 de mayo con las elecciones autonómicas y municipales.
Sonó flojito. No importó a los senadores del PP, que se levantaron de sus escaños para darle una ovación. En realidad, eso lo tenía garantizado Feijóo desde el primer minuto. Hubieran aplaudido con energía hasta a los agresores sexuales si estos se hubieran presentado en el Senado para denunciar al Gobierno.
Puestos a destacar vulnerabilidades, hay que anotar que Sánchez confesó una en relación a Catalunya. Al responder a un senador de Junts, afirmó que “el Gobierno ha tomado decisiones muy valientes, decisiones que no han sido compartidas por la mayoría social del país”. Se refería a los indultos a los políticos independentistas condenados por el Tribunal Supremo.
Sánchez no estaba mintiendo. Admitir que esas medidas de gracia han sido una decisión impopular que le supondrá un desgaste en las urnas es relevante. Es una constatación de que eso le hará más daño a los partidos del Gobierno en las elecciones de 2023 que la oratoria de Núñez Feijóo.
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