Feijóo tacha de “humillación insorportable” la elección de “un salvadoreño experto en guerrillas” como verificador

Víctor Honorato

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Un silencio atípico envolvió durante unos segundos este mediodía el Templo de Debod de Madrid, donde miles de personas convocadas por el PP se habían reunido para protestar contra la amnistía a los políticos catalanes del ‘procès’. Alberto Núñez Feijóo acababa de decir que no iba a “cuestionar la legitimidad del gobierno” y muchos de los militantes y simpatizantes presentes, acostumbrados en las últimas demandas a discursos que bordean lo insurreccional, se quedaron brevemente mudos. En seguida añadió Feijóo que sí cuestiona la “sinrazón”, “amoralidad” y “desvergüenza”, de Pedro Sánchez, pero el entusiasmo de los asistentes ya no era el mismo. Ante las 8.000 personas allí reunidas, según datos de Delegación del Gobierno, el líder popular ha tachado de “humillación insoportable” la elección de un diplomático salvadoreño como coordinador del mecanismo de verificación en las negociaciones entre PSOE y Junts.

Las arengas en el filo han vuelto a caracterizar el discurso del líder de la oposición este domingo. Feijóo ha insistido en que España no se rinde, ha exigido “en nombre de España” que “cese el despropósito” de las negociaciones entre PSOE y Junts, pero al final de cada soflama ha añadido la fórmula “cívicamente”, “democráticamente” o similar para que no se pueda decir que se pasa de la raya con sus llamadas a la acción. Esto choca con la familiaridad con la que los manifestantes de las últimas semanas ante las sedes del PSOE insultan personalmente al presidente del Gobierno. Como los gritos de “hijo de puta” resultan groseros ya hasta en el fútbol, la presidenta del PP de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha codificado ahora la injuria con la expresión “me gusta la fruta”, que resulta mucho más digerible a los “españoles de bien”. Este hallazgo discursivo ha sido una constante en los cánticos de buena parte del público, unas 8.000 personas según la Delegación del Gobierno. Fueron 170.000 en la convocatoria más numerosa de las recientes contra la amnistía, según las cifras del gobierno.

Entre los últimos detalles conocidos de las negociaciones en Ginebra entre PSOE y Junts destaca la identidad del verificador, el salvadoreño Francisco Galindo. “Un experto en guerrillas latinoamericanas”, ha dicho Feijóo con ironía, para criticar luego la cesión de soberanía que supone según los populares ceder este papel a un extranjero. Al mismo tiempo, sin embargo, Feijóo ha apelado a Europa, por la Unión Europea, para que tercie por España ante la supuesta crisis de credibilidad que arrastra por culpa de las acciones de Sánchez. “En nuestro nombre no se negocia”, que ha vuelto a censurar la “equidistancia” del presidente respecto a Hamás e Israel, sin referirse al bombardeo de civiles en Gaza.

Igual que en representante de España, Feijóo se ha erigido en defensor de la Constitución, que habría de servir de ariete con el que derribar “el muro” con el que el PSOE querría supuestamente aislar al PP e incidir en la “apropiación indebida” de los poderes del Estado, el “intercambio de ministerios con el sectarismo” o el “pacto encapuchado con Bildu”, entre otras perniciosas actividades.

Somos más y tenemos razón: una tesis

Antes de Feijóo había hablado Ayuso, que se despidió con un “buenos tardes y buena fruta” tras asegurar que “España está más viva que nunca y no va a pasar por este atropello”, que “Madrid simboliza a España entera” y por eso “todo” va contra “un bando”, pese a que los madrileños no están “en contra de nadie” sino “a favor”, como ilustraría, en su opinión, que “cada vez más españoles” quieran acudir a la capital, así como la entrada de inversiones. Todo el discurso de la presidenta regional pivota en torno a dos ideas que reiteró: “Somos más y tenemos razón”. De tan evidentes que son, no caben discrepancias o matices, según la tesis capitalina. “Viva la Constitución, viva la democracia y Viva España”, dijo Feijóo para cerrar el acto. Los gritos del público llamando a encarcelar a Pedro Sánchez y Carles Puigdemont, desprovisto de megafonía, pasaron prácticamente desapercibidos.