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CRÓNICA

A Felipe González no le gustan los indultos del procés, pero no va a hacer un drama

Felipe González en su aparición en 'El Hormiguero'.
27 de mayo de 2021 00:55 h

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El disparo de Felipe González salió rozando el larguero. En el caso de que en Moncloa estuvieran muy preocupados por lo que pudiera decir el expresidente en la entrevista en 'El Hormiguero' sobre los indultos a los presos del procés, es probable que al final se secaran el sudor y pensaran: ni tan mal. O podría haber sido peor. Para quedar más o menos aliviados, debieron esperar al final. Su primera opinión había sido negativa sobre la concesión del perdón, si bien adornada con los múltiples comentarios que le gusta añadir y que le hacen saltar de un tema a otro (es capaz de cambiar de continente en menos de veinte segundos). Fue al final de la entrevista, en el momento en que Pablo Motos ya le estaba despidiendo, cuando González volvió a sacar el tema por su cuenta para ofrecer unos matices que hasta podría emplear Pedro Sánchez en las innumerables ocasiones en que se debata la cuestión en el Congreso.

Motos intentó en varias ocasiones que González marcara un gol por toda la escuadra de Pedro Sánchez con varias preguntas sobre su nivel de satisfacción a cuenta del estado de su partido o del Gobierno. Es cierto que el expresidente puede ir enlazando parrafadas interminables hasta el infinito y más allá, pero cuando sabe que está cerca de asestar una estocada mortal para el PSOE actual, tiende a frenar en el último momento. “Yo soy del PSOE 'a fortiori', pase lo que pase”, dijo cuando Motos le preguntó si se sentía representado por el PSOE de Sánchez.

Sobre el indulto, fue claro al principio: “En estas condiciones, yo no daría el indulto”. Por otro lado, desdeñó la cuestión del arrepentimiento de los presos o la falta de él. “Es una palabra anticuada”. Destacó que la Constitución española no es “militante”, es decir, no exige la asunción de determinados valores, como es el caso de Francia. Aun así, “lo que no admite es que nadie rompa unilateralmente las reglas del juego”. Sin embargo, pareció que afirmaba que la política debe moverse en un campo que no esté limitado al espacio que dejen los tribunales. “Esta politización de la justicia o judicialización de la política es un desastre”, dijo González.

Ya había dado el titular que esperaba la derecha sobre los indultos. Sea porque González siempre tiene algo más que contar o porque se le quedó en la cabeza la idea de que había perjudicado a Sánchez y su partido, volvió a incidir en el tema cuando Motos le estaba dando las gracias por la entrevista. “El debate no es si se arrepienten, sino si están dispuestos a respetar la legalidad vigente, sea la Constitución o el Estatuto”, comenzó a decir. Esa es una frase que Moncloa debería subrayar, porque siempre podrá sostener que el indulto no es una forma de hacer posible un nuevo referéndum de independencia, sino de abrir un escenario de diálogo donde ahora sólo hay confrontación.

Siguió en esa línea que Sánchez puede intentar rentabilizar en el debate sobre los indultos. “Lo fundamental es la lealtad institucional. Cuando alguien es desleal, yo no quiero que vaya a la cárcel, sino que no ocupe la responsabilidad que le permite ser desleal”. Ahí se alejó de la intención de la derecha de mantener en prisión a los líderes del procés el mayor tiempo posible y estableció la primacía del campo de la política: trabajar para que una situación como la de 2017 no se vuelva a repetir. Para impedir que alguien “desleal” forme un Gobierno en Catalunya, eso pasa por la política y las urnas, que son las que eligen a los representantes políticos.

La prioridad sería defender la esfera de actividad de la política, que es un tema del que González habla mucho, no subcontratarla a jueces y fiscales.

Como la mayoría de los políticos retirados, Felipe González quiere ser escuchado. Hace tiempo que comprendió que el estilo agresivo y hasta despectivo con el que se manejan en sus declaraciones otros miembros de eso que se llama la vieja guardia del PSOE –Leguina, Corcuera, Rodríguez Ibarra y otros que también echaban pestes de Zapatero– sólo contribuye a la marginación en el campo socialista y a ser jaleado sólo por la derecha. El expresidente sabe hasta dónde llegar. Tampoco es que su contacto personal con Sánchez sea muy directo. Comentó que en 2019 hubo contactos para que se reunieran en torno a los meses de la formación del actual Gobierno, pero no se concretaron al final.

Motos le pinchó para que dijera que los políticos actuales no dan la talla comparados con él y los de su generación. Curiosamente, en estos casos nunca se pregunta si los votantes son peores que los de antes. Ante el público, queda mejor atizar a los políticos como fuente de todos los males. Ahí González se hincha un poco y se suele hacer querer, aunque tampoco los descalifica a todos. Esta vez, sonó más deprimido. “Me siento huérfano de representación, y no me refiero al PSOE”, comentó, por creer que es un problema generalizado. “No siento ganas de aplaudir a nadie en el Congreso”.

Dijo que había votado por correo a Ángel Gabilondo en las elecciones de Madrid, pero que si lo hubiera decidido después de ver el debate de los candidatos en un viaje que hizo a Madrid, que le dejó muy decepcionado, no está seguro de si hubiera votado. “Me horroriza la política de bloques”.

Acto seguido, recordó el tiempo del consenso y los Pactos de La Moncloa, pero eso ya es como hablar del cine en blanco y negro en un festival de cine y decir que ya no se hacen filmes como los de Ingmar Bergman. Quizá sea cierto o quizá es lo que se espera que diga una persona de cierta edad, pero la gente tiene derecho a seguir yendo al cine a ver nuevas películas.

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