Ya no es tiempo de andarse con contemplaciones ni de respetar a la dirección del partido. Se acabó lo de lanzar críticas en términos genéricos por aquello de no coincidir exactamente con los mensajes de la derecha. Felipe González y Alfonso Guerra han escuchado la palabra 'amnistía' y se han lanzado al combate contra lo que ha hecho o lo que suponen que hará Pedro Sánchez. No lo mencionan nunca, como si los acontecimientos políticos se produjeran por generación espontánea. Es la única concesión que hacen y tiene pinta de que pronto llegará el momento en que prescindan de ella.
En la noche del miércoles, se presentaba un libro en Madrid –eso sucede con frecuencia– y el plantel de actores sí que ofrecía un cartel con pegada. Según Guerra, ambos llevaban ocho o nueve años sin compartir escenario. Sus contactos personales son esporádicos desde hace muchos años. Formaron la pareja política más poderosa de los años ochenta en España. Algunos piensan que continúan viviendo en esa época. Cuando gruñen por lo que ocurre en el presente, lo parece.
González aceptó presentar el libro 'La rosa y las espinas', editado por La Esfera de los Libros, un resumen de un documental de Manuel Lamarca de 2019 que consistía en una entrevista con Guerra en la que pasa revista a su trayectoria. No mucho tiempo después de las elecciones de julio y sin haberse formado Gobierno, había motivos para rechazar el ofrecimiento. En realidad, a González le pareció perfecto. Ahora es cuando quiere que se le escuche.
No fue un debate entre ambos. Cada uno soltó su discurso. Guerra lleva tiempo denunciando cualquier tipo de acuerdo con partidos nacionalistas. Sus argumentos son indistinguibles de los de la derecha. Las posiciones públicas de González han solido ser más matizadas, sin querer cortar toda relación con Sánchez y la dirección del PSOE. Esta vez, su idea era diferente y confirmó que quería llegar más lejos. Por eso, al empezar dijo que estaba de acuerdo con lo que había dicho su anterior vicepresidente.
Ambos se ocuparon de negar que fueran algo así como disidentes del PSOE. “Yo no he sido desleal. No he sido disidente. El que ha sido desleal ha sido el otro”, dijo Guerra refiriéndose a Sánchez. Comentó que él estaba de acuerdo con la frase de Sánchez de que no podría dormir con Podemos en el Gobierno. Luego, “el otro” cambió de opinión, dijo. Lo mismo con el referéndum del 1-O y la concesión de indultos a los condenados del procés.
“La paradoja que tenemos, Alfonso, es que defendemos las posiciones del partido. Pero, como hay tanto ruido, no se nos oye”, comentó González. En realidad, a él se le escucha siempre y los medios de comunicación dan una amplia cobertura a sus palabras. Antes, había dicho que sigue la doctrina del partido, en relación a las resoluciones del último congreso.
Lo que no apareció en ese congreso es ninguna apuesta por pactar acuerdos con el Partido Popular, que arrojó hace tiempo a los socialistas a las tinieblas de los enemigos de la Constitución. González fue esta vez enfático: “Si no hay acuerdos entre el PSOE y el PP, no habrá ninguna reforma importante que se pueda hacer”. Es un mensaje que suena bastante parecido a lo que está diciendo Alberto Núñez Feijóo en las últimas semanas.
Más tarde, reincidió en esa opinión, incluso con más energía. No habrá “ninguna reforma seria” sin esos acuerdos. Adujo que la opinión pública los reclama. “Lo que yo oigo es que la gente está harta” de que no existan consensos entre los dos grandes partidos.
González introdujo a un nuevo protagonista en su lista de personajes menos queridos. No perdona a Yolanda Díaz que viajara a Bruselas para reunirse con Carles Puigdemont. No es que esté en desacuerdo, es que le parece indigno, con lo que hay que deducir que no estaría muy contento si la líder de Sumar continúa en el Gobierno. “No es digno trasladarse a Waterloo (la reunión se celebró en el Parlamento Europeo) como si fuera a ver al emperador del Paralelo. Y quien lo hace no puede representarnos”.
Hubo más dardos contra Díaz. Se burló de ella por “dar lecciones de política” sin haber ganado ninguna elección. Y por esto último, terminó poniéndose del lado de Núñez Feijóo para defenderlo de las críticas de la vicepresidenta. Entre el PP y los aliados del PSOE, González ya no tiene dudas sobre sus favoritos.
La posible concesión de la amnistía a los políticos catalanes es lo que ha hecho que ya no se corte nada. “Con la amnistía, estoy con los (juristas) que han razonado que no cabe en la Constitución”. Lo que más le preocupa es que “la amnistía hace desaparecer el delito, lo borra”.
Guerra fue más agresivo en ese tema. Ve la amnistía como algo detestable que supera el conflicto político de Catalunya, porque “se pretende borrar un pasado democrático”. Es una medida que sólo ve aceptable en el paso de una dictadura a una democracia. Al final, se lo toma como algo personal: “La amnistía significa la humillación deliberada de la generación de la Transición”. Cómo pudiste hacerme esto a mí, en versión de la vieja guardia.
Las palabras de González y su contundencia –“no podemos dejarnos chantajear por nadie y mucho menos por minorías en vías de extinción”– abren el paraguas para que cualquier dirigente socialista se pueda cobijar en él. No es una sorpresa que Emiliano García-Page, que asistió al acto, se aproveche. El presidente de Castilla La Mancha ya ha manifestado su rechazo absoluto a la idea de amnistía.
Está por ver cuántos socialistas seguirán esa línea y por ejemplo se unirán a González en esa petición de que se convoque un congreso extraordinario con el que cambiar un programa político que se está vulnerando ahora en su opinión.
En el final de su intervención, Felipe González hizo una broma a cuenta de su edad (81 años, Guerra tiene 83). Se preguntaba cómo se va a recibir este fuego graneado sobre Sánchez. “Ya sé cómo lo van a interpretar. Que somos viejos. Que somos de otra época”. Ese es un dato innegable, que ellos mismos habían confirmado antes con sus opiniones. Guerra dijo que “la nueva política no es otra cosa que una estafa descomunal”, un análisis no muy sofisticado. “Cuanta más información hay, más confusión”, se quejó González. “Y he llegado a la conclusión de que hay más ignorancia”.
No son de este mundo (político). Y no les gusta nada de lo que ven.