El sistema político surgido de la Transición española se tambaleó hace 10 años. La cúspide del Estado, encarnada en el rey Juan Carlos I, estaba en el centro de una tormenta política y judicial de alcance internacional por sus negocios ocultos que terminó con su abdicación y posterior destierro. A la creciente crisis económica y social que sufría España desde 2008 se unió una crisis institucional que derivó en una sucesión en favor de su hijo, Felipe de Borbón. El objetivo: salvar la monarquía. Una década después de su coronación, Felipe VI ha detenido la sangría, pero no ha logrado recuperar la imagen de la Casa Real.
Los pocos datos sociológicos que hay (el CIS no pregunta por ello) apuntan a que los españoles desaprueban a la institución monárquica, preferirían un referéndum para decidir el modelo de Estado y su heredera, Leonor de Borbón, no cuenta, hoy por hoy, con un respaldo mayoritario. Mientras, un incipiente movimiento republicano surge con la mirada puesta en el futuro, no en el pasado. Este domingo se ha convocado una marcha en Madrid que no se referencia en la II República ni en criticar que la transición de la dictadura a la democracia no rompió con la Jefatura de Estado decidida por Francisco Franco, sino que busca asentarse precisamente en esa dicotomía que recogen los sondeos. “Democracia, sí; monarquía, no”, será el lema.
El próximo 19 de junio se celebra el décimo aniversario de Felipe VI como rey de España. Este año también se han cumplido dos décadas de su matrimonio con Letizia Ortiz. Y a finales de 2023 la Princesa de Asturias cumplió 18 años y asumió el acatamiento de la Constitución ante las Cortes Generales, lo que la consagra como heredera al trono que su familia ostenta desde hace más de tres siglos, con las únicas excepciones de las dos experiencias republicanas.
Tres efemérides que la Casa del Rey ha intentado utilizar como palanca para incrementar la popularidad del jefe del Estado, de su esposa y de su hija mayor. Una tríada fundamental en una institución hereditaria como es la monarquía, donde la primera responsabilidad de quien reina es garantizar la sucesión consanguínea.
Leonor y su familia han protagonizado, sobre todo en los últimos meses, imágenes pretendidamente costumbristas y alejadas del boato y la parafernalia propia de la realeza. Fotografías y vídeos de Leonor de Borbón, su hermana Sofía y sus padres en actitudes que buscan equipararse a cualquier familia media: comiendo en su casa, paseando o sentados de forma desenfadada en un banco de un parque.
Desde el Palacio de la Zarzuela se han distribuido también otros documentos gráficos con un carácter más oficial, como los del adiestramiento militar de Leonor, o las recepciones oficiales con diferentes motivos. Una estrategia de comunicación que funcionó en el pasado con Juan Carlos de Borbón, quien logró altas cotas de popularidad en España de la mano de Sofía de Grecia.
Pero nada parece indicar que ahora esté funcionando todo lo bien que funcionó hace cinco décadas, cuando ciertos sectores se referían a Juan Carlos como “el breve”. Pero remontó y, no sin poca ayuda del poder económico, político, social, y un sector mediático que decidió no fiscalizar a la Corona, acabó afianzando la institución monárquica en España.
Para que esto ocurra, la popularidad de la Familia Real es un elemento clave para su perpetuación. La abdicación de Juan Carlos I llegó en 2014 y a lomos de unas encuestas que dejaban claro el alejamiento de la sociedad con el rey. Así lo reveló quien fuera jefe de la Casa del hoy rey emérito, Rafael Spottorno, junto a uno de sus directores de comunicación, Javier Ayuso, en un coloquio organizado por la Agrupación Sabatini el pasado mes de mayo.
Zarzuela hacía sondeos “semanales”, que nunca se hicieron públicos y que eran consultados por padre e hijo. Según explicaron, la debacle en la imagen del rey suscitó su relevo en su hijo, mejor valorado por los españoles.
El proceso sucesorio llegó en un momento político especialmente convulso. Podemos irrumpió con cinco eurodiputados y un discurso que entroncaba con las demandas sociales y territoriales del momento y varias generaciones que habían dicho basta en el 15M. El PSOE, liderado por Alfredo Pérez Rubalcaba, se estrelló. Y el bipartidismo, sostén de la institución monárquica, se hizo añicos con uno de sus peores resultados en las urnas: menos del 50% de los sufragios.
Era el final de un camino que España comenzó a transitar unos años antes. Los escándalos económicos y amorosos de Juan Carlos I tuvieron uno de sus momentos cumbre en 2012, durante una cacería de animales salvajes en Botsuana donde el rey tuvo un accidente que derivó en un ingreso hospitalario y en aquellas disculpas públicas dirigidas al pueblo español que, mientras contabilizaba los despidos y los desahucios por miles, tuvo que ver las fotos de su rey posando al lado de un elefante muerto: “Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir”.
Todo, unido a las imputaciones a su hija y su yerno, Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarin, finalmente condenado, a los papeles de Bárcenas, las tarjetas ‘black’, el caso de los ERE, el reparto desigual de la crisis y las aspiraciones secesionistas catalanas, que tenía programado para ese mismo 2014, en noviembre, su primera consulta independentista.
Juan Carlos de Borbón no esperó a recibir un varapalo electoral como el de Alfonso XIII, el rey que escapó de España ante el empuje republicano en unos comicios municipales en abril de 1931. “No tengo hoy el amor de mi pueblo”, dejó escrito el bisabuelo del actual rey antes de exiliarse mientras en edificios públicos de todo el país se izaba la bandera tricolor.
80 años después, el sistema decidió ponerse en marcha antes de que fuera tarde. Rubalcaba aguantó al frente de un PSOE hundido para dirigir la abdicación desde un partido que afrontaba unas primarias que llevaron a Pedro Sánchez a la Secretaría General. El PP y los socialistas pactaron la sucesión para evitar cualquier sobresalto.
Todo fue como se programó. Juan Carlos tomó la decisión de abdicar tras 15 meses de reflexión, según desveló El Periódico. Felipe fue rey. Las huestes republicanas no asaltaron las calles. El partido al que todos miraban, uno de los motivos confesados de la decisión del relevo en la Jefatura del Estado, optó por el silencio. Era cuando Podemos prefería no hablar de la monarquía, del aborto y de otras cuestiones que pudieran lastrar su ascenso meteórico en las urnas.
Las fundaciones de Juan Carlos I y Felipe VI
La abdicación tampoco acabó con los escándalos económicos. De hecho, Juan Carlos de Borbón vio como la que fuera su amante, y acompañante en aquella cacería de Botsuana, Corinna Larsen, aireaba algunos asuntos que fueron misiles a la línea de flotación de la institución.
Larsen desveló un secreto que destaca por encima de los demás: la existencia de “fundaciones” (en realidad, vehículos financieros) que gestionaban desde paraísos fiscales (Suiza, Panamá, Bahamas,...) una cantidad desconocida de millones de euros. Una de ellas, Zagatka, tenía como administrador al primo del hoy rey emérito, y desde ella se abonaron viajes privados de la Familia Real española. De toda, desde el propio Juan Carlos a la reina pasando por los nietos. Y con unos fondos que no se ha aclarado de dónde salieron.
Otra, Lucum, habría sido el destino del “regalo” de 100 millones de dólares que Juan Carlos I recibió de la familia real de Arabia Saudí. Un dinero que, supuestamente, fue transferido luego en su totalidad o en parte a Larsen, quien supuestamente se lo quedó.
El diario británico ‘The Telegraph’ publicó con mucho detalle el trasiego de dinero y las sospechas sobre su origen y destino. La Hacienda Pública española abrió una investigación, lo que derivó en un proceso judicial. En Zarzuela sonaron las alarmas y, pese a la inviolabilidad del jefe del Estado que consagra la Constitución, el rey emérito optó por el destierro en Abu Dabi, donde la opacidad financiera es total y desde donde no podía ser extraditado a Suiza, país que estaba investigando sus cuentas. Lo más parecido a un perdón, después del televisado “lo siento mucho, no volverá a ocurrir”.
El rey emérito abonó cuatro millones de euros a Hacienda por los viajes y, con el tiempo, las causas abiertas contra él fueron cerradas. El dinero salió de un supuesto préstamo de unos empresarios que no ha sido devuelto (declararlo como una donación supondría la obligación de pagar otros impuestos). En el resto de los casos, los que afectaban a su etapa de monarca, La Justicia considera irresponsable al rey de España, inviolable, por lo que no puede ser juzgado. Suiza tampoco pudo seguir investigando al no hallar colaboración. También los jueces británicos pararon la investigación. Caso cerrado.
Pero hay flecos sin atar que afectan directamente a Felipe VI. Porque ‘The Telegraph’ desveló que el rey de España era también beneficiario al menos de esas dos fundaciones.
Felipe VI lo supo mucho antes que el resto de los españoles. Si no fue en un primer momento, cuando tuvo que firmar los documentos legales que le permitían acceder a esos fondos, lo hiciera o no, lo fue después, ya que él mismo lo reconoció al hacer pública su intención de “renunciar” a la herencia de su padre. Una declaración de intenciones de la que no se sabe más.
Zarzuela hizo público el comunicado de Felipe VI el 15 de marzo de 2020, al día siguiente de que el Gobierno decretara el estado de alarma en España por la pandemia del coronavirus. En el breve texto, la Casa del Rey asumió que sabía desde 2019 de su “supuesta designación como beneficiario de la Fundación Lucum, desde el momento en que se produjese el fallecimiento de Su Majestad el Rey Don Juan Carlos”. Felipe VI, siempre según esta versión, escribió a su padre para que “si fuera cierta su designación o la de la Princesa de Asturias como beneficiarios de la citada Fundación Lucum, dejara sin efecto tal designación”.
La referencia a Leonor de Borbón se mantuvo durante todo el comunicado, lo que da cuenta del interés del rey de salvaguardar la línea sucesoria.
El rey hizo dos años después un gesto de transparencia a medias, ya que la información financiera que hace pública es muy limitada. Además, buena parte de los gastos de la Corona los paga el Gobierno. Y no solo la seguridad o asuntos oficiales. Pero la principal duda es que Felipe VI dijo haber renunciado, en su nombre y en el de su hija, a los fondos de Lucum y Zagatka. Pero es imposible saber si hay más dinero oculto.
Tres crisis y un incipiente movimiento republicano
El resultado del proceso sucesorio ha cumplido parte de sus objetivos, pero no todos. La primera encuesta pública tras la coronación de Felipe VI deparó un resultado poco alentador. Según el barómetro del CIS de abril de 2015, un 57,4% de los españoles valoraba “positivamente” la “forma en la que realiza su labor” el jefe del Estado.
Pero había otra pregunta. La Monarquía como institución suspendió con un 4,34. Una mitad de España valoraba a Felipe de Borbón un año después de la abdicación, pero su modelo de Estado merecía un suspenso.
Fue la última vez que el CIS preguntó por la Monarquía o por el rey. El instituto público de opinión ha evitado analizar qué piensan los españoles de su jefe de Estado y de la Corona, aunque sí pregunta por otras muchas instituciones.
Y tampoco muchas encuestadoras privadas lo han hecho, al menos de forma pública. En 2019, por ejemplo, Ipsos desveló que el 37% de los españoles quería abolir la monarquía. El porcentaje de quienes reclamaban un referéndum sobre la forma de Estado superaba el 50%.
Resultado similar a un estudio reciente encargado por elDiario.es que, además, revelaba el posible resultado de esa hipotética consulta: el 44,7% apoyaría la república y un 43,5%, la continuidad de la Corona.
Pero había otro dato muy revelador en esa encuesta de elDiario.es de noviembre de 2023, realizada al calor de la jura de la Constitución de Leonor de Borbón, lo que la ratificó en su papel de heredera. A la pregunta “¿estás de acuerdo con que la jefatura del Estado en España sea un cargo hereditario por lo que Doña Leonor será la próxima reina?”, un 43,9% de los encuestados respondieron que ‘sí’, mientras un 50,5% dijeron ‘no’.
Es decir, no solo hay una mayoría de españoles que quieren un referéndum para elegir entre monarquía y república, y suspenden a la institución de la Corona (según el dato del CIS de 2015), sino que ponen en duda la sucesión concreta de Felipe VI a Leonor de Borbón, siempre según los pocos datos que son públicos.
El politólogo Lluís Orriols cree que la sucesión de 2014 “ayudó a taponar el deterioro en caída libre” de la Corona, tal y como reflejaron las encuestas. Pero la popularidad de la monarquía como institución no está en los niveles “de hace 20 años”.
Para Orriols sigue habiendo una “crisis preocupante” para el rey que “tiene un triple eje”. Una crisis generacional, porque “los jóvenes cada vez apoyan menos a esta institución”; una crisis territorial, ya que hay comunidades autónomas donde el respaldo al rey es casi anecdótico; y una “crisis ideológica” ya que “está muy apoyada entre los votantes de derechas, pero mucho menos entre los votantes de izquierdas”.
Tres crisis que ponen en duda su labor más importante, la de simbolizar “la unidad de los españoles”.
¿Y qué sostiene a la monarquía, entonces? Según Orriols, que no existe una alternativa viable. “La institución no está en riesgo porque, si bien la monarquía no es transversal, las alternativas tampoco lo son, y aquí sí que impera el poder del blindaje del ‘statu quo”. “La monarquía goza de una salud mejorable, pero goza de esa salud porque tiene una unidad inquebrantable de la derecha”, apunta el politólogo. “Y, muy importante aunque se dice menos, del apoyo del PSOE”, añade.
Hasta ahora el movimiento republicano en España ha sido muy autorreferente, con marchas cíclicas cada 14 de abril o 6 de diciembre. Pero este domingo hay convocada en Madrid una manifestación precisamente por el décimo aniversario de Felipe VI. “Por primera vez tendrá otro registro”, asegura uno de sus principales organizadores, Rafa Mayoral.
El exdirigente de Podemos y exdiputado defiende que el movimiento republicano debe dejar de mirar al pasado para pensar en el futuro. El objetivo no es rememorar lo que fue, sino exigir un referéndum concreto sobre la forma del Estado.
Mayoral cree que, hoy por hoy, la monarquía está “tolerada” en España. Pero duda más de las posibilidades de heredar por parte de Leonor de Borbón. El organizador de la marcha del 16 de junio reconoce que la actual Familia Real “no genera antipatía”, pero tampoco “simpatía”. Y, como apunta Orriols, no existe “un movimiento republicano fuerte” que pueda hacer de contrapeso.
La marcha cuenta con la adhesión de un centenar de organizaciones, entre ellas Podemos, IU o los comunes; Ecologistas en Acción; o ateneos de diferentes localidades. También miles de personas han firmado el manifiesto, como Carlos Bardem, Justa Montero, Pablo Iglesias, Yayo Herrero, Alberto San Juan, Olga Rodríguez, Mar Cambrollé o Califato ¾. El discurso en la Puerta del Sol lo leerán el cineasta Benito Rabal y la periodista Irene Zugasti.
Para este abogado que dejó hace ya algunos años la primera línea de la política institucional, Felipe VI es “un rey de derechas”, sobre todo tras su discurso del 3 de octubre de 2017 en respuesta al referéndum del 1-O. Una etiqueta que le costará quitarse, asegura, incluso aunque arrecien las críticas desde sus supuestos defensores.
La explosión ultra que ha vivido España en el último lustro, primero con la irrupción de Vox y desde este 2024 con la del partido de Alvise Pérez ha llegado de la mano del proceso independentista en Catalunya y de la propagación de bulos contra el Gobierno y las instituciones durante la gestión de la pandemia.
Pero la recién promulgada ley de amnistía ha abierto una leve grieta. Hace unos meses se hizo hueco en redes sociales la expresión “Felpudo VI”. Pero la rúbrica de la norma por parte del rey ha provocado un paso más. Ya no son cuentas automatizadas en Twitter, sino dirigentes políticos con nombres y apellidos que piden cuentas al rey.
Alvise Pérez es uno de ellos, de forma muy histriónica y faltona, como es habitual. Pero también el partido que, hasta ahora, más efervescentemente monárquico se había mostrado: Vox. Esta misma semana, su portavoz parlamentaria, Pepa Millán, pidió expresamente al rey una “respuesta” contra la ley.
El décimo aniversario de la coronación de Felipe VI puede suponer un punto de inflexión para la monarquía española. Juan Carlos de Borbón prepara su regreso a España, una vez cerrados los casos judiciales. Tras los problemas de sus primeras visitas, e incluso el distanciamiento forzado que teatralizó su hijo, las idas y venidas del rey emérito ya no generan ningún problema de comunicación a la Zarzuela. Tampoco su presencia en el palco de honor del estadio de Wembley, donde acudió a ver la final de la última Champions League junto a su nieto, Froilán de Marichalar y Borbón. La vuelta del rey emérito será el siguiente escollo para la monarquía y sus defensores.