Félix Bolaños, el hombre tranquilo que asciende a pieza clave del Consejo de Ministros
Félix Bolaños (Madrid, 1975) no es periodista sino abogado, pero sabe más por lo que calla que por lo que cuenta. Casado y con un hijo, es un hombre discreto y de pocas palabras con los medios que huye de los focos tanto como de las luchas intestinas o las conspiraciones monclovitas. Desde hace mucho tiempo -más de lo que se sabe- ha sido la verdadera sombra de Pedro Sánchez, su confidente, su negociador en el seno de la coalición y con otras fuerzas políticas y un hombre de su máxima confianza.
Nunca se colgó medallas. Nunca contó lo que no debía. Nunca filtró ni intoxicó a la prensa. Eso se lo dejaba a otros. Concretamente, a Iván Redondo, con quien desde que ambos aterrizaron en La Moncloa jamás tuvo especial química. No en vano, uno tiene un extenso currículum de propagandista con ínfulas de estratega y el otro siempre piensa en clave política sin olvidarse de los detalles técnicos. Pese a que inicialmente vendieron que eran un tándem llamado Oliver y Benji, que chocaran era cuestión de tiempo y pasó pronto.
Abogado del Banco de España y militante de la Federación Socialista Madrileña, fue de los primeros en apostar por el hoy presidente del Gobierno en las primarias a cara de perro que se libraron en 2017 por la secretaría general del PSOE. Desde entonces ha vivido por y para Sánchez, que le nombró secretario general de la Presidencia desde su primer gobierno. Para muchos, era algo más que eso.
Si hubiera que buscarle un igual en anteriores Ejecutivos ese sería José Enrique Serrano, quien fuera jefe de gabinete con los presidentes Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. De hecho, con quien fuera su homólogo en La Moncloa habla con frecuencia para cuestiones técnicas porque nadie como Serrano, una fuente de autoridad para cualquier socialista, controla todos los resquicios de la estructura del Estado.
Bolaños es como Serrano, el The quiet man del Gobierno, un hombre sereno y pacífico como el que interpretó John Wayne, que de regreso a su Irlanda natal, de donde salió con 12 años rumbo a Estados Unidos, descubrió que la vida no era tan idílica como esperaba y todo le resultó desconocido. A Bolaños sin embargo no le costará acostumbrarse al nuevo paisaje del Ministerio de Presidencia porque ya había asumido, por encargo de Sánchez, el papel de coordinación entre los ministerios, una competencia que le correspondía de facto a su antecesora y vicepresidenta primera, Carmen Calvo.
El carácter explosivo de Calvo y sus diferencias políticas con otros ministros -fueran del PSOE o de Unidas Podemos-, hicieron que el presidente delegase en ocasiones en Bolaños, quien ejercía de facto del verdadero jefe de Gabinete, la negociación de asuntos especialmente delicados o encallados en el seno de la coalición. El último, la redacción de la Ley Trans aprobada hace apenas una semana después de meses de acalorada discusión entre la ex vicepresidenta y la titular de Igualdad, Irene Montero.
“Es el afinador de la Moncloa”, le definía hace ya meses un alto cargo gubernamental, que recuerda que él era el encargado de poner la “música” en el BOE en asuntos peliagudos como el primer decreto del estado de alarma para confinar a todo el país: “Es el que hace que todo lo que aprueba el Consejo de Ministros suene bien y sea una pieza precisa”. En las resistencias que en Ferraz surgieron rápido hacia la Moncloa tras la moción de censura, Bolaños quedaba fuera de las trifulcas. “Él es un hombre de partido y se le respeta”, argumentaba un fontanero socialista. Y rápido fue un buen enlace entre el Gobierno y el partido. Cuando la guerra entre Redondo y la cúpula socialista ya no era ningún secreto, Bolaños dejó clara su sintonía con la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, con quien ha compartido ya varias veces escenario en actos del partido.
Más allá de las paredes de La Moncloa, el rostro de Bolaños fue casi desconocido hasta que se encargó con acierto del proceso de exhumación de Franco y previamente de la negociación con la familia para sacar los restos del dictador del Valle de los Caídos. A él le corresponderá ahora defender oficialmente la ley de Memoria que este martes va en segunda vuelta al Consejo de Ministros.
Con la fallida “operación Murcia” con la que Ciudadanos y el PSOE intentaron hacerse con el Gobierno regional y la alcaldía mediante sendas mociones de censura, Redondo pretendió con escaso éxito endosarle el fracaso de una estrategia diseñada desde Ferraz -aunque la interlocución con el número dos de Ciudadanos, Carlos Cuadrado, por la confianza que desarrollaron durante las negociaciones del estado de alarma- y desacreditarle a través de algunas de sus terminales mediáticas, pero no lo logró. La confianza que el presidente tenía en él era indestructible.
Discreto, reservado y meticuloso, antes de que el presidente le fichara llevaba una década trabajando como jefe de la división de Asesoría Jurídica Laboral y Documentación del Banco de España, institución en la que ingresó en 2005 tras obtener la única plaza convocada para letrado asesor en materia laboral, sindical y de Seguridad Social.
Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, ha ejercido la abogacía y en 2001 comenzó a trabajar en el departamento laboral del despacho Uría Menéndez Abogados. También fue docente en el Instituto de Empresa (IE Law School).
En el PSOE fue designado secretario de la Comisión Federal de Ética y Garantías en el primer mandato de Sánchez y es autor de las normas internas del PSOE que se aprobaron en el Comité Federal el 17 de febrero de 2017, después de la guerra civil que los socialistas vivieron en 2016 como consecuencia de la abstención en la investidura de Mariano Rajoy.
Desde septiembre de 2017 hasta agosto de 2018 fue también secretario de la Fundación Pablo Iglesias, donde desembarcó con José Félix Tezanos y encontró de Alfonso Guerra papeles que, por lealtad al disco duro del socialismo y por respeto al ex vicepresidente del Gobierno, jamás vieron la luz. Hoy se mantiene como patrono de la fundación. Y mañana será ya, con la publicación en el BOE de su nombramiento, el nuevo ministro de la Presidencia y la mano derecha del presidente, ya que acumulará todas las competencias que tenía Carmen Calvo en la vicepresidencia.
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