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La huelga feminista, el 8M y el desborde imparable y sin tutelas

Una mujer en la manifestación del Día Internacional de la Mujer / Olmo Calvo

Andrés Gil

La huelga feminista ya es un éxito. Antes de que concluya la jornada de paro, sin saber la participación. Poco importan los datos, porque han ganado el relato y la hegemonía. Se han impuesto en las conversaciones, los debates y la batalla cultural. La opinión pública y la publicada lleva semanas hablando de ellas, y las manifestaciones que se vivirán este 8M serán multitudinarias. Y eso, todo eso, refuerza el lema del 8M: “Si nosotras paramos, el mundo se para”.

El movimiento feminista no sólo es hegemónico, imparable, también es libre, diverso, transversal, rompe fronteras de organizaciones y partidos, para conectar directamente con la ciudadanía. ¿Cuántas mujeres de las que harán la huelga han leído el manifiesto? ¿Y cuántas de las que participarán en la manifestación? Seguramente una parte de ellas, incluso podríamos aventurar que una pequeña parte de ellas. Pero no importa. ¿El cardenal Osoro ha leído el manifiesto? Hace unos días mostró su apoyo a la huelga feminista.

La capacidad de movilización tiene muy escasos antecedentes recientes, que se remontan al 15M, el No a la Guerra, la huelga del 14D, las manifestaciones por Miguel Ángel Blanco, el 23F o el 1-O. Cada uno con sus particularidades, contextos y momentos históricos.

Por todo ello el movimiento feminista está ganando la batalla. El feminismo es ya un significante poderoso, en el que se referencian mujeres diversas –en lo cultural, en lo político, en lo laboral, en lo biográfico...–, y que a través de él construyen una comunidad y un movimiento social y político que no para de crecer en torno a una idea indiscutible: “Si nosotras paramos, se para el mundo”.

Y por ello cuestiona el statu quo, porque sus reivindicaciones ponen en cuestión cómo se han estado haciendo las cosas hasta ahora. Cuestionan el funcionamiento del capitalismo, de las relaciones laborales, las relaciones de pareja, la crianza, los cuidados, el lenguaje, los acosos, la violencia machista. Porque la denuncia de la desigualdad atraviesa todos los ámbitos y pone en crisis todos los ámbitos de la vida.

Por eso el feminismo supone una revolución social, porque señala las desigualdades cotidianas y, así, suma infinidad de voluntades: ¿qué mujer no ha sufrido y sufre el machismo? Todas. ¿Y qué poder que se ve amenazado no reacciona? Todos.

El movimiento feminista es imparable, hegemónico, sin límites, y por eso es temido y combatido, porque supone una amenaza para los poderosos, para quienes quieren mantener el statu quo económico, político y social. 

La huelga del 8M está ganada desde antes de empezar, porque el movimiento feminista, una marea imparable, ha convertido su lema en sentido común: “Si nosotras paramos, se para el mundo”.

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