Los fotógrafos ambulantes que recorrían antaño ferias y fiestas con una pesada cámara de madera a cuestas y decorados enrollables en los que colocaban a sus clientes son homenajeados en una exposición que se celebra en el Photomuseum de Zarautz (Gipuzkoa), que recoge 82 de sus instantáneas.
José María Uriarte, comisario de la muestra, que se celebrará hasta el 17 de febrero, ha explicado a EFE que las fotografías forman parte de su colección personal, que ha recopilado gracias a cesiones o visitando mercadillos, ya que apenas existen fondos documentales sobre el trabajo de estos fotógrafos que, sin pretensiones artísticas, lograron acercar la fotografía a nuevas poblaciones y hacerla asequible a muchos bolsillos.
Fotógrafos minuteros es como se llamaba a estos magos de bata blanca, que retrataban al aire libre, en ferias y fiestas, en las que colocaban a sus clientes ante unos decorados enrollables capaces de trasladarlos, al menos durante unos segundos, a emblemáticos monumentos como las pirámides de Egipto o la Torre Eiffel.
También había paneles que incluían calculados agujeros para que los modelos introdujeran sus cabezas y pudieran emular así que viajaban en un avión o en un gran transatlántico o que lucían vistosos trajes de flamenca.
Uriarte, autor de una publicación sobre los fotógrafos minuteros, explica que sus módicos precios contribuyeron a hacer popular una disciplina artística en la que casi todo, desde los decorados hasta habitualmente las cámaras, era confeccionado por ellos mismos.
De hecho, en la exposición organizada en Zarautz puede verse una cámara auténtica, artesana, de las que se fabricaban los propios fotógrafos, que forma parte de los fondos del Photomuseum y que se calcula que será de la década de los años 30 o 40 del siglo XX.
Uriarte precisa que la actividad de estos peculiares feriantes se produjo entre 1915 y 1970, aunque su mayor popularidad se concentró en las décadas de los años 40 y 50, ya que a partir de 1960 su presencia en las calles se redujo progresivamente hasta desaparecer.
Realizaban sencillas fotografías en blanco y negro, algunas marcadas con los dedos de su autor tras manipular los líquidos, aunque con la ventaja de que su entrega era inmediata y, a veces, incluso enmarcada tras un cartón con forma ovalada o de corazón.
Los álbumes familiares se han convertido en archivos de este fenómeno popular y universal que en España sigue vivo gracias a Ángel Román Allas, considerado el último minutero del país.
De hecho, la exposición que se celebra en Zarautz incluye un pequeño homenaje a este segoviano de 85 años, protagonista de un fenómeno popular y universal del que apenas quedan vestigios salvo en los álbumes familiares.
Por Clara García de Cortázar