Entre las 12:30 y las 13:00 horas del 29 de octubre pasado, un Skoda Octavia con los cristales tintados entra en la urbanización Golf de Girona, en Sant Julià de Ramis. Al volante del coche oficial va el mosso d’Esquadra 2684. Nadie le acompaña. La escena no es extraña para los residentes. El destituido Carles Puigdemont y su familia han regresado al chalet que dejaron en 2007, cuando se convirtió en el aspirante de CiU a la alcaldía de la capital gerundense.
Lo que no pueden imaginar sus vecinos es que la próxima vez que vean al expresident de la Generalitat será en televisión, a 1.200 kilómetros de allí. En las 48 horas que van de ese momento a la reaparición de Puigdemont en Bruselas resultan clave dos agentes de su escolta, otros dos mossos que son pareja, la esposa del expresident y un todoterreno que cruza la frontera con Francia sin papeles en la guantera.
El día de la fuga de Puigdemont es domingo. Dos días antes, un Consejo de Ministros extraordinario ha resuelto aplicar el artículo 155 en Catalunya y cesar a todo el Govern. La Fiscalía ya ha anunciado que presentará una querella contra Puigdemont y los consellers por rebelión en la Audiencia Nacional. Encima de la mesa está que la Fiscalía pida prisión para todos ellos y la jueza Carmen Lamela acuerde encarcelar a los miembros del Gobierno cesado por la vía del artículo 155.
Al mediodía de ese domingo, el sargento 2684 entra y sale varias veces del domicilio que Puigdemont comparte con su esposa, la periodista Marcela Topor, y sus dos hijas. El cabo al frente del dispositivo de escolta en ese momento, agente 5431, asegura después a Asuntos Internos que vio por última vez al expresident entre las 13:00 y las 14:00 horas, un rato después de que entrara a la vivienda por primera vez el sargento.
A 50 kilómetros de allí, en la localidad de Llinars del Valles, vive el matrimonio formado por un cabo de la Brigada Móvil y una subinspectora de Tráfico. Ese domingo ha ido a visitarles un amigo, agente destinado en la escolta de Puigdemont. El sargento 2684, el que luego llevaría al expresident a Bruselas, aparece en la vivienda en plena visita a la pareja de su compañero de escoltas. Son casi las seis de la tarde. El sargento pide al matrimonio que le presten un coche discreto para un asunto relacionado con el trabajo. Así lo han contado con posterioridad a la División de Asuntos Internos.
El sargento no da más explicaciones, pero pide a los dos hombres que vayan con él. A su compañero del equipo de escoltas le indica que se ponga al volante del coche oficial de Puigdemont. Al cabo de la Brigada Movil le solicita que les siga con el vehículo familiar, un todoterreno de la marca Mazda de color blanco. Van a dirigirse al domicilio de Puigdemont. Nadie hace preguntas, según la declaración del agente de su escolta a los agentes de Asuntos Internos.
Cambio de coche en el punto acordado
A dos kilómetros de la urbanización Golf de Girona los vehículos se detienen. El sargento cambia de coche, se monta en el vehículo oficial y pide a sus dos compañeros que esperen en el todoterreno. Cuando quedan pocos minutos para las ocho de la tarde, el sargento dice a los agentes que custodian el domicilio que tiene que entrar con el coche oficial al garaje para dejar unos paquetes.
En ese momento, sale en otro coche la mujer de Puigdemont. Entra entonces el sargento con el Skoda. A los cinco minutos, el mosso vuelve a salir del garaje con el coche oficial. Los agentes del dispositivo no ven que nadie le acompañe, pero al poco, el sargento llega al punto de encuentro con sus dos compañeros. Del vehículo oficial desciende el expresident.
La mujer de Puigdemont había regresado a casa enseguida. Los investigadores sospechan que Puigdemont salió oculto en el vehículo de su esposa por si había en la zona presencia de los servicios de Información del Estado. Puigdemont cambió el coche de su mujer por el Skoda oficial en un punto acordado. De ahí fue a encontrarse con los dos mossos que esperaban en el todoterreno.
Antes de desaparecer con el president en el 4X4, el sargento 2684 pide a sus compañeros una última cosa, que devuelvan el vehículo oficial al Complejo Central de los Mossos, en Sabadell. Lo pueden hacer esa misma tarde o al día siguiente. Cuentan a Asuntos Internos que deciden hacerlo al día siguiente, así que regresan con el Skoda Oficial a casa del agente de la Brigada Movil, en Llinars del Valles.
Estación de servicio en Francia, 23:20 horas
Una vez en su casa, el cabo recibe una llamada del sargento. El todoterreno no lleva la documentación y le pide que se la acerque a la primera área de servicio que se encuentre en Francia, una vez superado el paso fronterizo de La Jonquera. En el mismo coche oficial de Puigdemont, los dos mossos emprenden camino y llegan al lugar acordado a las 23:20.
Al llegar se acercan al todoterreno, pero el sargento no está acompañado de Puigdemont sino de un hombre al que identifican como un amigo del expresidente al que han visto en otras ocasiones. Los agentes aseguran no saber cómo se llama. El empresario Josep Maria Matamala aparece recurrentemente en las imágenes que luego captan a Puigdemont en la capital belga durante los primeros días.
“Me voy a Bruselas”, han asegurado después los mossos que les dijo el sargento. Al anuncio, el agente 2684 añade otra petición para su compañero de escoltas: “Llama mañana al jefe y pídele unos días de permiso para mi”. Su compañero le pregunta si el inspector jefe de Area d’Escortes (Área de Escoltas) sabe que se va a Bruselas. El sargento que protagonizó la fuga de Puigdemont responde que su superior sabe a dónde va. Este mando ha negado esa versión ante Asuntos Internos, según las fuentes consultadas.
El mando y su subordinado aseguran que éste le telefoneó a las 7 de la mañana para que se vieran cuanto antes y que el inspector no se paró a preguntar qué quería. Fue después durante el encuentro en persona, cuando el jefe del área de escoltas se enteró de lo que había ocurrido, según ha declarado.
“El president no está en casa”
El jefe de escoltas llama entonces a los agentes que vigilaban el domicilio de Puigdemont para preguntarles si el presidente está allí. Le contestan que creen que sí, que no le han visto salir, pero que lo van a comprobar. Tocan el timbre y abre Marcela Topor. “El president está bien, pero no está en casa”, les comenta escuetamente. El jefe de escoltas avisa al comisario Joan Carles Molinero i Juncà, jefe de Coordinación Central, quien informa de inmediato a Ferran López, el nuevo ‘major’ de los Mossos. Éste ordena de inmediato la apertura de una información reservada a la División de Asuntos Internos (DAI).
Ese mismo día, 30 de octubre, cuando se cumplen 24 horas de la fuga de Puigdemont, la Fiscalía presenta una querella por rebelión contra el expresidente y todos sus consellers. Cinco de éstos ya están en Bélgica con el destituido presidente de la Generalitat. El 3 de noviembre, la jueza de la Audiencia Nacional Carmen Lamela ordena la detención de los seis.
Entre tanto, los agentes de Asuntos Internos de los Mossos han arrancado su investigación. Interrogan a cuatro compañeros y realizan las primeras comprobaciones. De forma provisional, pero inmediata, el ‘major’ López resuelve apartar de sus funciones al sargento con número de identificación 2684. Todos los agentes destinados a la escolta de Carles Puigdemont son relevados de sus funciones.