El aterrizaje de Alberto Núñez Feijóo en Madrid soliviantó a los inquilinos de la Moncloa. No hizo falta mucho tiempo para que el hombre que había presidido la Xunta de Galicia durante trece años le cambiara el aire a las encuestas de Casado. El mero relevo del anterior líder del PP significó un repentino volantazo en los sondeos que venían castigando su guerra incruenta con Ayuso y los populares remontaron el vuelo tras devorar a Ciudadanos para convertirse en primera fuerza y superar al PSOE en intención de voto. Un escenario que se consolidó con la abrumadora mayoría absoluta obtenida en las elecciones de Andalucía, tradicional feudo socialista.
Ese descalabro andaluz, tras el mal resultado de Madrid, hizo saltar todas las alarmas en el equipo de Pedro Sánchez. La sensación en Ferraz es que llegaron tarde a combatir a Juanma Moreno, un perfil político que asemejan mucho al del Núñez Feijóo, y que esa lentitud hizo posible que calara entre los andaluces una imagen de moderación y buena gestión que ahora pretenden contrarrestar a tiempo con el político gallego. La campaña del miedo a Vox, lejos de perjudicarle, concentró todavía más el voto en el PP, que ya había borrado del mapa a Ciudadanos, sus socios de coalición.
Sánchez hizo cambios en el partido pero sobre todo en el discurso sobre el líder de la oposición, que pese a su rol de moderado, mantiene bloqueado el Poder Judicial y llegó a votar incluso contra el decreto de ahorro energético pese a incluir medidas que el propio PP había reclamado. Esta semana, durante el cara a cara que protagonizaron Sánchez y Feijóo en el Senado, el presidente del Gobierno dio un giro de tuerca más. Se empleó a fondo en la tarea de desmontaje de ese halo de hombre de estado, sereno y con experiencia de gestión que envuelve la imagen pública del líder de la oposición, la gasolina del bautizado como ‘efecto Feijóo’. Sánchez no escatimó tiempo, descalificaciones ni hemeroteca para confrontar con su adversario, en un intento de evidenciar que pese a sus buenas palabras Feijóo ni es tan buen gestor, ni es tan moderado, ni está preparado para ser alternativa de Gobierno.
“¿Es insolvencia o es mala fe?”, le preguntó hasta en doce ocasiones tras ir desmenuzando, uno a uno, errores -algunos de bulto- cometidos por el expresidente de la Xunta en los últimos meses. “En marzo, dijo que el Gobierno de España se estaba forrando, cuando el grueso de los ingresos de esos impuestos iban a las Comunidades autónomas. ¿Eso es insolvencia o es mala fe? En abril propuso una deducción para inversiones que ya se había aprobado. ¿Insolvencia o mala fe? Ha dicho que el Gobierno no puede subir las pensiones por la regla de gasto cuando las pensiones no entran en la regla de gasto. ¿Insolvencia o mala fe?”, expuso. En total, y tras una primera intervención en la que desgranó detalles de la situación económica derivada de la guerra de Ucrania, el presidente del Gobierno dedicó 47 minutos a responder al líder de la oposición.
Tras ese aluvión de 47 minutos en la Cámara Alta, el PSOE se apresuró a valorar: “El señor Feijóo no tiene la talla política para gobernar una de las grandes economías de la Unión Europea como es España. Su visión es la de la política mínima y no la de un líder fuerte y sólido que sea capaz de negociar en el ámbito internacional logros que beneficien a los ciudadanos españoles. A un año y medio de las elecciones generales, el PP no ha encontrado todavía un liderazgo capaz de debatir con Pedro Sánchez en el mismo registro. Mientras el presidente del Gobierno tiene el país en su cabeza, el Sr. Feijóo todavía no ha superado dejar Galicia para aterrizar en Madrid”. La estrategia para “desenmascarar” al líder de la oposición acelera a 16 meses de las generales y en la Moncloa pronostican que el ‘efecto Feijóo’ irá disolviéndose como un azucarillo conforme vaya pasando el tiempo y que el camino hasta finales de 2023 “se le hará largo”.
Los socialistas creen que Feijóo tardará poco en darse cuenta de que la arena nacional es muy distinta a la balsa de aceite en la que navegaba hasta ahora, con una cómoda mayoría absoluta en Galicia porque Madrid resulta, en cambio, un territorio mucho más hostil. La estrategia de Moncloa pasa por aprovechar cualquier ocasión para dejar en evidencia al líder de la oposición. Algunos de los dirigentes de confianza de Sánchez tienen todavía fresca la campaña de 2009 en Galicia, donde Óscar López y Antonio Hernando, ejercieron de asesores de José Blanco e intentaron que el PSdeG saliese a responder a las graves acusaciones que el debutante Feijóo lanzaba contra la Xunta, en aquel momento gobernada por PSOE y BNG. Pese a los intentos de Blanco y su equipo, los socialistas gallegos trataron de explotar la imagen presidencial del entonces líder autonómico, Emilio Pérez Touriño, mientras Feijóo y el PP bajaban al barro casi cada día.
Tras aquella campaña del PP, que incluyó gravísimas acusaciones políticas e incluso ataques personales contra dirigentes del Gobierno de la Xunta, Feijóo se hizo con el poder, que ya no abandonaría hasta 2022, para mudarse al despacho más alto de la calle Génova. Aquella experiencia no se ha olvidado en el entorno de Sánchez, de ahí que los portavoces socialistas dediquen habitualmente varios minutos de sus intervenciones a atizar a Feijóo hasta el punto de reivindicar incluso a su antecesor, Pablo Casado. El propio presidente ha llegado a decir que el cambio en el PP ha sido a peor en cuanto a su relación. “En esta legislatura, con Casado y Feijóo, ni con la pandemia ni ahora con la guerra, he contado con ningún tipo de ayuda”, se quejó el presidente en una entrevista en la Cadena SER, en la que acusó al expresidente gallego de ser “bastante dócil con aquellos intereses que le pusieron al frente del PP”. Ese es el mensaje fuerza que protagonizó el primer acto de la campaña con la que Sánchez pretende acercar el Gobierno a la gente y también con el que concluyó su intervención en el Senado: “Señor Feijóo, usted va a fracasar como fracasó el señor Casado. Puede que usted actúe con insolvencia o mala fe, pero usted no olvida quién le puso, que fueron las grandes corporaciones energéticas”, le dijo.
Resulta evidente que el PSOE ha retomado el curso político y ha pasado a la ofensiva contra el jefe de la oposición: “El Gobierno va a estar siempre al lado de los españoles y las personas de este país –expresó la portavoz, Pilar Alegría, en una rueda de prensa improvisada hace unos días en Ferraz para dar la réplica a un acto del líder del PP–. Sería deseable, en este momento de dificultad, que el PP dejara de hacer política de brocha gorda y por primera vez arrimara el hombro”. “Feijóo nos demostraba que se ha convertido en el verdadero profeta del catastrofismo”, remataba Alegría en línea con lo dicho en los días anteriores por la portavoz de la coalición, Isabel Rodríguez.
Yolanda Díaz, batalla por las ideas
En el otro lado de la coalición también son plenamente conscientes de que las encuestas no soplan a favor y que resulta necesario, por tanto, un golpe de timón que vuelva a reactivar al electorado de izquierda y ponga fin a la luna de miel de Feijóo con los sondeos. Sin embargo, de puertas hacia adentro en Unidas Podemos muestran dudas sobre si la estrategia socialista de choque frontal con el PP es o no la más adecuada en estos tiempos de inflación y de una ciudadanía de nuevo aterrada ante la posibilidad de una nueva zozobra económica.
En el equipo de Yolanda Díaz, donde se esmeran en este arranque de curso por aminorar el ruido de la coalición evitando cualquier choque público con Sánchez y el PSOE, discrepan de la hoja de ruta de sus socios. Creen que invertir energías en llamar a Feijóo mentiroso (a cuenta del acuerdo de renovación del CGPJ) o calificar al PP de “oposición tóxica” o incluso “negacionista” solo contribuye al ruido. Y en el ruido, sostienen, quien gana siempre es la derecha. Si el equipo de confianza de Sánchez conoció a Feijóo en aquella lejana campaña electoral, Díaz confrontó con él durante años en el Parlamento gallego.
“A mí nadie me va a encontrar en el insulto”, repite Yolanda Díaz cada vez que es preguntada por el líder del PP. La vicepresidenta conoce bien a Alberto Núñez Feijóo y, de hecho, ambos llegaron a protagonizar broncos enfrentamientos en el parlamento gallego en tiempos en los que él era presidente y ella portavoz en la oposición. “Es un gran adversario político, de lo mejor que tiene el PP”, llegó a decir la política gallega en una entrevista. A día de hoy, y tras el salto a la política nacional de ambos, siguen manteniendo una relación personal de respeto mutuo y bastante desconfianza que no una cierta comunicación entre ambos, en contraste con el inexistente contacto entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición. Algo que la propia Díaz criticó en referencia al giro en política exterior respecto al Sáhara. “La democracia consiste en hablar con todo el mundo y yo no comparto muchas cosas con el señor Feijóo, pero se merece que el presidente le explique qué está haciendo España”, afirmó en una entrevista en El País.
Sí coinciden con los socialistas en el gabinete de la también ministra de Trabajo en que una de las claves para desenmascarar al PP y a Feijóo es contraponer medidas y proyectos económicos y sociales. “El PP no tiene propuestas y eso es lo que hay que poner al descubierto. Si les hablamos de la acción de gobierno y de los planes que tenemos para mejorar la vida de la gente ellos quedan retratados porque no tienen nada que aportar”, explican en el equipo de Yolanda Díaz. “En el Senado se ha visto, no tienen ideas ni para el ahorro energético ni para nada”, sostienen.
Este planteamiento ha quedado también patente en la línea política marcada por la vicepresidenta segunda en este arranque del curso político, en el que ha clamado por una subida de los salarios en tiempos de inflación galopante (arremetiendo duramente incluso contra la patronal) o ha puesto sobre la mesa un acuerdo para el control de precios de alimentos básicos que ha protagonizado el debate público de la última semana tras su entrevista en elDiario.es. “Se trata de hablar de los problemas de la gente. La inflación y la situación económica es el principal problema de los ciudadanos según el CIS. Por eso hablamos de los salarios y de los precios de las cosas donde, por cierto, el plan del PP directamente no existe”, explican en el ministerio de Trabajo.
Hasta ahora, y en eso coincide con la estrategia planteada por Sánchez en el Senado, los mayores enfrentamientos entre la líder de Unidas Podemos en la coalición y el expresidente de la Xunta suelen tener siempre que ver con el detalle de alguna medida concreta. “Me parecen una aberración las palabras del señor Feijóo”, dijo Yolanda Díaz después de que el líder de los populares acusara al Gobierno de maquillar los buenos datos de empleo convirtiendo contratos temporales en fijos discontinuos. “Me preocupa que un señor que ha gestionado una comunidad autónoma y que es jurista desconozca un contrato que lleva en la legislación 25 años. No está preparado para gobernar”, zanjó.
La hoja de ruta del Ejecutivo respecto al líder de la oposición parece, en realidad, complementaria. Volcarse en echar abajo la imagen de hombre moderado, buen conocedor de su país y con experiencia de gestión. “En España aún es que no lo conocen muy bien, pero yo sí que lo conozco”, reivindica habitualmente Yolanda Díaz. Tras el debate en el Senado, desde el PSOE le aconsejaron a Feijóo: “Debería moderar sus deseos porque pueden hacerse realidad. Pidió un debate, esperando que se le negase, y al tener que afrontarlo no llegó ni preparado, ni ordenado. España merece un esfuerzo mayor”, concluyen.