Los lectores con buena memoria recordarán que el PSOE y Junts firmaron un acuerdo en noviembre que permitió la reelección de Pedro Sánchez. Fue hace tanto tiempo. Los socialistas estaban tan contentos que anunciaron cuatro años de estabilidad y buen rollo. “El acuerdo no es un acuerdo de investidura, es un acuerdo de legislatura”, dijo Santos Cerdán, el negociador en nombre del PSOE. No salió barato. Ahí estaba el apoyo a una ley de amnistía que permitiría la vuelta de Carles Puigdemont a España. La vuelta sin que le detengan, claro.
No se han necesitado muchos meses para que se descubra que la idea de que Junts forma parte del llamado “bloque de investidura” era prematura, por no decir falsa. Para certificarlo, la portavoz parlamentaria del partido dio un discurso el miércoles que podríamos haber escuchado en 2017. Da la impresión de que 2024 nos ofrece de entrada un regreso al pasado. No es lo que vendió Pedro Sánchez en la campaña electoral.
El Gobierno más adicto a los decretos ley sufrió un choque con la realidad en el Congreso con la votación de la ratificación de tres de ellos. No podía desperdiciar votos. En los últimos días, mostró un optimismo exagerado sobre su aprobación. Los doce diputados de Junts y Podemos tenían otros planes. Los de Junts resultaron bastante sutiles en su estrategia y eso impidió un fracaso completo del Gobierno. Eso sí, tuvo que pasar por caja.
La ficción se vino abajo al saberse a primera hora de la tarde que Podemos había votado contra el decreto con el que se modificaba el subsidio de desempleo. Entre otras medidas, la norma derrotada subía el subsidio de 480 a 570 euros y creaba una ayuda para menores de 45 años sin cargas familiares.
Podemos argumentó que perjudicaba a los parados mayores de 52 años al reducirse la cotización del 125% de la base mínima (determinada por el salario mínimo) al 100% de forma gradual hasta 2028. Su diputada Noemí Santana dijo en el pleno que hasta su hijo de cuatro años era capaz de detectar la diferencia, con lo que hay que convenir que el chico está ya muy versado en relaciones laborales, mucho más que este periodista por ejemplo.
El Ministerio de Trabajo negaba que hubiera perjuicio económico aludiendo al gran aumento del SMI de los últimos años (de 735 a 1.080 euros al mes desde 2019). Yolanda Díaz definió el voto negativo como “una irresponsabilidad gravísima” y añadió que “golpear a la gente que menos tiene en política sale muy caro”.
Es la primera factura que Podemos ha endosado a Yolanda Díaz en el Parlamento. No será la última. Oskar Matute, de EH Bildu, había pedido antes a los partidos que votaron la investidura de Sánchez “que no se equivoquen de trinchera”. Podemos tiene muy claro en cuál está. En aquella desde la que se apunta a Díaz.
De cara a la votación, Junts eligió la vía de amenazar con un palo, pero sin terminar de golpear del todo a Sánchez. Sólo un toquecito en la cabeza para que se ponga las pilas. No votó en ninguno de los decretos, una especie de abstención al cuadrado. El decreto omnibús, que está ligado a un tramo de 10.000 millones de los fondos europeos, salió adelante por un solo voto de diferencia, 172 a 171. Un error del diputado de Sumar Gerardo Pisarello hizo que se produjera un empate a 171 con el decreto anticrisis y el techo de gasto. Las votaciones se repitieron una hora después y esta vez esos decretos salieron adelante por un voto.
El resultado era esencial para el Gobierno. Políticamente, no fue menos importante el contenido del discurso de Míriam Nogueras, portavoz de Junts, a la que se le había dado la orden de no cortarse nada a la hora de dejar claro que el acuerdo que firmó Santos Cerdán con su partido para nada supone un anticipo de lo que será la legislatura, dure mucho o poco.
En primer lugar, Nogueras resaltó algo que es cierto. Los partidos del Gobierno no tienen mayoría y han tardado demasiado tiempo en negociar los decretos sometidos a votación. “Ya dijimos que no daríamos nuestros votos a cambio de nada”, dijo. “Ni zanahorias ni chantajes”, había escrito Puigdemont el día anterior. Los socialistas deben ponerse en alerta cuanto antes. Da la impresión de que no son conscientes de que las urnas ofrecieron un reparto del poder en el Congreso muy diferente al de hace cuatro años.
Durante el pleno, se supo que las negociaciones continuaron y tuvieron como desenlace algo más que una zanahoria. El precio final incluye el traspaso a la Generalitat de competencias en materia de inmigración, precisamente ahora que se empiezan a escuchar mensajes en Junts más parecidos a los del PP y Vox que a los de la izquierda.
Lo más llamativo es que Nogueras recuperó el tono del discurso de Junts de la anterior legislatura. La hipérbole exagerada, casi irreal, al referirse a políticas “que están matando a nuestro país”. Volvió a sonar la canción del 'Espanya ens roba' que encabezó las listas de éxitos de 2017: “En Catalunya todos los años nos quitan 20.000 millones”. Planteó medidas de legalidad dudosa o inexistente: reclamó que se obligue a las empresas a tener su sede “donde tengan su actividad social”.
También hubo contradicciones insólitas. Pidió esa reforma para obligar a las empresas que abandonaron Catalunya por el procés a regresar por las buenas o por las malas, pero al mismo tiempo le restó importancia. “Fueron pocas empresas”, dijo. Seguir el argumentario de Junts obliga a veces a internarse en varias opciones simultáneas de la realidad.
El tono de Nogueras fue el de alguien que está en la oposición y que está abierto a negociar con el Gobierno, pero sin ceder mucho. Una de sus exigencias tenía que ver con un hecho no muy relevante económicamente si hay que creer su versión de que sólo unas pocas empresas huyeron de Catalunya. En última instancia, Junts reiteró que no se fía nada del Gobierno.
Para añadir un toque más surrealista a toda esta situación, la derrota del Gobierno se produjo en la misma sesión en que se discutían las enmiendas a la totalidad del PP y Vox a la ley de amnistía. En el debate, el PSOE estaba obligado a defender la gran concesión que ha hecho a Junts con la amnistía, y que le puede suponer un gran desgaste político, cuando ya sabía que los nacionalistas catalanes no iban a votar a favor de los decretos. Y todo eso para arrancar la legislatura.
Si estos son los aliados, cómo deben de ser los enemigos. Ya lo había dicho Yolanda Díaz por la mañana: “Es muy difícil gobernar así”.