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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Gobierno y PSOE se sincronizan después de dos años de disonancias

En el mundo de la música es todo un ritual. El concertino se pone en pie. Los músicos callan y arranca el ensayo. El primer oboe se encarga de dar un La y la orquesta empieza a afinar. Luego ya todo es melodía. Pedro Sánchez pretende que entre el Gobierno y el PSOE todo suene igual. Sin estridencias y sin disonancias. A la remodelación de su gabinete, como ya adelantó elDiario.es, le seguirá una profunda renovación de la dirección federal el próximo octubre. Y de ahí vendrán los cambios en las próximas listas electorales. 

Todo está acompasado. Una misma cadencia para acabar con el sonido arrítmico y las disonancias de los dos últimos años entre el Ejecutivo y el partido. El primer paso ha sido formar en La Moncloa –en torno al presidente– un equipo en armonía que integran personas todas ellas con militancia socialista que trabajaron juntas ya hace tiempo. De un lado, el nuevo ministro de Presidencia, Félix Bolaños. De otro, el regreso de Óscar López como jefe de gabinete. Una tercera pata, imprescindible, con Fran Martín –de la confianza absoluta de Bolaños– en la secretaría general y una cuarta en la Secretaría de Estado de Comunicación, con el socialista catalán y amigo de López, Francesc Vallés, al frente. Estos dos últimos simbolizan lo que en el partido llaman el regreso de una “generación perdida” a la que el tumulto del socialismo español abierto en canal en 2017 apartó de la primera línea.

Habrá más incorporaciones con este mismo perfil a los segundos niveles del Gobierno. Más PSOE. El objetivo es lograr una asociación estrecha entre los equipos del nuevo titular de Presidencia y los del director del gabinete, algo que brilló por su ausencia durante el mandato del ya destituido Iván Redondo, cuya presencia supuso una fractura con Ferraz, que veía con reticencias los movimientos divisorios que llegaban desde Moncloa.

Con la salida de Redondo y la que se producirá en breve de su número dos, Francisco Salazar –aunque él se ha dado por confirmado en el puesto–, el presidente pretende pasar página de esos enfrentamientos vividos entre La Moncloa y el PSOE, engrasar las máquinas del Gobierno y el partido en la misma dirección con la vista puesta ya en 2023 y las próximas elecciones generales y que su gabinete y la organización sean una misma unidad de destino.

Es un cambio de Gobierno “muy bien tirado”, reflexiona un dirigente territorial, que ve un “mensaje de más coordinación política interna con el partido. ”Unir a todos. El 40º Congreso es el de todos juntos que esto viene duro“, agrega esta persona que apoyó a Susana Díaz en su momento. ”Hay que enterrar los sectores, que hacen estar más pendientes de las cosas del partido que de la victoria“, remata.

Adriana Lastra se centrará en el partido

Sánchez busca con su nuevo sanedrín sustituir la cultura de la imagen y la propaganda a la que tanto tiempo dedicó Redondo por la del mensaje político, además de una plena coordinación con el partido, donde Adriana Lastra, como vicesecretaria general, dirigirá la otra orquesta, junto a Santos Cerdán, en la secretaría de Organización. La pretensión es que su número dos en el PSOE  se dedique en exclusiva al partido y abandone la portavocía parlamentaria del Congreso, según confirman fuentes cercanas al presidente. El nombre de su sucesor en el Parlamento aún no está decidido, pero se da por hecho que será otra mujer.

Ese giro y mayor mimo al partido pretenden potenciar una maquinaria que, desde que Sánchez llegó a Moncloa, ha estado en buena medida desatendida. En este tiempo ha sido Cerdán el que se ha encargado de la relación con las federaciones y de ir apagando los fuegos en el partido, pero sin los galones que da ser el secretario de Organización. A pesar de que la sintonía ha sido total con José Luis Ábalos, con quien tiene una estrecha amistad, en las filas socialistas sí advertían una cierta disfuncionalidad en el aparato por tener al principal responsable de organización dedicado al Ministerio de Transportes, Agenda Urbana y Movilidad, que es es el que más presupuestos mueve.

Y es que Sánchez está preocupado desde el derrumbe de las elecciones del 4M, a pesar de que los socialistas se esforzaron por protegerle de aquella hecatombe que ha precipitado en buena medida todos los movimientos que se han producido después. En el partido advertían de que era necesario mejorar la comunicación de los logros del Gobierno más allá de las cuitas en el seno de la coalición. De ahí también que Sánchez haya optado por perfiles más políticos que técnicos en los relevos con la incorporación de Isabel Rodríguez en Política Territorial, que será también el rostro del Ejecutivo cada martes, de José Manuel Albares, un diplomático del partido para relevar a Arancha González Laya, o de Diana Morant en sustitución del astronauta Pedro Duque en Ciencia e Innovación.

Unir al partido y tirar de cantera para las contiendas electorales de 2023 -en las que se presupone una renovación de candidatos y también de cabezas de lista al Congreso tras un ciclo electoral en 2019 en el que los compromisos de las primarias estuvieron aún presentes- están detrás de la remodelación del Gobierno y marcarán los cambios del partido este otoño.

Todo ello además de la pretensión de que al nuevo gobierno se le identifique con la recuperación económica y la España post pandemia –que se visualizó en su estreno en la vuelta a la sala tradicional en la que se celebraban los Consejos de Ministros antes del coronavirus–, si bien el agravamiento de la incidencia acumulada en las últimas semanas ha puesto en alerta a La Moncloa, que esta misma semana recibía un varapalo del Tribunal Constitucional al estado de alarma decretado para hacer frente a la pandemia en marzo de 2020 y con el que la derecha ha vuelto a desplegar una dura ofensiva.

Con lo que no contaban en La Moncloa es con que Redondo, ya fuera del gabinete, utilizara la sentencia del Constitucional para horadar contra el nuevo equipo presidencial. Y es que se le atribuye a él y a una “actitud de mal perdedor” la filtración de una supuesta división entre la ex vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y el nuevo titular de Presidencia, Félix Bolaños,  al hilo del paraguas jurídico utilizado para decretar el confinamiento. Un neorrelato que en La Moncloa niegan y que relacionan con la inesperada salida del ex jefe de gabinete de Sánchez y su animadversión hacia Bolaños.