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CRÓNICA

El Gobierno, cada vez más cerca de imitar a Coppola en 'Apocalypse Now'

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Vaya marzo le espera al Gobierno con la ley del 'solo sí es sí'. Y lo que queda de febrero. En política, es bueno preparar planes siempre que no creas que se van a cumplir todos. Pedro Sánchez confiaba en liberar el 2023 de proyectos de ley conflictivos con el objetivo de pasar medio año presumiendo de la economía y el segundo semestre desfilando por Europa y codeándose con la aristocracia política de la UE. 'Mr. Handsome Goes to Europe' en las carteleras con ancianos que juegan a la petanca y jóvenes beneficiados por el aumento del salario mínimo con pequeños papeles como extras. Goya asegurado y opciones para el Oscar.

El guion de la película parecía sólido. El casting era potente. Presupuesto, había de sobra. Al final, llega el rodaje y todo empieza a fallar. Algunos actores no están muy conformes con las frases que han escrito para ellos. Los problemas técnicos se suceden en la iluminación. El director artístico no entiende lo que le pide el director.

“Teníamos acceso a demasiado dinero, demasiado material, y poco a poco nos volvimos locos”, dijo Francis Coppola sobre su accidentado rodaje de 'Apocalypse Now' en Filipinas. Todavía no ha ocurrido esto último en el Gobierno, pero el año no ha hecho más que comenzar. La noche es joven.

La sesión de control del miércoles en el Congreso sirvió como escenario de la fase de escaramuzas que protagonizan el PSOE y Podemos por la ley del 'solo sí es sí' y las centenares de reducciones de pena que ha provocado. Ambos bandos insisten en que no pasará a mayores y que el Gobierno de coalición está a salvo. Eso contrasta con el hecho de que el Gabinete ha dejado de tener una posición común sobre la reforma pendiente de esa ley.

“No entendemos por qué (los socialistas) no quieren sentarse” a negociar, dijo Irene Montero a los periodistas. En el hemiciclo, realizó un llamamiento a todos los grupos parlamentarios que en realidad estaba dirigido al PSOE: “Quiero dedicar los últimos segundos a dirigirme a la Cámara. Creo que tenemos que alcanzar un acuerdo antes de que ese debate (de la proposición de ley presentada por el PSOE) llegue a este pleno”.

Lo de los últimos segundos era literal. No le dio tiempo a terminar la frase, que iba a completar diciendo que no hay que permitir que salga adelante con el voto del PP. Luego dijo que eso supondría “un retorno al Código Penal de la violencia y la intimidación”.

No es que el apoyo del PP sea la opción que se guarda el PSOE en la recámara. A día de hoy, es la única que tiene. La ministra socialista María Jesús Montero retó a Igualdad a que haga pública su última propuesta. Es la forma de no entrar en detalle a criticar en público unas propuestas que los socialistas no aceptan por no servir, en su opinión, para solucionar el asunto de las reducciones de pena.

Al término de su intervención en el pleno, Yolanda Díaz salió del edificio sin querer responder a ninguna pregunta sobre el tema. No es la primera vez que lo hace. Ella dice que no quiere contribuir al “ruido”. Es un término que no desentona. Ahora mismo no hay ninguna negociación que merezca ese nombre y ruido hay de sobra. La vicepresidenta preferiría comentar la Champions antes que hacerlo de esa ley.

Ante un choque que es imposible de ignorar, todos los titulares económicos con los que Sánchez quería centrar sus intervenciones parlamentarias se terminan diluyendo. No es que haya renunciado a ellos. Pero si le preguntan por la ley de libertad sexual y él responde con la sanidad pública o la brecha salarial, lo único que revela es que no se atreve a seguir hablando de ello.

En estas condiciones, el Gobierno no puede rentabilizar ni siquiera cuando sus adversarios se disparan en el pie con un cañón. Este miércoles, el presidente de la CEOE dijo que criticarle por su salario de 380.000 euros anuales es “como cuando hay una violación y dicen que la chica iba en minifalda”. Ya se podía gastar algo de ese dineral en contratar asesores de comunicación que le convenzan de que es una mala idea hacer analogías ridículas. Mucho más si está comparando al rico dueño de un velero, es decir, él mismo, con una mujer violada.

¿Más regalos al Gobierno? Alberto Núñez Feijóo está haciendo contorsionismo semántico para no crearse más problemas con su aceptación de la ley de plazos en el aborto. Eso ha provocado el rechazo del ala derecha del partido y ha hecho que el obispo José Ignacio Munilla se lance contra el PP con tal furia que sólo le ha faltado recomendar el voto a Vox.

El líder del PP combina su apoyo a esa ley con negarse a considerar el aborto como un derecho. Si una ley reconoce la libre capacidad de interrumpir el embarazo en unos plazos temporales determinados, evidentemente lo está definiendo en la práctica como un derecho.

No exactamente, dice Feijóo. “El aborto es un derecho que tiene la mujer dentro de la ley”, dijo, lo que no es del todo falso, pero le permite no dar el paso lógico que le ocasionaría más inconvenientes. Como Bill Clinton respondiendo con sumo cuidado a las preguntas sobre sus relaciones con Monica Lewinsky. Sin admitir ni un milímetro más de lo necesario.

Luego está la propia sesión de control del miércoles. Varios diputados de la oposición intentaron hacer mella con su denuncia de la situación económica y acabaron dando un poco de pena. Con su desprecio a los políticos que han sido funcionarios, Iván Espinosa de los Monteros, de Vox, se la dejó botando a Nadia Calviño para que esta se regodeara con la respuesta y empezara recordando que “los funcionarios son los héroes de la UME” que han salvado vidas después del terremoto de Turquía, además de otros ejemplos.

Además, los funcionarios pueden recordar que ellos en general pagan por las obras que se hacen en sus casas, no como otros.

Mario Garcés, del PP, dijo que las estadísticas oficiales del paro están falseadas en España. Yolanda Díaz tuvo que recordarle otra vez que a los fijos discontinuos se les mide igual que en la época de Mariano Rajoy. Garcés lo tiene que saber porque fue secretario de Estado de Servicios Sociales. En el grupo parlamentario de Feijóo, heredado de Pablo Casado, parece que no hay nadie con formación económica que pueda hacer sudar al Gobierno.

El colmo de la diversión lo ofreció César Sánchez, del PP, que denunció el nuevo Impuesto sobre el Plástico No Reutilizable, el que grava el plástico de un solo uso. Acusó a Teresa Ribera de aprobar una tasa que va a incrementar los precios de los alimentos. No se dejó llevar por la pasión del momento. Lo llevaba escrito cuando se lanzó por los aires: “Este es el impuesto que más va a dañar a las economías domésticas y las familias que van al supermercado”. Fue terrible verle estamparse contra el suelo.

Ribera le dio luego el dato. “La tasa que se paga por una botella de litro y medio, típica de cualquier bebida, es 0,0135. Poco más de un céntimo por botella de litro y medio”, dijo la vicepresidenta.

Con el incremento de un 15% del precio de los alimentos, resulta que la mayor amenaza para la economía familiar es ese céntimo por botella. Hecha de un plástico de un solo uso que produce fuertes perjuicios al ecosistema marino, algo que debería preocupar a un país de 7.600 kilómetros de costa y un cierto interés en que el Mediterráneo no se llene de basura.

En fin, estas últimas cosas las escribe un periodista para disfrute de las clases populares y de la gente interesada por lo que ocurre en el Congreso –porque ya se sabe que hay gente pa tó–, pero no se engañen. Es agua que se pierde por el desagüe en términos políticos mientras el Gobierno no arregle lo de la ley del 'solo sí es sí'.

“Podemos equivocarnos, pero nos afanamos en resolver el problema”, dijo Sánchez en el pleno.

Van a tener que afanarse más rápido.