El veterano periodista Gonzalo López Alba presentó este jueves en una librería madrileña su primera novela, Los años felices (Planeta). Con varias décadas de profesión a su espalda, López Alba, que la actualidad escribe para El Confidencial, Interviú y Tinta Libre, ha querido con esta novela hacer un repaso de los apasionantes años que han transcurrido desde la Transición hasta prácticamente nuestros días, con la crisis económica azotando ya España. Toda una época de la que Gonzalo López Alba -autor también de El relevo, sobre los cambios de liderazgo en el PSOE-, ha sido en buena medida testigo y cronista excepcional.
¿Qué ha tratado de reflejar en la novela?
Los años felices, tal como yo lo veo, es un libro que contiene varios libros. Fundamentalmente es una novela, pero también es un relato histórico que contiene además unos apuntes sobre la reciente crisis que vive ahora nuestro país. Es una invitación a los españoles de todas las generaciones vivas a hacer un recuerdo y un repaso de sus memorias individuales y colectivas de toda esta época vivida, desde el comienzo de la Transición hasta hoy.
¿Qué hay de autobiográfico en el personaje de Fausto, el periodista?
La novela no es autobiográfica, aunque sé que puede ser fácil pensar que es una novela autobiográfica en la medida en que el protagonista es periodista como yo, o yo soy periodista como él, y, además, pertenecemos a la misma generación.
Que el personaje principal sea un periodista es fácil de entender porque después de más de 35 años que llevo en este oficio para mí era el personaje más fácil de construir. Y lo que yo necesitaba para articular la novela era un personaje que de forma natural pudiera ser testigo de ciertos acontecimientos históricos o que tuviera un interes de estar al tanto de la realidad. Eso con un albañil o una teleoperadora no hubiera resultado natural. Por otro lado, la elección del periodista como personaje principal de la novela, aunque no sé si se aprecia, es un intento de reivindicación de este oficio tan denostado y que vive tan malas horas, aunque ahora parece que empezamos a revivir un poco.
La novela, además de reinvindicar la profesión, denuncia una cierta connivencia también de los periodistas, o más bien de silencio, con el problema de la corrupción.
Sí, sin duda. Es que esa reivindicación no es contradictoria con la denuncia. Si tú denuncias la corrupción de los políticos, no puedes hacerlo sin caer en el cinismo y la hipocresía de no denunciar los casos que se producen en tu propio colectivo laboral o profesional. Y a veces la mejor forma de reivindicar al 'policía bueno' es haciendo una película sobre el 'policía malo'. En el caso de Los años felices el protagonista tiene una trayectoria que no es lineal, como alguno de los otros personajes. Al final de alguna forma se redime.
¿Deberíamos hacer los periodistas más autocrítica del papel que hemos jugado estos años?
Yo soy de los que cree que los periodistas nos hemos disparado mucho y muchas veces a nuestros propios pies. Demasiadas veces diría yo. Solo hay que recordar cómo hemos aceptado ir una y otra vez a convocatorias de los políticos en las que no se dejaba preguntar. Yo creo que parte de la situación de la crisis del periodismo tiene que ver con que en un momento determinado se sucumbió a los cantos de sirena de las candilejas y del dinero. Y el periodismo en cierta medida ha derivado hacia la comunicación del espectáculo.
Ha primado el espectáculo y el afán de ganar dinero, popularidad o fama y el negocio en términos empresariales. Afortunadamente, creo que todo eso ha empezado a revertirse, en parte porque la crisis ha dado lugar a que aflore una constelación de medios en la red que ya no dependen de las grandes empresas. Y también porque la denuncia de los casos de corrupción que está realizando la prensa de alguna forma nos está redimiendo.
¿Y no cree que la aparición de algunos partidos como Podemos en el panorama nacional está favoreciendo también ese cambio?
Creo que a Podemos hay que reconocerle un gran mérito y es que ha pegado una sacudida a todo el sistema político. Pero no puedo compartir con Pablo Iglesias cosas como que hay que abrir el candado del régimen del 78 porque régimen es una palabra asociada a la dictadura. Y, precisamente, la Transición fue un punto de tránsito entre una dictadura y una democracia. Todas las obras humanas son perfectibles y todo se deteriora, sufre. Ese es el problema que hemos tenido, que las instituciones no han sabido adaptarse a las nuevas necesidades ni a los cambios sociales.
¿Cree que tiene fundamento ese miedo que algunos políticos y tertualianos están intentando infundir a los ciudadanos ante la nueva situación política que hay ahora?
Yo creo que los ciudadanos no tiene que tener miedo. Miedo no hay que tener nunca. Después de la Transición la mayoría de los ciudadanos decidió que el cambio no fuera una ruptura sino un cambio pactado. Lo que ha pasado el 24M [día de las elecciones municipales y autonómicas] es como cuando mientras esperas el tren, desde la estación te hacen la ultima llamada: “pasajeros al tren, última llamada”. Pues creo que es lo mismo, ha sido una última llamada para los dos grandes partidos [PP y PSOE] que han gobernado España desde el comienzo de la democracia. Si no se adaptan a los cambios ni a las demandas sociales y no se regeneran, se van a quedar en la estación y no van a coger el tren.
Pero los ciudadanos también les han dicho a los nuevos que llegan: “Hay espacio en el tren pero no os creáis que vais a ocupar el tren entero”. Creo que los ciudadanos van a estar muy vigilantes para ver cómo se comportan los nuevos gobernantes. Ya no va a haber el límite de tolerancia que ha habido hasta ahora.
Una última curiosidad, ¿le ha costado mucho convencer a José Luis Rodríguez Zapatero para que haga una aparición pública en un momento tan complejo para el PSOE?
Pues tengo que decir que se lo dije tal día como hoy a media tarde y me contestó al día siguiente a media mañana favorablemente. Tengo que estar muy agradecido porque creo que tiene bastante interés contar, por un lado, con una persona como él que ha gobernado siete años de estos últimos 40, y, por lo tanto, ha estado en el núcleo del poder y puede ofrecer una visión desde el interior de la casa a través de una ventana. Y combinar eso con Jesús Maraña, que ha sido un testigo privilegiado y es uno de los mejores periodistas de este país y puede dar también su visión desde fuera como observador.