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La gran cohabitación de Ceuta, donde PP y PSOE sí ponen coto a la extrema derecha

Juan Jesús Vivas y Juan Gutiérrez en una imagen de archivo.

Gonzalo Testa

16 de abril de 2022 21:41 h

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Juan Vivas ganó las elecciones de 2019 en Ceuta con su victoria más pírrica (nueve escaños). Él fue el primero en digerir las dudas que hoy asaltan al PP a nivel nacional. Al frente de un partido hegemónico, que en 2007 y 2011 llegó a cosechar dos de cada tres votos y hasta 19 de 25 diputados, los últimos comicios dejaron al presidente de la ciudad ante un puzzle parlamentario que le abocó a llegar a acuerdos con los socialistas (siete), que en 2001 le habían aupado al cargo con un Pacto de Estado para descabalgar al GIL, o con Vox (seis), pues el localismo (MDyC, dos; y Caballas, uno) se quedó sin capacidad para articular mayorías.

¿Qué hacer? ¿Explorar una gran cohabitación con el PSOE so pena de no ser entendido por parte de sus huestes o aliarse con los elegidos por quienes antes le votaban, Vox? Vivas lo ha probado todo: primero gobernó con el respaldo de los socialistas seis meses, después se apoyó un año en la extrema derecha y ahora encara la recta final de la legislatura de nuevo con los de Pedro Sánchez. Ha prometido no presentarse a las elecciones de 2023 (ni todos los suyos lo creen), pero en su círculo más estrecho de colaboradores se da por “seguro” que, si él o su línea de acción política continúan, “jamás” volverá con los de Abascal.

Que Ceuta sea la única autonomía donde populares y socialistas gobiernan, un pacto “complicado” para ambos partidos cuando hacen cálculos electorales, es posible gracias al tiempo (para catar prueba y error), al talante de sus dirigentes locales (que someten su estrategia personal a considerar la ciudad “asunto de Estado”), a la idiosincrasia de sus cuadros y bases tradicionales (donde se diluye la ideología en el pragmatismo) y a la complicidad de Génova y Ferraz. “Aquí tenemos muchas particularidades que hace que sea más factible”, señala el vicesecretario de Programas del PP local y consejero de Educación, Carlos Rontomé.

En realidad, Vivas vio venir a Vox. Durante la campaña de 2019 empeñó su palabra en que no pactaría ni con la extrema derecha ni con los localistas más cercanos a Podemos. “No queremos saber nada de ellos”, dijo, porque son “peligrosos” para la convivencia de una ciudad cuya población se reparte a partes iguales entre cristiano-occidentales y árabo-musulmanes con dos comunidades con gran peso socioeconómico, la judía y la hindú.

El PP salió tocado de las urnas y los socialistas reforzados, decididos a terminar de movilizar y conquistar el que sociológicamente se presume su electorado de clase, la población musulmana, que concentra las mayores tasas de paro, pobreza y fracaso y abandono escolar, que durante años se había refugiado en el localismo.

Salió lo que se esperaba. El primer acuerdo PP-PSOE se fraguó a cambio de una Dirección General de Barriadas para los socialistas, un puñado de eventuales y la Gerencia de la radiotelevisión autonómica, pero solo duró medio año. “Pactabas algo una tarde y a la mañana siguiente decían que no valía”, recuerdan en el Ejecutivo popular. En septiembre, la negativa de los de Vivas a cambiar el calendario laboral acordado para 2020 que, sin la Pascua de fin de Ramadán como segundo festivo de carácter islámico (desde 2010 lo es la del Sacrificio), exigían los socialistas, terminó de acercar al PP a Vox, aliados “ideológicamente más naturales”, según reconoce Rontomé.

Ni la tormenta desatada por la filtración de los mensajes islamófobos que se cruzaban los cabecillas ultraderechistas en sus grupos internos de whatsApp hizo naufragar su aproximación, aunque Vox se dejó dos diputados en la gatera que pasaron a la condición de no adscritos espantados por el verdadero carácter, que supuestamente no conocían, de sus compañeros. Vox reclamó para su ‘número 3’, el policía nacional Francisco José ‘Pachi’ Ruiz, la bien remunerada vicepresidencia Primera de la Mesa Rectora de la Asamblea y, como los socialistas, el timón de RTVCE.

El 23 de diciembre de 2019, el portavoz ultra, Carlos Verdejo, proclamó el comienzo de su era en la institución: Santiago y cierra Ceuta. “Estos Presupuestos”, dijo desatando una bronca monumental, “son solo el comienzo de una nueva etapa; el fin de los chiringuitos; la purga de los socialistas, un partido criminal desde su fundador”. “Vivas pensó que el resto de los líderes de Vox eran como Chema [José María Rodríguez, uno de los electos que abandonó el partido], cabales aunque ‘muy de derechas”, recuerda un amigo del presidente, “pero se equivocó: cuando la islamofobia intrínseca de esta extrema derecha aparece aquí no puede ser de forma pacífica”.

El PP empezó a caerse del caballo (“por ahí pasaremos todos, es muy difícil aguantar una legislatura con Vox porque son extremadamente radicales y hacen política en la irrealidad como cuando anuncia demoler las autonomías”, avisan desde Ceuta a Castilla y León) cuando, el 28 de febrero de 2020, 40 entidades sociales sacaron a la calle a más de 6.000 personas “contra el racismo y la desigualdad” y “por la convivencia” para exigir al PP en una de las mayores movilizaciones de la historia reciente de la ciudad que rompiese con Vox al grito de ‘yo soy español, español, español’. “Sus políticas odio”, lamenta Rontomé, “han calado y generado una crispación social que no se veía aquí desde los años ochenta [cuando los españoles musulmanes no tenían ni DNI], quebrando el gran legado de Vivas, que es más allá del desarrollo material la cohesión sobre nuestras diferencias”.

Antes de volver a sentarse, el PP y el propio Vivas se vieron, en julio de ese mismo año, a un tris de morir con el mismo hierro que habían utilizado para acabar con el GIL, el de una moción de censura cuya justificación política hubiera sido, precisamente, quitar a los “fascistas” toda capacidad de influencia sobre el gobierno. Los socialistas intentaron unir a todos los demás y encontrar una ficha del PP que tumbase a Vivas. El día 27, con todos los focos sobre los consejeros musulmanes y el Gobierno a punto de reventar, la de Asuntos Sociales, Dunia Mohamed, desmintió en un brevísimo vídeo que fuese a firmar una moción de censura.

El actual secretario general del PSOE de Ceuta, Juan Gutiérrez, que entonces ejercía de ‘número 2’, abrió la vía del diálogo: “La gente, muchas personas de la comunidad musulmana, pero también infinidad de cristianos, me lo pedía por la calle, ‘quitad a esta gente’, y empecé a hablar con Kissy [Chandiramani, consejera de Hacienda] para encontrar una manera de volver a entendernos para apartar a la extrema derecha y a sus dos líderes locales, que no valoran esta ciudad como es”, alude en declaraciones a elDiario.es.

La miembro del Gobierno recuerda que “cogí las riendas de Hacienda justo antes de la declaración del estado de alarma y en abril presentamos un montón de apoyos para cubrir las necesidades sanitaria, social y económica de la ciudad con el objetivo de lograr el mayor número de apoyos posible, pero Vox se empeñó en no ayudar a nada que tuviera que ver con la comunidad musulmana, algo que no compartimos”. “Esas prerrogativas”, advierte, “eran insoportables”

“A mí me da miedo que esta gente pueda llegar un día a gobernar esta ciudad: no solo pondrían en peligro nuestra existencia como sociedad sino también las relaciones con Marruecos, y el presidente también lo dice, por lo que optamos por quitarnos la chaqueta del partido y ponernos la del ciudadano por responsabilidad y lealtad con Ceuta y con los ceutíes”, resume el socialista, que en noviembre se rodeó de una Ejecutiva Regional fiel reflejo sociológico de la demografía local.

Según Gutiérrez, en Ferraz nunca encontró ninguna reticencia a pactar con el PP: “Siempre me han dicho y dejado que tirase hacia adelante con esta apuesta: sin pedir cargos, por políticas e inversiones sociales y en favor de los menos favorecidos… Esto que estamos haciendo es bueno para Ceuta, para la Asamblea y para todos”, defiende.

Tampoco los populares de Ceuta hallaron reticencias en Génova a pesar de que los medios de derechas se han afanado en convertir a Vivas en un traidor a la patria por su lealtad institucional. Rontomé, “examigo” del líder Vox en Ceuta y ahora blanco habitual de sus insultos más gruesos, resume por qué se quebró la alianza de derechas: “Constatamos que persiguen la eliminación civil y social de parte de la población ceutí, de la convivencia como factor de cohesión de nuestra sociedad… Las suyas son políticas coloniales en las que existen unos colonos y una población que debe adaptarse a ellos, eliminar cualquier rasgo identitario laminando el concepto de ciudadanía… No quería acabar con las subvenciones, sino con las ayudas a determinadas comunidades, sobre todo cualquiera que aludiese a la musulmana o a la convivencia”, sintetiza. Desde el punto de vista de Gutiérrez “Vox ha hecho bueno al PP de Ceuta y en esta posición los socialistas no votamos a favor suyo, sino de lo que es bueno para Ceuta, nos cueste más o menos, porque no estamos aquí para bloquear, sino para lo contrario”. 

Vivas y Gutiérrez discrepan (“tenemos diferencias ideológicas, muchas”, afirman en ambos partidos) se ven como poco cada siete días y mantienen una Comisión de Seguimiento de su acuerdo que se reúne “mensualmente” para velar por el cumplimiento de los pactos alcanzados sobre el Presupuesto de este año. El modelo va pitando, pero en el horizonte se intuye que, más tarde o más temprano, para encarar los comicios de 2023, se tendrá que producir una ruptura más o menos pactada, pero todavía sin fecha.

Sea como fuere, aunque nadie le quiere poner voz a la afirmación, se da por “seguro” en ambos lados que si uno de los dos grandes partidos de implantación nacional gana las elecciones próximas, el Gobierno de la Ciudad, que para eso funciona como cualquier ayuntamiento, quedará en manos del vencedor con el apoyo del otro. La única incógnita al respecto pende del resultado del Congreso del PP, al que concurrirá Vivas y su exconsejero de Sanidad, el médico Javier Guerrero, que tuvo que dimitir a principios de 2021 tras saberse que se había vacunado antes de tiempo contra la COVID-19 y que está tan seguro de su tirón que ya ha dicho que si no puede hacerlo con esas siglas, se presentará con las de su propio partido.

Al doctor le abraza la facción del actual PP (ya casi sin representantes en el Ejecutivo) más partidaria de alinearse con Vox, aunque alrededor de Vivas germinan los creyentes de una tercera vía que pasaría por convencer a Abascal de que orille a sus cabecillas locales, cada vez más enfrentados a todo y a todos una vez que según Rontomé “han enseñado sus cartas” tachando a los españoles musulmanes de “promarroquíes”, pero sin alternativa interna visible.

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