Hay que echar la vista muy atrás en el calendario para encontrar una división tan tensa y desgarrada entre el PSOE y Unidas Podemos como la que se pudo ver el martes en el Congreso con motivo de la reforma de la ley del 'solo sí es sí'. Quizá habría que irse a la investidura fallida de Pedro Sánchez en 2016 cuando Pablo Iglesias y él se sacudieron con ganas. El pleno de la cal viva, para entendernos. Ahora se debatía el primer paso, la toma en consideración de la proposición de ley socialista. No intervino el Gobierno como tal, pero sus costuras saltaron por los aires a la vista de todos.
“Esta ley tiene una grieta”, dijo Sara Giménez, de Ciudadanos. Sea una grieta o la fosa de las Marianas, por ahí cabía todo el Gobierno, que esta vez no podía achacar el ambiente al estilo hiperbólico habitual en la oposición. Todo fue un espectáculo para beneficio del Partido Popular, que no debe de creerse su buena suerte. Por primera vez en la legislatura, los dos partidos del Gobierno reservaron sus ataques más duros al socio. Presunto socio.
Todo ello el día antes del 8M y a menos de tres meses de las elecciones municipales y autonómicas y en el año de las generales.
Los ministros no suelen asistir al pleno de los martes en el Congreso. No tienen que intervenir. Además, la mayoría está a esa hora en la sesión de control del Senado. Esta vez, Irene Montero sí quiso estar en el hemiciclo. Sola en el banco azul. Unos minutos después, se le unió Ione Belarra. Por su posición en la Cámara, dando la cara frente a los escaños socialistas. Quizá era un gesto de desafío o una forma de defender hasta el final la ley que había salido del Ministerio de Igualdad y a la que se acusa de haber propiciado que los tribunales rebajen las penas a unos 700 delincuentes sexuales.
El debate comenzó con Andrea Fernández, que es secretaria de Igualdad del PSOE. Dijo que “la ley es buena por muchos motivos”, pero que “no está funcionando adecuadamente”. Justificó los cambios propuestos con el argumento de que “la voluntad del legislador nunca fue que se rebajaran las penas”. Afirmó que el valor del consentimiento no se toca porque está presente en términos nada ambiguos en dos artículos diferentes.
Fue una defensa matizada de la reforma que propone el PSOE. Reservó los ataques a Podemos para el final y ahí no se cortó mucho. “Estamos cansadas de sus peroratas, señorías de Unidas Podemos”, dijo, que es como decir que estaban cansadas de recibir lecciones de feminismo. Les pidió menos “eslóganes” y más propuestas concretas para “mejorar esta ley”.
La diputada que habló en nombre de Unidas Podemos, Lucía Muñoz, también fue hasta el fondo. Dio por hecho que la reforma “elimina el consentimiento del Código Penal” (ambos partidos ni siquiera se ponen de acuerdo sobre este punto). Colocó al PSOE en el mismo bando que el PP y Vox –el PP votó a favor de que se tramite la reforma; Vox se abstuvo–, lo que, si hablamos de una ley que obviamente tiene que ver con la lucha contra la violencia de género, resulta ofensivo para los socialistas.
“Es algo gravísimo lo que va a pasar”, dijo Muñoz. “Quieren volver al calvario probatorio”.
Como dijo Belarrra unos días antes, Muñoz acusó a los socialistas de traicionar no ya al feminismo, sino a todas las mujeres: “Si no hay consentimiento, es agresión. Este fue el grito que hoy ustedes traicionan. No le están fallando a sus votantes, están dando la espalda a todas las mujeres de este país”.
Para medir la reacción socialista al discurso de Muñoz y las repercusiones que tendrá, valen las palabras de Patxi López, que dijo que “una intervención que acusa al PSOE de pactar con el PP y con Vox cuando saben que es mentira es simplemente impresentable”. Y la llamó “irresponsable” por no proponer ninguna alternativa.
Al regresar a su escaño, Muñoz dio un gran abrazo a Montero y otro a Belarra. Antes, Patxi López también abrazó a Andrea Fernández. Todos estaban muy contentos con los misiles que sus portavoces habían lanzado contra sus aliados. No daba la impresión de que fuera un mal trago por el que había que pasar en este pleno. Estaban disfrutando con ello.
No tanto como Cuca Gamarra, que se reservó el papel de hablar en nombre de su grupo. Esta era una oportunidad que el PP no podía desaprovechar. Durante la legislatura, había agitado el espantajo del Gobierno Frankenstein mientras la llamada mayoría de la investidura aprobaba, casi siempre con facilidad, presupuestos y leyes. Ahora por fin tenía delante un evidente espectáculo de división. Gamarra hubiera pagado con tal de dar ese discurso.
“Es la primera vez que un Gobierno se censura a sí mismo”, dijo la portavoz del PP, y no le faltaba razón.
El PP tenía previsto votar a favor de la reforma socialista, pero lo anunció con el martillo golpeando el atril con toda la fuerza. Gamarra se refirió en varias ocasiones a los “depredadores sexuales” que se han beneficiado con la reducción de penas. Lo decía con ganas. De-pre-da-do-res se-xua-les.
No habló de Irene Montero o de Podemos. “Esta es la ley de Pedro Sánchez”. Luego dijo que “Pedro Sánchez se esconde detrás de las mujeres”, que es una frase bastante machista, porque siempre se ha usado para insultar a los hombres que no son lo bastante hombres. Esconderse debajo de las faldas de las mujeres y ese tipo de cosas. Hay insultos que no pasan de moda.
Es imposible subestimar la gravedad de la grieta. No se ve el fondo, porque puede ir a más. Ambos partidos han afirmado en público que el Gobierno va a sobrevivir a este choque. Hay algo que permite dudarlo. No es lo mismo pelearse por una ley de vivienda, donde es lógico discrepar sobre hasta qué punto debe llegar la intervención de los poderes públicos en un problema económico y social, que por una cuestión de principios que está, como decimos los periodistas de forma muy cursi, en el ADN de los dos.
El Gobierno más feminista de la historia está a punto de traicionar al feminismo, según Podemos. O se ha visto obligado a reformar una ley que ha perjudicado a las víctimas de agresiones sexuales, aunque sea por “los efectos no deseados”, según el PSOE.
Si lo primero es cierto, ¿cómo puede Podemos seguir en el Gobierno? La respuesta la sabremos en las próximas semanas a lo largo de la trayectoria de la reforma legislativa.
“Tengo pocas ganas de estar aquí”, dijo Pilar Vallugera, de Esquerra, un pensamiento que es probable que compartan unos cuantos votantes del PSOE y de UP. Su grupo no apoyó la reforma, aunque acusó a los dos partidos del Gobierno de ser responsables de esta situación por haber partido en dos al feminismo.
“Lo han roto todo”, dijo Vallugera. “Las mujeres no se lo merecen”.