Hace dos cosechas que se alteró el mercado de la marihuana en Mérida. Andaban los productores “pelando” las últimas plantas crecidas en exterior cuando los medios informaron de que ‘El Canario’ y los suyos habían ido presos. Algunos los temían, otros tenían tratos con ellos. Era septiembre de 2021 y, por un tiempo, todos se podían sentir más seguros: los cinco miembros del grupo de Estupefacientes de la comisaría de la Policía Nacional habían sido detenidos por la Unidad de Asuntos Internos. Una “organización criminal” menos en la zona, según el sumario del caso. Había caído la banda que jugaba con la ventaja de la placa y la pistola.
Los agentes están acusados de quedarse dinero de los traficantes en los registros cuando no estaba presente el secretario judicial; de robar miles de euros en material para las plantaciones de marihuana y entregárselo después a sus confidentes; de provocar entregas de droga para sumar detenidos e incautaciones; de avisar a sus colaboradores de que otros agentes les investigaban; y, también de compartir plantaciones de marihuana con traficantes de la zona, algo inédito hasta ahora.
Cuando trascendieron las detenciones se supo que estaban imputados los cinco miembros del grupo, pero la cifra total de policías investigados asciende a diez: hay que sumar otros cinco que en el pasado fueron compañeros de los detenidos. Entre los que estaban activos en el momento de la detención figura el presunto líder, el policía Javier G. ‘El Canario’, para unos. Para otros, ‘el hijo del Canario’. Porque antes que Javier estuvo su padre, Francisco Miguel, con el que llegó a trabajar codo con codo en el grupo de Narcóticos.
Los investigadores creen que Javier heredó los métodos de su padre. El progenitor también está imputado por hechos acaecidos antes de que le jubilaran con una incapacidad permanente por heridas en acto de servicio. A un detenido se le ocurrió una noche gritar en el calabozo que todo el mundo sabía del trapicheo que se traían ambos en Mérida. Acabó con la cara partida.
Puestos a disposición judicial, los policías que formaban el Grupo de Estupefacientes de Mérida se negaron a declarar ante el juez dos días después de ser detenidos. Otros investigados, los que un día dejaron el grupo, accedieron a contestar al magistrado. Su relato autoexculpatorio describe un trabajo policial basado casi en exclusiva por los soplos de los confidentes y donde toda la información estaba controlada por el inspector al mando, Francisco Javier N., al que sus subordinados llamaban 'Rambo', y Javier G., 'El Canario', el auténtico jefe de la trama policial.
El relato de esos policías concuerda con las conclusiones que aparecen en los atestados conjuntos de Asuntos Internos de la Policía y la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil. “Aprovechándose del dominio ejercido sobre el resto del grupo investigado, a pesar de ser un policía nacional de la escala básica, segunda categoría, [el Canario] ejerce un liderazgo funcional en el Grupo, incluso por encima del inspector Francisco Javier N.”.
En su breve comparecencia ante el juez, Javier ‘El Canario’ escucha de pie, de boca del magistrado, los 29 delitos que se le imputan: “un delito de organización criminal, tres delitos contra la salud pública, dos delitos de conspiración para el tráfico de drogas, cuatro delitos de omisión del deber de perseguir delitos, cinco delitos contra el patrimonio, ocho delitos contra la Administración pública en su modalidad de violación de secretos, dos delitos de torturas, cuatro delitos contra la intimidad”.
La historia del Canario había comenzado a torcerse un año antes de su detención. El 16 de septiembre de 2020, su jefe de grupo, Francisco Javier, le escribe: “Dónde andas, que me han llamado policía nacional de Murcia, que les salta 'el Apple' en los canutos [pinchazos]. Dicen que creen que habla con un compañero y que vaya forma de hablar”. El Canario confiesa que el asunto le ha dejado “el cuerpo cortao”. Pero ahí quedó todo: con sus compañeros de Murcia algo escandalizados por la forma de hablar“ del policía Javier el Canario, con David M., un narcotraficante al que el grupo de Mérida llama 'Apple'.
A la postre, ’Apple’ resultaría clave para la caída del grupo de policías. El traficante también era confidente de un guardia civil de Alicante. Dos meses después de la primera señal de alarma, Apple llamó a su contacto en el instituto armado para decirle que había encontrado balizas (instrumentos de geolocalización) en sus dos todoterrenos de lujo y que quería devolvérselas a los guardias. A la pregunta de cómo sabía que habían sido ellos quienes las habían instalado, Apple dijo que así se lo habían dicho unos policías de Estupefacientes de Mérida.
¿Cómo podían saber unos policías de Extremadura lo que hacían en secreto unos guardias civiles de Alicante? La respuesta está en los ficheros de inteligencia policial donde unos y otros deben incluir nombres, teléfonos y matrículas para que no se doblen las investigaciones. Si eso ocurre, salta una alerta.
Según avanzó el caso, la Unidad de Asuntos Internos de la Policía entendió el modus operandi del grupo corrupto para proteger a sus colaboradores: introducían artificialmente una ficha de sus confidentes y socios, como si en realidad los estuvieran investigando, para que el sistema les avisase cuando otros cuerpos o unidades abrieran una verdadera investigación contra ellos y así poder avisarles.
Lo que desconocían el presunto narco apodado Apple, y el guardia civil Francisco Javier J., su contacto en el instituto armado de Alicante, es que el agente también era investigado por sus compañeros de la Guardia Civil. Y que la conversación había sido interceptada. El Equipo Antidroga de Alicante sí que se lo tomó en serio y advirtió de ello a la Unidad de Asuntos Internos de la Policía.
Un grupo de whatsapp llamado 'Narcóticos'
Investigar a un policía resulta uno de los trabajos más complejos para otro policía. Los agentes no hablaban por teléfono, solo a través de sistemas de mensajería cifrados, también usaban teléfonos de los que no eran titulares, adoptaban medidas de seguridad en sus citas… Asuntos Internos recabó los indicios que había acumulado ante el titular del Juzgado de Instrucción número 3 de Mérida, que además de autorizar los pinchazos telefónicos permitió la introducción de virus troyanos en los teléfonos móviles del grupo corrupto. Eso permitió ir hacia atrás en el tiempo, al contenido del grupo de whatsapp 'Narcóticos', creado en marzo de 2015 por el usuario “Javi Canario”.
El chat resultó una mina para los investigadores. Aunque hay periodos de conversaciones borrados, en él se puede encontrar, por ejemplo, a un colaborador del grupo exhibiendo, sonriente, grandes fardos de hachís en una foto que le ha enviado previamente a Javi Canario. Según Asuntos Internos, el hachís es “mercancía ofrecida por un traficante marroquí a la que Javier [Canario] tratará de buscar compradores, llegando incluso a participar en la operación aportando el dinero [por adelantado]”.
En las conversaciones intervenidas se habla del precio por kilo –entre 2.300 y 2.700 euros– Javi Canario se lo ofrece a su colaborador Apple y luego vuelve a contactar con el marroquí para decirle que si consigue transportistas para la primer entrega, los compradores “en 15 días pueden querer casi 1.000 kilos”.
Con otro de sus colaboradores, al que apodan San Sales, Javier le dice que ha encontrado un comprador que estaría dispuesto a pagar entre 2.300 y 2.400 euros por kilo de marihuana, siempre que sea de la modalidad “Amnesia”. El Canario manda un audio al traficante: “Si es Amnesia va a ese precio, dos-tres, a ver si consigo que me de dos-cuatro, ¿vale? Dime lo que sea es que no sé pa cuando estará eso”.
Los negocios a medias entre policías y narcotraficantes explican los mensajes de Javi el Canario a Apple el 25 de junio de 2020. En esa llamada, el policía confiesa al traficante el episodio ocurrido ese mismo día en los calabozos de la comisaría de Mérida. Un compañero de El Canario ha subido a decirle que hay un detenido que está contando que el policía “tiene plantaciones de marihuana”. “Y he ido para allá y le he dado cuatro o cinco bofetones”. En el vídeo que aparece a continuación la víctima narra lo ocurrido.
“Y le digo: a ver, quien dice que tengo plantaciones, digo a ver, tú dices eso? Y dice, no, no, que a mí me lo han dicho. Y le digo, pero quién te lo ha dicho. No… todo Mérida, lo va diciendo todo Mérida. Que tienes plantaciones de Marihuana y tal. Pero el bicho no ha soltado prenda, mira que le he dado tres o cuatro para que aligerara, pero no, no le ha dado la gana de decirme quién. Así que… me tienen fichado. Me tienen fichado (…) Le he dado bien. Se va a acordar unos días”.
El día que a punto está de prender todo
El grupo corrupto jugaba al límite antes de ser desarticulado. El 24 de mayo de 2020, un incendio había estado a punto de dar al traste con todo. Uno de los traficantes y confidente llama a Javier el Canario. Se ha producido un incendio en su casa, donde tiene una plantación de marihuana de las conocidas como 'indoor', donde la marihuana crece al ritmo de los potentes focos que la iluminan 24 horas al día. La instalación eléctrica sufrió un cortocircuito y la casa comenzó a arder. “Está lleno de policías y tó, ¿sabes? (…) ¿Los dejo entrar o no los dejo entrar?”, pregunta el narco al policía.
Javier le advierte de que puede acabar esa noche “en el calabozo” y que haga lo posible por que sus compañeros no accedan a la vivienda y encuentren las plantas. “En teoría, tú si los puedes campear, te van a intentar presionar un poco, pero tú dices que no, que no quiero que entréis, que no quiero que entréis y ya está.. y a ver cómo puedes campearlos, ¿sabes?”.
El grupo corrupto tiene que actuar rápido. Javi Canario llama a su jefe, Francisco Javier, al que sus subordinados llaman 'Rambo'. Los policías que han acudido por el incendio han visto las plantas, así que serán ellos los que se adelanten: al día siguiente pedirán un mandamiento de entrada y registro al juez.
San Sales confesará después ante el juez [vídeo a continuación] que tenía la plantación a medias con Javi el Canario, que el policía le propuso un negocio que a él apenas le rentaba: mucho trabajo para 1.500 o 2.000 euros mensuales, los mismos que se llevaba el policía por darle protección. Hasta 8.000 llegó a sacar el agente a cambio de una supuesta protección en el tiempo que les duró el invento hasta ser detenidos ambos.
Para los investigadores, este hecho supone “un punto de inflexión” en sus pesquisas: lo que parecía un “negocio ilícito bilateral” entre el policía Javier G y el presunto narco San Sales se convierte en “un negocio en forma de plantación de marihuana de la que presuntamente se enriquecería ilícitamente el propio grupo investigado”.
Para llegar a esta conclusión resulta clave una frase que captan a Javi el Canario en su conversación con el inspector Francisco Javier. En ella, el primero de los policías se refiere al incendio en la casa de la marihuana como “el estropicio del dinero” que les supone a todos ellos. El magistrado José Agustín Agenjo lo constataría personalmente en el interrogatorio de San Sales una vez detenido: el traficante le explica cómo todos participan en el registro adulterado de la plantación, con el inspector Francisco Javier al frente.
Las horas siguientes constituyen un catálogo del modus operandi de los policías. El inspector al mando plantea a un tercer policía a sus órdenes la idea de que el dueño de la marihuana cargue la responsabilidad sobre su hermano, porque al fin y al cabo ellos le van a tener un par de horas detenido únicamente. Imposible. San Sales se identificó ante los policías que acudieron como el dueño de la casa y les mostró su DNI. “Qué gilipollas, macho”, dice uno. “Qué quieres que te diga, si es tonto”, contesta el otro.
Entre Javier, el jefe real del grupo, y Francisco Javier, el inspector, se produce una discusión sobre cuánto y qué deben aprehender en el registro a San Sales. El primero no logra convencer al segundo y lo comenta con otro compañero: “Si vamos allí y le dejamos aquello como un solar, me va a decir que dónde está la ayuda”. “Ponle menos plantas, quítale plantas, macho, no seáis cabrones”, añade el Canario. Al final salvan 30 plantas: “400 pusimos” y “no sé si eran 430 ó 428 o algo así…”. La práctica implica a otro policía del grupo, Emilio U. , que firma el atestado del registro.
San Sales se llegó a quejar ante el juez de las pocas plantas que le dejaron, aunque confesó que los policías no se llevaron nada de los instrumentos que utilizaba para el cultivo, ni los focos ni los caros productos para acelerar y mejorar la producción. Es más, que mucho de lo que allí tenía se lo había traído El Canario después de robárselos a otros traficantes.
“Hacer el rabúo”
Ese es otro capítulo de las investigaciones de Asuntos Internos de Policía y UCO de Guardia Civil, el robo a los traficantes durante los registros. El 15 de julio de 2021, durante uno de ellos, el jefe de Estupefacientes, Francisco Javier N., avisa en el chat de whatsapp 'Narcóticos': “Aquí podéis hacer el rabúo”. Asuntos Internos cree que la expresión alude a que pueden “robar efectos” en el domicilio registrado. Por si quedaba alguna duda, Javi Canario responde: “Me voy a jartá”.
El 26 de septiembre de 2019, Javier el Canario escribe a uno de sus colaboradores. “Tengo una radial pequeñita que se ha caído de un camión. No es que esté flamante, pero funciona. La quieres?”. Los investigadores recuperaron el atestado de la operación desarrollada por el grupo corrupto aquel día: “No se observa la incautación de ninguna herramienta, como era de esperar, ni la intervención de dinero en efectivo alguno, como se viene observando cada vez que el grupo investigado practica algún registro sin la presencia del Letrado de la Administración de Justicia”.
La radial es un preciado instrumento para cualquiera que se dedique a los robos con violencia. También los taladros. En el grupo de whatsapp del grupo discuten sobre quién se queda con uno de los que presuntamente han sustraído. Entre tanto, uno de ellos, Ignacio R., advierte: “El sábado me hicieron ver que lo que hacéis no está bien y voy a pedir el godu”. Javier contesta: “Lo que tú quieras, pero el taladro es mío”. El jefe Francisco Javier intercede: “Lo que hacéis dice… ¡Qué fácil va a se pa Asuntos Internos!”.
Asuntos Internos coloca una cámara oculta
Otro día, Rambo, el jefe, busca una televisión para conectar un disco duro externo. “A algún tonto de los que ahora pillemos le quito la tele. Como parece que hay pocos chismes en el despacho, pos uno más”, afirma Francisco Javier N. Lo que no sabía el jefe del grupo de Narcóticos de Mérida es que entre esos “chismes” que acumulaban en el despacho que utilizaban los cinco policías había uno más que permanecía oculto a sus ojos. Era una cámara que habían colocado los agentes de Asuntos Internos en secreto, con una orden judicial. Esa cámara les grababa las 24 horas del día. Por ejemplo, sacando y metiendo dinero en efectivo en uno de los cajones.
En una de las conversaciones intervenidas, el Canario dice el 9 de julio de 2021: “Si es que antes, de los cucharones de ahí entraba 20, 30, 40.000 euros, por mi casa, tú 20, 40, 40, 50, es que metías unos cucharones que en cada registro eran 2.000, 3.000 pavos. Veníamos ahí, sí que llevamos la radial que nos costó 3.000 pavos por lo menos. Empezamos a repartir billetes: toma tú 2.400 cada uno, po lo menos (ininteligible). Ahí, Antonio cogió su parte”.
“18 kilos, pero creo que traen dinero para 60”
El virus troyano introducido en el teléfono de los policías permitió retroceder hasta el 13 de febrero de 2018. El jefe del grupo, Francisco Javier, y Javi Canario redactaron ese día un atestado de incautación de dinero y marihuana a unos ciudadanos chinos que, según reflejan, interceptan en un control aleatorio que habían establecido a la salida de Mérida, en la autovía con dirección a Sevilla. El dinero que encontraron en uno de los dos coches implicados fue 56.840 euros, según consta en el acta judicial.
Cuando se le mostró el atestado a uno de los detenidos, Jie Z., éste dijo que faltaban 30.000 euros. El detenido contó a Asuntos Internos tiempo después que cuando estaba en el calabozo bajó un policía sin distintivos y que le preguntó por la cantidad de dinero exacto que portaba, poniendo en duda lo que el arrestado decía.
Los agentes al cargo de esta investigación interrogaron a la abogada del ciudadano chino, a los policías de guías caninos que solicitó el grupo de Mérida… y llegaron a la conclusión de que la operación estaba planeada, en contra de lo que recogieron en el atestado. “A la espera de que vengan los chinos”, llegaron a escribir en su chat los policías, cuando se supone que el control era aleatorio.
“Si somos capaces de pillar algo te haces cargo tú del dinero y la droga, que nadie cuente dinero ni droga. Que si es poco le damos pasta a este tonto”, escribe Javi Canario. “Mare mía”, escribe poco después su jefe, “18 kilos creo, pero traen dinero para 60”. “Cuento yo el dinero”, se asegura Javier. La alusión a la “pasta” que le tienen que dar al “tonto” es, a juicio de los investigadores, una referencia al confidente que les ha dado el soplo del transporte de droga.
Traficantes con “absoluta impunidad”
Los protegidos del grupo corrupto gozaban, según Policía y Guardia Civil, “de una absoluta impunidad en su actividad criminal gracias a la labor de los investigados, que recibirían a cambio sobresueldos, dádivas e información de interés policial con la que seguir realizando su labor enmascarando sus presuntas corruptelas y obteniendo prestigio policial a los ojos de la opinión pública y la institución a la que pertenecen”.
Javier el Canario, el presunto líder de la red policial, tenía asignaciones fijas puestas a sus colaboradores. Así quedó de manifiesto en una conversación con San Sales, el dueño de la casa que ardió con una plantación dentro. Es noviembre de 2019 y el policía al que llaman el Canario escribe a San Sales: “Amigo, qué tal van las fiestas?? No se nada de ti, se supone que el 10 se acababa eso, no? Todavía no sé nada de lo último, que si él gorriato, que si monedas y al final no veo nada. Creía que eras más serio. Yo me estoy portando con todo lo que hablamos y te estoy cuidando, pero parece que me estás engañando y eso no me gusta. Las cosas no son así”. San Sales contesta: “No me digas eso k yo no t engaño. Estoy esperando k me paguen para dartelo. Yo no kiero lo que no es mío no te preocupes k lo tuyo es tuyo”.
En otra conversación, de octubre de 2019, Javi el Canario avisa de que va a llegarle dinero para repartir entre sus compañeros procedente de San Sales: “La semana que viene lleva unos sobres”. El inspector Francisco Javier contesta: Yo le di los chismes a Osca aye de los coches y me dio mi sobraco. No quiero más“. El Canario responde: ”Pues sería bueno compartir. Q mis niños comen mucho. Y tengo dos hipotecas“.
El juez José Agustín Agenjo está pendiente en la actualidad de que la Audiencia Provincial le conceda una prórroga en la instrucción hasta el próximo mes de octubre, según fuentes del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura. Varios de los principales imputados fueron llamados a declarar de nuevo este mes de mayo, pero según fuentes jurídicas, volvieron a negarse a responder a las preguntas del juez y las partes. La instrucción, aseguran, está prácticamente concluida y enfila la fase de juicio oral.
El grupo de Estupefacientes de Mérida fue repuesto con un subinspector al frente que se envió desde Madrid y cuatro agentes más que procedían de otras especialidades de la capital extremeña, aseguran fuentes policiales. Los nuevos agentes se afanaron en tapar cuantos antes el hueco que habían dejado los detenidos y enmendar sus métodos. Dos meses después de los arrestos aprehendieron 250 kilos de cocaína, la mayor incautación en Extremadura. Las mismas fuentes aseguran que el nuevo el grupo de Estupefacientes trabaja a a día de hoy con normalidad y obtiene continuos resultados.
De los cinco policías detenidos en septiembre de 2021, uno fue puesto en libertad tras comparecer ante el juez. Otros cuatro fueron enviados a prisión provisional sin fianza. Quedaron en libertad dos meses tras satisfacer el pago de fianzas de entre 5.000 y 25.000 euros. Todos ellos están suspendidos de sus funciones a la espera de que avance la investigación judicial.
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