Se sientan juntos para decidir las intervenciones, el reparto de los tiempos y las portavocías de las comisiones. No tienen reglas internas, se organizan de manera autónoma. Y asumen que su lugar en el hemiciclo, salvo excepciones, es el gallinero, las ultimas filas de ambas Cámaras, adonde van a parar los que solo cuentan con uno o dos diputados. “Y no hay ningún problema. Y si lo hay, se solventa pronto”, coinciden sus integrantes.
Son los grupos mixtos del Congreso -19 diputados- y del Senado -17 senadores- donde conviven representantes de partidos políticos tan distantes ideológicamente como Bildu, Compromís, Foro Asturias, Convergència o UPN. Sin llegar a hacer amistades, todos se respetan.
La habitual tranquilidad en la que han venido desarrollando su trabajo se ha visto alterada en esta nueva legislatura inesperadamente. En el Senado con la llegada de Rita Barberá, que se ha integrado como “independiente”. Y en el Congreso con la irrupción de los parlamentarios de la antigua Convergència. Igual pasó en la anterior cuando el comisionista Ramón Gómez de la Serna se instaló en este grupo del Congreso al ser expulsado del PP. Acostumbrados a ser ignorados, de repente se han visto en el centro del foco mediático.
“Hasta ahora habíamos sido insignificantes y de un día para otro nos convertimos en el blanco de todas las miradas y nos vemos rodeados por decenas de cámaras y periodistas antes de entrar en una reunión”, explica a eldiario.es Carles Mulet, senador de Compromís y portavoz de turno del Grupo Mixto de la Cámara Alta.
Mulet rememora el día en que la exalcaldesa de Valencia, Rita Barberá, encausada por la operación Taula, llegó a la reunión en la que se le debía asignar obligatoriamente un papel. Nadie quería su presencia pero el escaño es del diputado y al no renunciar a él y haberse dado de baja del PP, automáticamente tuvo que pasar al Grupo Mixto.
Compromís exigió aplicarle el pacto Antitransfuguismo, lo que suponía dejarla únicamente como senadora rasa por designación de las Cortes Valencianas, que la ley no permite revocar.
Barberá, para alivio de todos, rechazó entrar en la rotación de portavocías. Y aunque pretendió ser portavoz de la Comisión Constitucional o la de Economía, al final tuvo que conformarse con una viceportavocía en la Comisión de Incompatibilidades, la que decide si autoriza o no a los parlamentarios a ejercer otros trabajos. El cargo lleva aparejado un complemento salarial de 697,64 euros, algo menos que los 1.046,47 euros que le hubiera supuesto haber sido portavoz. Tampoco se espera que la exalcaldesa frecuente demasiado su escaño.
La situación creada con Barberá fue muy similar a la que vivió el Grupo Mixto del Congreso cuando el entonces diputado del PP, Ramón Gómez de la Serna, fue expulsado del partido al denunciarse que cobraba sustanciosas comisiones a empresas a las que asesoraba valiéndose de su influencia política. De la Serna se negó a dejar su acta parlamentaria y recaló en el Mixto.
Su aterrizaje allí acaparó un gran interés mediático, como pocas veces había conseguido este grupo, donde han recalado destacados diputados como Uxue Barkos, de Geroa Bai, hoy presidenta del Gobierno de Navarra; Rosa Díez, líder de UPyD; el propio Alberto Garzón antes de la confluencia con Podemos; o Joan Tardá, portavoz de ERC.
“Por lo general, y aunque parezca mentira, la convivencia entre nosotros es muy cordial”, afirma la canaria Ana Oramas, las más veterana de este heterogéneo grupo del Congreso cuyo funcionamiento “sin reglas escritas” conoce a la perfección. Llegó en 2007 y desde entonces se mantiene en él.
Con su apreciación coinciden también otros veteranos, como Joan Baldoví, de Compromís, y Carlos Salvador, de UPN, aunque este último con matizaciones. El diputado navarro no oculta que con los diputados de Bildu no se relaciona. “Nos ignoramos. Nunca me iría a tomar un café con ellos”, reconoce. Pese a todo, asegura que cuando llega la hora de sentarse a discutir temas internos del grupo “no hay roces”.
A sabiendas de esa falta de afinidad política, la Mesa del Congreso se ha cuidado de distribuir los despachos de tal manera que los de los miembros de UPN y de Foro Asturias están situados en las misma planta que el PP, en el edificio antiguo del Congreso. No en vano mantienen una alianza electoral.
También ha habido sus más y sus menos con los nacionalistas catalanes. Su llegada al Mixto tras negarles Ciudadanos grupo propio sorprendió a sus demás integrantes cuando prácticamente ya habían organizado su funcionamiento para esta legislatura. Carles Campuzano, junto con Jordi Xuclá, fueron los encargados de gestionar su nuevo estatus. Al ser el grupo más numeroso ahora -son ocho- no solo van a ostentar durante más tiempo la portavocía rotatoria sino que también recibirán más dinero de la asignación institucional que les concede la Cámara.
En el Congreso la subvención fija que reciben los grupos es de 28.597,08 euros mensuales, más otra variable en función del número de diputados que tengan cada uno, de 1.645,49 euros mensuales por cada diputado.
Por su parte, el Grupo Mixto del Senado tiene asignados 36.061,55 euros mensuales como subvención fija, más otra variable de 2.253,85 por cada diputado. Estos ingresos van a parar a la cuentas que señale cada grupo o, en su caso, el diputado. Nadie les exige justificar los gastos, y aunque la Mesa podría hacerlo, jamas lo ha hecho.
“A los convergentes les está costando digerir el no tener grupo propio. Pero hacen esfuerzos y todos intentamos buscar soluciones para que nadie se sienta marginado”, cuenta uno de los integrantes del Mixto que prefiere guardar el anonimato para no crear “mal rollo”.
Este mismo diputado desvela que una de las tensiones creadas con la llegada de los nacionalistas catalanes ha sido el reparto de asistentes, a los que se les paga de la asignación institucional que recibe el grupo. A su juicio, los de Francesc Homs tienen “demasiados”, casi la mitad de los 15 que han sido asignados al grupo.
Otro de los polémicos asuntos que se ha suscitado con la llegada de los convergentes ha sido los tiempos de intervención. Ese reparto debe hacerse ahora entre los 19 y algunos temen que vaya en detrimento de los pequeños que cuentan con uno o dos diputados (Bildu, UPN, CC o Nueva Canarias).
El protagonismo de los diputados del Grupo Mixto en los plenos es muy escaso. Al tener que repartirse los 15 minutos a los que tiene derecho en los debates importantes, si logran exponer sus posturas durante más de tres o cuatro minutos ya es todo un logro. Lo normal es que puedan subir a la tribuna tres diputados, aunque a veces ese número se amplía si la presidencia del Congreso lo admite previamente. “En este aspecto también suele primar la generosidad. Dependiendo del tema que se trate se decide quiénes van a tomar la palabra. Esperemos que siga siendo así”, expresa uno de los veteranos, que afirma que en ese sentido Jesús Posada era más flexible que Celia Villalobos o que ahora Ana Pastor.