La izquierda nunca decepciona en la crónica de sucesos. Tampoco a los que no se aburren de ver secuelas de una película que conocen desde hace tiempo. El impulso romántico con el que se inician los procesos se convierte en furia autodestructiva unos años después. Se hacen autocríticas a golpe de cimitarra. Los liderazgos carismáticos de un tiempo atrás pasan a ser algo más que prescindibles, en ocasiones hasta nocivos. Y lo peor es cuando necesitas un máster en Ciencia Política –un doctorado vendría mejor– y haber leído diez libros para entender a los ideólogos de la cosa.
Yolanda Díaz puso fin el lunes a su liderazgo en Sumar para asumir las culpas por el fracaso en las elecciones europeas. Hasta ahí, todo correcto, casi inevitable. Lo que ocurre es que ella fue la promotora de Sumar como partido y como coalición que agrupaba a no menos de quince formaciones, un número imposible de gestionar de forma coherente. ¿Qué queda entonces de Sumar? Si es sólo la coalición, su futuro está en duda y es cuestión de tiempo que desaparezca como tal. No es ser muy exigente pedir que Sumar necesite para sobrevivir una estructura propia, un liderazgo y unos órganos de dirección o coordinación o la palabra brillante que se le ocurra a alguien ese día.
Sumar ha sufrido más que el PSOE las consecuencias del escaso historial de méritos legislativos del Gobierno de coalición desde su formación en noviembre. El PSOE vive al día, como si cada jornada en la que entran en el Congreso como el partido en el poder fuera el día después de las últimas elecciones generales. La sucesión de citas electorales desde los comicios gallegos le ha servido para ir posponiendo el diseño de la legislatura.
Por eso, los dirigentes socialistas aplaudieron encantados cuando Pedro Sánchez entró el lunes por la mañana en la reunión de la Ejecutiva. Habían perdido las europeas, pero podría ser peor. “Resistir es también una forma de vencer”, dijo su portavoz, Esther Peña, en una frase muy reveladora. Su proyecto de futuro es que el presente dure un día más. Claro que habrá algún día en que ese presente se convierta en pasado.
La coalición que dirigía Díaz no puede quejarse demasiado. No hay todavía presupuestos porque los Comunes hicieron inevitable la convocatoria de elecciones en Catalunya por su rechazo a los presupuestos catalanes a causa de un proyecto de megacasino en Tarragona. Ya se intuía que ese disparo les iba a dar en todo el pie y ahora se ha confirmado.
¿Quieren saber algo mejor? Después de las elecciones en Catalunya, el casino Hard Rock dejó de ser una línea roja. “Los programas no se pueden convertir en tablas de Moisés inamovibles”, dijo Jaume Asens. No es difícil aventurar lo que harían los votantes de Sumar con esas tablas si se encontraran con él u otro de sus compañeros de los Comunes.
“Siento que en los últimos meses no he hecho las cosas que debía hacer”, dijo la vicepresidenta y ministra de Trabajo, puestos que seguirá ocupando. Supone un reconocimiento de los errores propios más intenso de lo habitual en política, donde no es difícil responder a la pregunta de cuál es su mayor defecto con “la sinceridad” o “el perfeccionismo”.
Díaz incidió en una idea de la que ha hablado antes, la desafección hacia la política, y marcó una prioridad que ignora una parte de esa realidad: “Tenemos que solucionar los problemas de la gente, no los problemas de los partidos”.
Eso suena muy bien, pero para solucionar la vida a la gente hay que ganar elecciones y entrar en el Gobierno –nada supera el poder transformador del BOE– y para eso necesitas tener un partido o candidatura que funcione. Lo primero sin lo segundo no es posible.
En la noche del lunes, Antonio Maíllo dio su veredicto en una entrevista en la Cadena SER, aunque sin dar por hecho el desenlace. “Sumar está superado como proyecto aglutinador”, dijo el líder de Izquierda Unida, que reclamó que los partidos que lo forman pacten una refundación de la que salga “un espacio mucho más horizontal”. Es difícil saber cómo se pondrán de acuerdo quince partidos si hasta ahora ha sido tan complicado, por ejemplo con la aprobación de las listas electorales de las europeas. De momento, Maíllo prefiere no adelantar acontecimientos.
Pocas horas antes de que Díaz pagara un alto precio por quedarse con un 4,6% de los votos y tres eurodiputados, las dirigentes de Podemos se mostraron muy satisfechas con su 3,2% y dos eurodiputados. “En estas elecciones, nos hemos puesto en pie”, dijo su secretaria general, Ione Belarra. Como había hecho antes Irene Montero en una entrevista en TVE, presumió de que “cada vez más gente echa de menos” el Gobierno de coalición en el que estaba Podemos. Si fuera así, habrían sacado más del 3,2%.
Montero y Belarra destacaron lo lejos que se encuentran de lo que llaman “el consenso bélico” en el que incluyen a la inmensa mayoría del Parlamento europeo: conservadores, liberales, socialdemócratas y verdes, por ser partidarios del envío de ayuda militar a Ucrania para que se defienda de la invasión rusa.
Podemos ha elegido las guerras de Gaza y Ucrania como el eje central de su actuación política. Marca como prioridad que la negociación diplomática acabe con la guerra ucraniana, pero sin decir cómo podría conseguirse teniendo en cuenta que ninguno de los dos bandos está dispuesto a aceptar las exigencias de su enemigo.
Para hacer más nítido su mensaje, ambas utilizaron una imagen de interpretación muy discutible. Ursula von der Leyen visitó en la campaña uno de los miles de refugios antiaéreos que existen desde hace años en Finlandia, país que fue invadido por la Unión Soviética en 1941 y que no se unió a la OTAN hasta el año pasado.
Belarra dijo que la presidenta saliente de la Comisión Europea está “diciendo que tenemos que construir refugios antiaéreos en toda Europa”. No es cierto. Von der Leyen elogió la defensa civil finlandesa y dijo que “debemos aprender mucho de ellos” y que esperaba que su segundo mandato sirva para “un cambio de mentalidad” en esa línea de compromiso con la defensa. Así que es poco probable que España se llene de refugios antiaéreos.
Podemos ha encontrado una buena excusa para que los periodistas no les importunen con preguntas sobre la unidad electoral de la izquierda. Sería casi una frivolidad hablar de ello durante una guerra. “Con un genocidio a plena luz del día, con una escalada bélica, es bastante desafortunado decir que tenemos que hablar de nosotras mismas”, dijo Montero sonriente. No se habla del tema, pero sin malos rollos. Para no decir que antes muertos que llegar a otro pacto con Sumar.
Los resultados de Podemos en las europeas con el 3,2% y 571.902 votos darían al partido dos escaños en unas elecciones generales, según una extrapolación, siempre de valor relativo al tratarse de comicios diferentes. A Sumar, cuatro, lo que demuestra lo bajo que han caído ambas formaciones. Con esos números, no hay Gobierno de izquierdas que pueda sobrevivir a unas elecciones.
En una carta a los militantes, Yolanda Díaz pidió “unos días de paciencia para saber cómo articular las valoraciones y propuestas” sobre el futuro de Sumar. En eso quizá coincidan los votantes de Sumar y Podemos. Qué paciencia hay que tener con los partidos de izquierda.