La guerra de Ucrania atrapa a Vox en sus contradicciones

Iñigo Aduriz

6 de marzo de 2022 22:09 h

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El inicio de la invasión de Ucrania por parte del Gobierno ruso de Vladimir Putin ha dejado en evidencia las contradicciones de Vox en su postura sobre la acogida de refugiados y respecto a sus alianzas con otros partidos de la extrema derecha europea. Ese doble rasero ha constatado la xenofobia del partido de Santiago Abascal, que sí apoya que se permita la llegada a España de ciudadanos ucranianos, no así a Andalucía, pero que se niega a conceder esa condición de refugiados a las personas que huyen de otros conflictos en países africanos o de Oriente Medio.

“Estos sí son refugiados, sí deben ser acogidos”, aseguró refiriéndose a los ucranianos el propio Abascal el miércoles, durante el Pleno monográfico que tuvo lugar en el Congreso en la que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, explicó la posición española ante la guerra. “Cualquiera puede entender la diferencia entre esos flujos y las invasiones de esos jóvenes varones en edad militar de origen musulmán que se han lanzado contra las distintas fronteras de Europa con la intención de colonizarla”, sostuvo. Sin embargo, en otra contradicción con ese discurso de Abascal, su propio partido ha rechazado en Andalucía acoger a menores ucranianos que huyen de la guerra.

“Es triste que use una crisis de tal calibre para plantear un discurso xenófobo donde hay refugiados de primera y de segunda categoría. Le quiero recordar una cosa. Léanse ustedes el artículo 3 de la Convención de Ginebra, que dice que no se puede diferenciar a los refugiados en función de su origen y su nacionalidad”, le contestaba Sánchez al líder de Vox, provocando aplausos de la bancada socialista y azuzando las quejas de los diputados de la extrema derecha.

Abascal, previamente, había arremetido además contra la gestión de Sánchez en particular y de la Unión Europea en general ante el conflicto generado por Rusia. “Putin nunca se habría atrevido a desencadenar esta guerra si no fuera porque han dejado a nuestro continente en un estado de absoluta vulnerabilidad y en un estado de dependencia económica y energética”, opinó, antes de mezclar a continuación la guerra con su tradicional batalla contra la “ideología de género”. “La pandemia nos ha pillado debatiendo sobre las matemáticas con perspectiva de género”, concluyó.

Las alianzas de la ultraderecha con Putin

El discurso mostró además la falta de coordinación de la extrema derecha española con sus socios europeos. En el Congreso, Abascal hizo una acérrima defensa del envío de armas ofensivas a la resistencia ucraniana, algo a lo que se han negado varios de sus colegas de la UE como la principal cabeza visible de la ultraderecha europea, el presidente húngaro, Viktor Orbán, que ni siquiera permitirá que el armamento enviado por otros estados de la Unión cruce su país para que pueda llegar hasta Ucrania.

A pesar de que en ese mismo pleno Sánchez se comprometió a enviar armamento letal al Gobierno de Ucrania, el líder de Vox pidió de nuevo su dimisión por una supuesta tibieza del Ejecutivo español frente a Putin, tradicional aliado de la extrema derecha europea y al que se ha reivindicado también desde sus propias filas. “Hay que apoyar a Ucrania con todos nuestros medios, con toda la contundencia, con todos los medios militares, con las sanciones más severas. Sánchez: usted no puede hacerlo porque sus aliados no se lo permiten. A usted no le creen, a usted en Europa y en el mundo no le fían nada y no le respetan. Dimita”, le espetó Abascal a Sánchez.

Pero es el húngaro Orbán, aliado de Vox, al que el propio Abascal acogió en Madrid hace tan solo un mes, el que paradójicamente mantiene un perfil más bajo en la lucha por los derechos de los ucranianos. El primer ministro de Hungría ha sido de los pocos que ha visitado al presidente ruso, Vladimir Putin, recientemente en el Kremlin. Y ha vetado el paso por territorio húngaro del armamento que otros socios europeos quieren hacer llegar a los ucranianos esgrimiendo que con ello se podría poner en peligro la seguridad de los más de 100.000 ucranianos de origen húngaro que viven en la región de Zakarpattia, en el oeste del país.

El pasado 29 de enero gran parte de la extrema derecha europea posaba junta en una cumbre en la capital española. Orbán, el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, y la francesa Marine Le Pen fueron las figuras destacadas en una reunión a puerta cerrada que buscaba avanzar hacia la formación de un grupo parlamentario en la Eurocámara pero que entonces ya estuvo marcada por sus divisiones sobre Rusia cuando aún no se había iniciado la invasión pero sí se estaba produciendo una escalada del conflicto en Ucrania. 

Mientras el primer ministro polaco mantuvo una fuerte postura en contra de Rusia y sus movimientos en Ucrania, Orbán, fiel aliado de Putin con el que se reunió el 1 de febrero, solo tres días después de la cumbre en Madrid, se limitó a pedir entonces una desescalada. Atrapado entre las dos posturas de sus dos socios europeos, los únicos que gobiernan ahora mismo en países la UE, Abascal evitaba hace solo un mes pronunciarse sobre el presidente ruso, o hacerlo de manera tajante.

Esa tibieza contrasta ahora con el reciente intento de Abascal de vincular con Putin a los partidos que sostienen al Gobierno progresista. “Los aliados de Putin se encuentran dentro del Gobierno de Sánchez amparados por el Grupo de Puebla y sus intereses criminales”, dijo la semana pasada. El líder de la ultraderecha española trata así de que se olvide cuanto antes que el presidente ruso ha sido durante años el principal aliado de la extrema derecha europea, con la que también colabora Vox.