Hay que tener una gran pasión política o estar muy nervioso para esperar un sábado a las once de la noche con la pistola desenfundada por si es necesario utilizarla. También hay que tener pocos escrúpulos para utilizar la muerte de uno de los grandes directores de la historia del cine español con el fin de ganar unos cuantos puntos políticos en la lucha contra el rival. Fue en la gala de los Goya cuando la familia de Carlos Saura agradeció la atención recibida en un hospital madrileño. “Lo único que pensamos con Carlos es que la sanidad pública se merece que la cuiden, como el personal público nos cuida a nosotros”, dijo Eulalia Ramón.
La maquinaria de propaganda no descansa ni los fines de semana. Alguien dio la orden de activarla. La cuenta oficial de Twitter de la Comunidad de Madrid presumió de que ese hospital de Collado Villalba “es de gestión público-privada”, no fuera que el homenaje se lo quedara sólo la sanidad pública. En su cuenta personal, Isabel Díaz Ayuso fue más comedida y se limitó a agradecer “el homenaje que ha hecho a la sanidad madrileña”.
“Para los que pensáis que el Gobierno de Ayuso no puede ser más cruel y mezquino. Sí, sí pueden”, escribió Alejandra Jacinto, diputada de Podemos. Los tuiteros que no tienen cargos políticos fueron más agresivos en las respuestas.
Todo ello se produjo a unas doce horas de la manifestación en favor de la sanidad pública, que reunió el domingo a 250.000 personas, según la Delegación del Gobierno, una cifra mayor que en la cita anterior del 13 de noviembre. Fue la movilización masiva que habían reclamado los convocantes para denunciar la falta de médicos en la Atención Primaria y Urgencias, y las listas de espera.
El Partido Popular ha puesto en marcha dos modelos diferentes de respuesta. La dirección nacional apuesta por relativizar la situación de la sanidad madrileña y afirmar que la falta de personal existe también en otras regiones. “Pensar que solo hay un problema con la sanidad en Madrid puede reflejar una mentalidad partidista, pero no responde a la realidad”, dijo Borja Sémper el lunes.
El PP de Madrid no acepta ni siquiera eso. Su discurso oficial es parecido a lo que dijo el músico Nacho Cano hace unas semanas. Díaz Ayuso no sólo salvó Madrid, sino toda España. Y no salvó Europa entera, porque estaba liada con otras cosas, como luchar contra el pérfido Sánchez. Es lo que mantuvieron en toda la pandemia y no se van a salir de ese guion, que lo cierto es que les funcionó en las elecciones de mayo de 2021.
“La sanidad de Madrid es la segunda mejor de Europa”, dijo Díaz Ayuso en lo que hay que entender como un gesto de humildad impropio de ella. Lo típico hubiera sido que dijera que es la mejor de Europa desde la invención de la penicilina.
Díaz Ayuso y sus fieles están embarcados en una senda de la que los gobiernos europeos suelen huir como de la peste: enfrentarse al personal sanitario. Médicos y enfermeras ocupan los primeros puestos en las encuestas sobre las profesiones con mejor imagen en casi todo el mundo. Las enfermeras llevan veinte años en la primera posición en los estudios anuales de Gallup en EEUU. En segunda posición están los médicos. En Alemania, están por delante los médicos. En Reino Unido, estos últimos sólo tienen por encima a los científicos. Los números son similares en España.
La gente admira al profesional sanitario porque le atiende cuando los problemas de salud le dejan en la situación más vulnerable. También les otorgan credibilidad a la hora de saber cómo funciona el sistema sanitario.
Despreciar una manifestación en apoyo de la sanidad o al personal que se declara en huelga es una mala idea política. Los votantes también son pacientes o son hijos o nietos de pacientes.
Una encuesta hecha en diciembre y encargada por el Gobierno madrileño reveló que la preocupación por el estado de la sanidad es real en la Comunidad de Madrid, y no únicamente entre los votantes de izquierda. Se trata del primer problema para sus habitantes por encima de la situación económica y la inflación a una gran distancia. La tendencia se confirma cuando el encuestado habla de su situación personal. El 46,9% dice que es su problema más serio, mientras que el 19% señala a la inflación. Entre los primeros está uno de cada tres votantes del PP.
Todo eso quiere decir que los votantes saben que la sanidad pública no funciona, no porque lo hayan dicho los partidos de la oposición, sino porque lo están sufriendo personalmente, en especial cuando piden una cita con su médico de cabecera. Si Ayuso les dice que la atención primaria funciona perfectamente, se preguntarán si su presidenta ha consumido algo más fuerte que cerveza.
Ese sondeo no es totalmente negativo para los intereses electorales del PP, pero le sitúa lejos de la mayoría absoluta, una meta que es posible que esté fuera de sus posibilidades. No es realista pensar que en el tiempo que resta hasta las elecciones de mayo la sanidad madrileña pueda cambiar sus constantes vitales, incluso si recibiera más fondos, cosa que no va a ocurrir.
Curiosamente, en un reportaje aparecido este fin de semana en El País sobre las estrategias electorales de los partidos para este año de dos elecciones figuran unas palabras reveladoras de Miguel Ángel Rodríguez, jefe de gabinete de Ayuso y su maestro de las artes oscuras. Le preguntan por la mayor debilidad de la presidenta de Madrid. “Que cale entre los ciudadanos la idea de que la sanidad en Madrid no funciona”, responde.
Es probable que esa entrevista se hiciera hace semanas. Sus palabras no son consecuencia de los acontecimientos de los últimos días. Seguro que Rodríguez está pensando desde hace tiempo en algo para revertir ese estado de opinión. Esta vez, no servirán las alusiones al derecho constitucional a las cañas y las terrazas que, aunque no existe en la Carta Magna, quedó impreso en la mente de muchos votantes como si fuera el sello de una ganadería en la parte posterior del ganado.
Las elecciones de 2021 se produjeron en un contexto social y político determinado en el que Díaz Ayuso tradujo en votos el hartazgo de la población de Madrid por las restricciones provocadas por la pandemia, así como su condición de heroína de la derecha por sus ataques a Sánchez. Lo primero ya no existe. Lo segundo está ya un poco amortizado.
Lo que aún no ha controlado es el impacto de las críticas ciudadanas por el estado de la atención primaria y las urgencias. Algunos votantes se lo tomarán como algo personal si están en edad de tener recurrentes problemas de salud. Enfurecer a los pacientes del sistema sanitario es una mala idea si los vas a necesitar en las urnas.
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