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La hiperactividad en las redes tumbó a un cónsul incómodo para Exteriores

Enrique Sardá Valls. Foto: Ministerio de Exteriores

José Precedo

Una llamada de Exteriores fulminó el pasado lunes al cónsul general de España en Washington, Enrique Sardá Valls. La instrucción fue tajante: el diplomático con 40 años de carrera que presume de no tener equipaje, “de ir en pelotas” de destino en destino, debía comprar los billetes de regreso a Madrid.

Las mismas redes sociales que utilizó como lugar de encuentro para los españoles en Estados Unidos lo mandaron de vuelta sin llegar a su cuarto año en Washington. Su polémico comentario en Facebook, en el que menospreció a la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, metiéndose con su atuendo por lucir un vestido de color rojo similar al que portaba la reina Leticia Ortiz en el mismo acto público y hacía parodia del acento de los andaluces -siguiendo el juego de un grupo de esa red social-, ha colmado la paciencia del ministro Alfonso Dastis.

El propio Gobierno de Andalucía había metido presión reclamando la reprobación del diplomático y dirigentes políticos de distintos partidos, reclamado su cese. La bola en las redes sociales seguía rodando y Exteriores decidió cortar por lo sano, solo unas horas después de que eldiario.es desvelase sus palabras. No admitió siquiera explicaciones de su funcionario en Estados Unidos. 

El cónsul, con 40 años de experiencia diplomática a sus espaldas, inició este miércoles un periplo por los medios para quejarse de la decisión. Admitió que el comentario fue desafortunado pero insistió en que sus palabras dirigidas a un círculo reducido de Facebook se habían sacado de contexto. En una entrevista en Antena 3 llegó a decir que “en España no existe libertad de expresión ni sentido del humor”. “Si hubieran podido, me hubieran quemado en la hoguera”, se lamentó Sardá Valls en la cadena de televisión. Luego aderezó su explicación con los argumentos clásicos para despejar estas polémicas: que tiene familiares andaluces, que es una tierra a la que quiere y visita y que ha atendido con gusto a los emigrantes llegados de Andalucía a Washington.

Según ha comunicado el ministerio, Sarda Valls regresará a Madrid como sucede con los diplomáticos que no tienen destino después de haber pasado por Colombia -su primera plaza entre 1979 y 1982- Senegal, Venezuela, República Dominicana, Italia y de ser jefe adjunto de la misión Europea en los Balcanes, en 2002. 

Su hoja de servicios ya registró un incidente en 2006 cuando era cónsul en Sidney (Australia) denunció a su marido, el artista Michael Kopiezt, le había golpeado en una riña familiar. La policía acabó encontrando drogas en la casa, que atribuyó a su compañero. El episodio, desvelado por el Daily Telegraph australiano y publicado en España por el Abc, no sentó bien en el ministerio donde empezaron a correr historias sobre las andanzas de Sardá.

Pero eso no le impidió saltar en 2009 a Europa para instalarse en Berlín. En 2014, tras un breve paso de dos años como asesor de medios del Ministerio de Exteriores, donde una vez más volvió a interesarse por el uso de las nuevas tecnologías, viajó por fin a Washington, donde se labró una imagen de funcionario eficiente ante la comunidad española. Suya fue la idea de poner en marcha una plataforma informática para poner en contacto a los emigrantes en Estados Unidos. En las últimas horas algunos de sus integrantes lamentaron su salida. 

Nacido en una familia de la burguesía textil catalana, Sardá Valls, eligió pronto que su destino estaría lejos de los negocios caseros y eligió la carrera diplomática. Con un perfil técnico, modales refinados, ha rehuido los posicionamientos partidistas en todas las plazas donde ha ejercido, si bien, se ha permitido cierta independencia de criterio para deslizar críticas a la gestión del Partido Popular ante el conflicto catalán.

Siempre rodeado de arte,  cuentan quienes pisaron sus residencias que son pequeños museos, suele presumir de un cuadro que le regaló su hermano, el pintor Jordi Sardá Valls, que retrata a un hombre desnudo con una maleta. Tal y como él mismo aseguró a El País, en mayo de 2016, los diplomáticos pierden a lo largo de la vida a la familia y los amigos: “lo único que queda es la cultura, los viajes, los traslados”.

En esa misma entrevista se quejaba de los clichés sobre Cataluña que perviven en muchos lugares de España“, e incluso de la recogida de firmas que el Partido Popular llevó a cabo contra el Estatut de Cataluña. Sus gracietas sobre la presidenta andaluza y su acento en ese foro explosivo que son las redes sociales lo han mandado ahora de vuelta a casa. En la carrera algún compañero suyo sostiene que el incidente de Facebook ha servido para saldar cuentas atrasadas en el ministerio.

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