¿Cómo pudiste hacerme esto a mí? Yo que te hubiese querido hasta el fin, sé que te arrepentirás
Es un clásico en el melodrama cinematográfico y en el cine de gánsters. Dos hermanos se juran amor eterno y acaban enfrentados a muerte. Los socios en una organización criminal que terminan a tiros o delatándose a la policía. Michael, dando ese beso brutal a Fredo (“sé que fuiste tú, Fredo, me rompiste el corazón”). A veces, todo ocurre de improviso, porque alguien traspasa la línea que no se puede cruzar. También puede suceder que el rencor o la envidia vayan creciendo a lo largo del tiempo. Lo que es seguro es que el final es apoteósico, sangriento, espeluznante. Si alguien se arrepiente, siempre es demasiado tarde. El suelo se llena de cadáveres.
Nueve meses después de la gran victoria de Isabel Díaz Ayuso en las elecciones autonómicas, la presidenta madrileña ha aplicado a la dirección nacional del partido el mismo tratamiento de choque que tan buenos resultados le dio contra la izquierda. El discurso lo tiene memorizado. Ella es la víctima de oscuras maniobras conspiratorias. Sólo ella pelea a muerte para proteger el bienestar de los ciudadanos. Le tienen envidia por su defensa de la libertad. “Ayuso se adelantó”, como decía el vídeo de propaganda en julio de 2020 con el que Miguel Ángel Rodríguez (MAR) lanzó la campaña con la que absolverla de cualquier responsabilidad en la tragedia vivida en los primeros meses de la pandemia.
Esta vez, fue demasiado lejos y picó demasiado alto. El martillo de MAR acabó estallando en la cabeza de su jefa. La filtración de la investigación que Génova estaba realizando sobre un contrato del Gobierno madrileño que benefició al hermano de Díaz Ayuso desencadenó unos acontecimientos que pronto escaparon del control de sus protagonistas.
Inicialmente, los hechos daban una imagen penosa de Pablo Casado y Teodoro García Egea, embarcados en unas pesquisas que además ellos habían comenzado a circular entre los medios de comunicación. Luego, el poder de Génova impuso su ley.
Tras saberse que Ángel Carromero –alto cargo en el Ayuntamiento de Almeida– podía estar implicado en estos negocios sucios, la historia cobró el estilo de Mortadelo y Filemón, más que el de James Bond. No en vano, Carromero fue el que viajó a La Habana para ayudar a la oposición cubana y acabó matando en un accidente de coche a su dirigente más carismático. “El Rasputín”, llamó ABC al asesor de Almeida con una cierta exageración. En la tarde del jueves, presentó la dimisión para salvar la cabeza del alcalde de Madrid.
Al estallar el escándalo, Ayuso y Rodríguez optaron por apretar el botón nuclear. Cualquier cosa antes de dejar que Génova utilizara cuando más le conviniera su información sobre Tomás Díaz Ayuso. El hermanísimo cobró, según el diario ABC citando fuentes de la dirección del PP, 286.000 euros de un contrato de venta de mascarillas concedido a dedo en abril de 2020 por valor de 1.512.500 euros a una empresa dirigida por un amigo de la presidenta. Una fenomenal comisión del 18% nada menos que es difícil de comprender en un contrato que no se había decidido de forma competitiva al entregarse por la vía de urgencia. ¿Qué gestiones hizo el hermano que justificaran esos emolumentos? ¿Consultar el boletín oficial de la Comunidad?
Todos los gobiernos asignaron contratos por el método de urgencia durante 2020. Díaz Ayuso lo tomó como costumbre y siguió haciéndolo el año siguiente. No consta que en ningún caso los hermanos de otros presidentes se llevaran una tajada tan suculenta. En 2020 y 2021, el Gobierno de Madrid se convirtió en un adicto a esta vía rápida de contratación. Tramitó 4.890 expedientes por un importe total superior a los 1.006 millones de euros, según un informe no definitivo de la Cámara de Cuentas.
En la Asamblea, la oposición tenía el día hecho. “No merecemos un Madrid que parezca gobernado por la mafia siciliana”, denunció Carolina Alonso, de Unidas Podemos. Mónica García, de Más Madrid, recordó que en la época de ese contrato 500 personas morían cada día en la región mientras el amigo y el hermano de Ayuso estiraban el concepto 'colaboración pública-privada' para alcanzar grandes niveles de rentabilidad. Para sus bolsillos.
Ante este panorama, Ayuso y su consigliere decidieron llevar la apuesta hasta el final, hasta un lugar al que nunca ha osado llegar un dirigente de su partido. Fue directamente contra su líder y los que le rodean. Denunció que intentan acusarla de corrupción sin pruebas “metiendo por medio a mi familia que nada tiene que ver”. Confirmó que su hermano había hecho negocios con la empresa que recibió el contrato de las mascarillas, pero que todo era legal, porque había declarado a Hacienda la suma recibida.
Como es habitual en ella, leyendo un papel donde lo llevaba todo meditado y apuntado, dijo que las declaraciones aparecidas el jueves en los medios procedían del “entorno de Casado” y que representaban “lo peor que se puede esperar de los políticos”. En resumidas cuentas, estaba sosteniendo que Casado no es digno de presidir el PP.
Su discurso, casi idéntico al que utiliza contra la izquierda, tenía dos partes. La reseñada de presentarse como la víctima. La segunda es la que afirma su valor imprescindible en el PP. “Quisiera saber cuántos votos han conseguido para el Partido Popular todos aquellos que llevan meses dedicados a atacarme a mí”. No miro a nadie, querido Pablo.
Hora y media después, García Egea recogió el testigo. Díaz Ayuso le había facilitado a él y a Casado el arma que estaban esperando. El número dos del partido anunció un “expediente informativo” contra ella, el trámite que se utiliza en los partidos para iniciar el proceso de expulsión de un afiliado. Para Egea, resulta evidente cuál debe ser el desenlace: definió sus acusaciones a Casado como “casi delictivas”. Ya había emitido su veredicto.
Génova se dio prisa. Había que terminar el trabajo. Se dieron las órdenes oportunas y en poco tiempo dieciséis diputados cerraban filas en Twitter. Luego, otros les siguieron. El proyecto del PP “no debe ponerse en riesgo por las ambiciones personales por muy arriba que uno ha llegado o espere llegar”, escribió el diputado Diego Movellán. “En política como en la vida no todo vale. La deslealtad no tiene lugar”.
El apoyo más notorio que recibió Ayuso fue el de Cayetana Álvarez de Toledo, sobre la que sus compañeros de escaño no tienen ya muy buena opinión. También la ven como una diva que se niega a respetar las órdenes de arriba. En el mundo mediático, la balanza estará más equilibrada. Toda esa publicidad institucional del Gobierno de Madrid tiene que servir para algo. Para abrir boca, el editorial de El Mundo del viernes toma partido por Ayuso. Así define la gestión de Casado en esta crisis: intento de chantaje sin pruebas, inseguridad patológica, pinza siciliana, insensatos sin escrúpulos...
Díaz Ayuso puede haber cometido el error que pondrá fin a su carrera política, aunque con ella todo es posible, como que pretenda seguir al frente del Gobierno de Madrid incluso si es expulsada del partido. Se ha achicharrado por querer volar muy alto y muy rápido. Nadie gana un pulso a Génova, suelen decir los dirigentes del PP. Pero hay pulsos que pueden llevarse a todo el mundo por delante y hacer que el partido pague el precio más doloroso en las próximas elecciones generales. Ese sería el legado de Ayuso que nadie será capaz de olvidar.