“Hoy puedo afirmar que, sin saberlo, Jorge fue un precursor de Podemos precisamente porque nos enseñó a pensar también desde claves diferentes a las tradicionales de la izquierda”. Así reflexiona el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, sobre la influencia que ha tenido Jorge Verstrynge en el surgimiento del partido.
Iglesias conoció a Verstynge el “11 de noviembre de 2002”, en la facultad de Ciencias Políticas de la Complutense, en la que se había matriculado después de hacer Derecho. “Ya entonces Jorge parecía cualquier cosa menos un facha”, explica Iglesias en el prólogo del nuevo libro de Jorge Verstrynge, 'Populismo. El veto de los pueblos' (El Viejo Topo).
“Descubrí a un profesor y a un maestro excepcional y heterodoxo”, explica Iglesias, “que había llegado a la izquierda haciendo el camino inverso al que suele trazar las trayectorias de muchos académicos, que presumieron de una juventud de vino y rosas en la izquierda revolucionaria y que poco a poco cambiaron su forma de pensar y de vivir o simplemente se adaptaron a las circunstancias”.
“Teniéndolo todo”, subraya el secretario general de Podemos, “Jorge cambió para perder y asumió la práctica, la vida y las implacables consecuencias que la política reserva a los perdedores. Se convirtió en un maldito pero, al hacerlo, ganó una talla ética y de dignidad inigualables”.
De acuerdo con Iglesias, “Jorge mostraba un arrojo y una pasión que nos admiraba a los estudiantes y que quizá sólo encuentre parangón en Juan Carlos Monedero”. Y añade: “Jorge entendió mucho antes que nadie de la izquierda española lo que estaba ocurriendo en América Latina y en Venezuela”.
“Aún recuerdo”, argumenta Iglesias, “cómo mientras muchos dirigentes comunistas españoles despreciaban por incomprensión fenómenos a los que tildaban precisamente de ”populistas“, a los que años después abrazarían sin matices, Jorge ya decía entonces que Hugo Chávez tenía algo de De Gaulle. La heterodoxia sin concesiones de Verstrynge, su enorme laicismo metodológico, la ausencia de sectarismo en su manera de reflexionar, nos enseñó a pensar libremente y a dejar atrás miopías y miedos. Recuerdo la admiración que también le profesaba Íñigo Errejón, que siempre destacó sus agallas (las intelectuales y las otras). Hoy puedo afirmar que, sin saberlo, Jorge fue un precursor de Podemos precisamente porque nos enseñó a pensar también desde claves diferentes a las tradicionales de la izquierda”.
El secretario general de Podemos reconoce que “el auge” del partido “y la producción intelectual a su alrededor, así como la emergencia de nuevos fenómenos políticos difíciles de catalogar en diferentes países, han puesto de moda en España nociones complejas de populismo, que han traspasado incluso las fronteras de la academia para aparecer en reflexiones de columnistas y comentaristas. Laclau, tratándose de un intelectual cuya obra está lejos de ser divulgativa y accesible, tiene mérito que se haya puesto de moda, a pesar de los secuestros de los que es objeto. Laclau ya no puede hablar, pero seguro que protestaría algunos de los usos que dan a su teoría”.
“A veces”, bromea Iglesias, “lo imagino como el McLuhan de Woody Allen apareciendo en la cola de un cine, haciendo callar a más de un pedante. Pero es innegable que hoy todo el mundo habla del populismo, y que hay cierta inquietud entre los científicos sociales”.
Iglesias explica que “Jorge no ha llegado al populismo ni a través de Podemos ni a través de Gramsci, ni mediante las lecturas que más o menos hemos puesto de moda en estos años. Jorge no es un izquierdista frustrado por los fracasos de la izquierda, por el mecanicismo pseudomarxista, ni un amante de la ilustración, ni un obrerista desepcionado por los límites históricos de la teoría del imperio y el fin de la soberanía, ni tampoco un postgramsciano fascinado por la autonomía de lo político. Jorge no ha tratado de adaptar sus paradigmas a una nueva realidad política, ni ha intentado entrar en un nuevo debate con ropajes clásicos adaptados. Por el contrario, Jorge lleva hablando y reivindicando el populismo muchos años, y jamás ha sentido ninguna presión para tratar de adaptar su reflexión a una versión de izquierdas más o menos viable. Y señala una clave que es difícil poner en cuestión: la soberanía nacional como horizonte y el programa de cualquier forma o discurso populista”.
“Por algo es un maldito y por algo es un maestro”, concluye Iglesias.