Hace algo más de un año Ignacio Aguado (Madrid, 1983) abandonó sus cargos en Ciudadanos y anunció que dejaba la política pasando a engrosar la larga lista de dirigentes del partido jubilados prematuramente. Lo hizo sin hacer mucho ruido, justo unos días después de conocer los pésimos resultados electorales de las autonómicas del 4 de mayo que Isabel Díaz Ayuso había forzado tras la fallida moción de censura en Murcia –donde su partido se alió con el PSOE para dinamitar el Gobierno que formaba con el PP–, acusando a su entonces vicepresidente del Gobierno de estar fraguando en Madrid una operación similar para desbancarla.
La operación nunca se demostró, fue negada por Ciudadanos y también por el PSOE, pero sirvió a Ayuso para desprenderse de un socio incómodo: destituyó a su vicepresidente y a todos los consejeros de Ciudadanos y convocó elecciones, con el resultado conocido. Antes de esa cita con las urnas, Inés Arrimadas había decidido apartar también a Aguado, abrasado por sus disputas con la presidenta regional y colocar en su lugar como candidato autonómico al portavoz parlamentario, Edmundo Bal. Fue un intento desesperado por salvar los muebles y para ello hubo que convencer a Bal, que se resistió hasta el último minuto.
Finalmente Aguado y el abogado del Estado en excedencia comparecieron en la sede del partido para anunciar el recambio. El vicepresidente intentó aparentar que todo había sido consensuado entre ambos y dijo que ayudaría a su sustituto en todo lo que pudiera. “Le he pedido yo personalmente que asuma el reto”, llegó a decir en una extraña puesta en escena, con el rictus forzado. La procesión iba por dentro. Y Aguado desapareció del mapa. Solo se le vio en algún mitin, sentado junto a sus antiguos compañeros de la Ejecutiva. Casi en la recta final de la campaña tuvo a bien participar en una acto celebrado en la Plaza del 2 de mayo donde lanzó duras andanadas contra Ayuso mientras Bal, por el contrario, le tendía la mano para colaborar en el futuro. Un futuro que nunca existió
Ciudadanos perdió los 26 escaños que Aguado había logrado en 2019 y se quedó sin representación en la Asamblea de Madrid. El PP casi rozó la mayoría absoluta, lo que permitió a Ayuso pactar el apoyo de Vox pero no meterlo en su nuevo Ejecutivo. Pocos días después, Aguado se despedía sin una sola crítica a Inés Arrimadas, ni mucho menos contra Bal, con un amable tuit en el que daba las gracias a todos.
Poco después se supo que había regresado a la empresa privada para trabajar en el asesoramiento estratégico de empresas, como miembro del Comité Ejecutivo de Madrid Foro Empresarial y que colaboraba como profesor externo en la Universidad Europea de Madrid impartiendo clases en el Máster de Comunicación y Asuntos Públicos.
En su palmarés se llevaba la entrada de Ciudadanos en 2015 en la Asamblea de Madrid con 17 escaños que, cuatro años después, en los comicios autonómicos de 2019, se convirtieron en 26 diputados. En las dos convocatorias con las urnas formó tándem electoral con la actual vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís. Tras los buenos resultados obtenidos aquel año, el entonces líder del partido, Albert Rivera, decretó pactar con el PP y ambos dirigentes formaron coaliciones de gobierno en la Asamblea regional, con Ayuso, y en el Ayuntamiento, con José Luis Martínez-Almeida. Aquellas alianzas con el PP han sido ahora cuestionadas por Arrimadas una vez que el partido ha ido despeñándose cada vez más después de que su antecesor les dejara en el Congreso con tan solo diez diputados de los 57 que tenían.
Enemigos internos y externos
Desde que se hizo con las riendas del partido en Madrid y se convirtió luego en vicepresidente del Gobierno, Aguado había conseguido crearse muchos enemigos tanto internos como externos. Aunque con Villacís siempre presumía de mantener unas relaciones cordiales, la rivalidad entre ambos por las parcelas de poder en Madrid siempre existió. Cada uno tenía su 'camarilla' y los roces surgían de vez en cuando. Entonces eran vox populi sus constantes peleas con Ayuso, que al final casi terminaron siendo una guerra abierta. Discrepaban por casi todo: por la gestión de las residencias, por cómo afrontar la pandemia, por Telemadrid, por las terrazas, por la eliminación de los aforamientos o por la creación de comisiones de investigación por casos de presunta corrupción en los que el PP se veía involucrado. La dirección de partido, capitaneada por Arrimadas, era consciente de ello. Pero mientras la coalición durara, nadie iba a poner palos en las ruedas del dirigente madrileño.
Tampoco entre la líder del partido y Aguado había demasiado feeling. De hecho, Aguado incluso intentó hacerse con las riendas de la formación nada más marcharse Rivera, cuando todas las miradas ya se dirigían sobre la jerezana y le pedían que diera un paso adelante. Su gesto no gustó a muchos de los fieles a Arrimadas. Pero ella quería paz interna. Incluso tras el fracaso de la moción de censura en Murcia quiso cerrar las heridas ampliando su Comité Permanente, el núcleo duro del partido, al que se incorporó, entre otros, a Aguado.
Con motivo del primer aniversario de aquella derrota sin paliativos de Bal en Madrid, el exdirigente madrileño concedió una entrevista a El País. En ella hizo gala de una exquisita elegancia y no se lanzó contra Arrimadas, que tampoco entonces dimitió y anunció la celebración de una Convención Nacional para mediados del siguiente mes de julio. Al celebrarse en Madrid, aquel cónclave tendría que haberlo organizado el equipo de Aguado, pero como ya había dimitido, fue Villacís la que lo hizo al haber ocupado sus responsabilidades también en la capital.
“Ciudadanos pagó en Madrid el error que se cometió en Murcia. Nos llevó por delante la onda expansiva”, señaló Aguado en dicha entrevista, en la que negó una mala relación con Ayuso y que estuviera preparando contra ella una moción de censura: “Es rotundamente falso que fuera a haber una moción”. También vaticinó: “La marca Ciudadanos está terriblemente dañada. Les deseo lo mejor”.
El nuevo fracaso en las elecciones en Andalucía del 19J le hizo romper su silencio. También en Twitter pidió la dimisión de Arrimadas y de toda la Ejecutiva exigiendo la convocatoria de una Asamblea Extraordinaria. Este lunes remataba la faena anunciado que se va del partido. En su carta acusa a Arrimadas de no asumir responsabilidades por todos sus fracasos. “La dirección del partido ha decidido emprender una huida hacia adelante, que no comparto, disfrazada de una refundación en la que no creo”, afirma.
Mientras Villacís y el propio Bal aseguraban “respetar” su decisión y no entraban a criticarle, uno de sus antiguos rivales en las primarias a la Comunidad de Madrid, Juan Carlos Bermejo, se lanzaba contra él este lunes. “Aguado y su camarilla siempre culparon a Arrimadas de su desgracia. La realidad es que fueron ellos los verdaderos culpables de la debacle en Madrid, primero pactando contra la decisión del votante y luego traicionando a Ayuso. En lo personal, que le vaya bien”, escribía el economista y tertuliano en su perfil de Twitter.