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La salida del ministro Uribes y de José Manuel Franco arrastra al PSOE de Madrid a su enésima crisis de proyecto y liderazgo

Esther Palomera / Irene Castro

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Ha vuelto a pasar. El PSOE de Madrid, sin rumbo, sin pulso, sin estrategia y sin gobierno. Con Ángel Gabilondo de salida -a la espera de un milagro que ponga al PP y al PSOE de acuerdo para nombrar nuevo Defensor del Pueblo-; el exdelegado del Gobierno en Madrid José Manuel Rodríguez Uribes incorporado al Consejo de Ministros de Pedro Sánchez; Pepu Hernández deprimido por no haber sido elegido para la presidencia del Consejo Superior de Deportes y un secretario general y José Manuel Franco, a la espera de ser nombrado oficialmente delegado del Gobierno en Madrid , la antaño federación más convulsa del socialismo dormita en la escena madrileña.

La situación no es nueva. Se repite desde hace lustros. De hecho, el tiempo de un indómito socialismo madrileño que lo mismo se plantaba ante las decisiones de Felipe González que se levantaba en armas contra Alfonso Guerra o hacía la vida imposible a José Luis Rodríguez Zapatero pasó a mejor vida el día que la federación decidió resignarse a las imposiciones que llegaban desde la calle Ferraz para quitar y poner candidatos o para allanar o dinamitar el camino a distintos secretarios generales.

En el fondo, cuando se tiene alma de perdedor porque la memoria no alcanza a recordar la última victoria, quien más y quien menos solo aspira a la permanencia en una lista electoral. Hoy, la estampida de quienes fueron señalados por la dirección federal como solución a un problema que ya nadie niega que es estructural no ha hecho más que agravar la enésima crisis de un desnortado socialismo madrileño, cuyos cuadros parece que solo aspiran a repartirse las migajas de la miseria electoral a la que ellos mismos contribuyeron.

El desdén que Ferraz muestra por la federación socialista lo resume bien la pregunta y la respuesta que hace poco se hacía un estrecho colaborador de Pedro Sánchez: “¿Qué es el PSM? La Moncloa”. Tal cual. Las decisiones se toman desde hace tiempo desde el cuadro de mandos de la Presidencia del Gobierno, ni siquiera desde la dirección federal. Se hizo con la elección de Pepu Hernández como cabeza de lista al Ayuntamiento y años antes con la designación de Gabilondo como cartel de la Comunidad de Madrid. La decisión nació del artículo primero del reglamento del ordeno y mando. Sánchez propuso y dispuso del mecanismo por el cual unas bases solícitas acataron sus decisiones.

El hecho de que el presidente no informara siquiera al secretario general de la federación, José Manuel Franco, de que Uribes -a quien desde La Moncloa habían señalado como posible sucesor de Gabilondo en la Asamblea de Madrid- ocuparía la cartera de Cultura en el Gobierno de España corrobora que la federación madrileña no es más que una sucursal al servicio del PSOE federal. Hoy Franco, que no dio batalla frente a la imposición de la candidatura de Hernández al Ayuntamiento capitalino a cambio de que le abrieran hueco en las listas al Congreso de los Diputados, permanece a la espera de que el BOE incluya su nombre como próximo delegado del Gobierno en Madrid, según han confirmado a eldiario.es fuentes de la dirección federal.

Tan solo Gabilondo supo que Uribes sería el nuevo ministro de Cultura por una llamada de Sánchez que se produjo unos minutos antes de que el nombre fuera filtrado a la prensa. Al presidente le fallaron otros candidatos a los que propuso esa misma cartera, una de ellas la titular de Cultura en el Ayuntamiento de Valladolid, Ana Redondo, que esgrimió razones personales para rechazar el cargo. Fue entonces cuando pensó en el profesor de Filosofía del Derecho, miembro de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE y ex delegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid como solución de emergencia.

Desde entonces, en el PSOE de Madrid se preguntan quién será el siguiente “sucesor designado” por Sánchez para la Comunidad de Madrid y para hacerse con las riendas de un Grupo Parlamentario que, con Gabilondo desde hace tiempo a la espera de destino, carece de estrategia de oposición en un momento en el que la derecha madrileña anda a la gresca por la hegemonía del bloque y en el que la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, acaba de designar como jefe de gabinete al exsecretario de Estado de Comunicación de Aznar, Miguel Ángel Rodríguez.

Curtido en mil batallas políticas y “artífice” del tránsito de Aznar como barón sin carisma a incuestionable líder de la derecha española, Rodríguez desembarca en Madrid dispuesto, entre otras cosas, a convertir a Ayuso en ariete contra el Gobierno de Sánchez y a poner en su lugar de socio minoritario a Ciudadanos en el seno de la coalición que gobierna Madrid.

Y entre que Sánchez lo piensa y se suceden los nombres de posibles candidatos, quien más y quien menos ya va tomando posiciones. Franco, un secretario general también en retirada, aguarda impaciente la salida de Gabilondo y de Hernández -que estuvo a punto de salir de la portavocía pero “no se materializó” la decisión- sin que en el horizonte se atisben más relevos que el de algunos nombres que aparecen en las quinielas de la prensa. Unos porque se postulan y otros porque, en algún momento, fueron impuestos por Sánchez en las listas electorales.

De momento en la Asamblea de Madrid, Susana Llanos Castellanos, se ha hecho con las riendas del grupo parlamentario toda vez que Gabilondo ha hecho llegar “a través de emisarios”, según fuentes de la dirección federal, que aspira a ser el próximo Defensor del Pueblo y no tiene intención de repetir como cabeza de cartel. El ex ministro de Educación, no obstante, niega la mayor y sostiene que no “está desesperado” por salir de la Asamblea, donde permanecerá “salvo que alguna otra persona piense que debo estar en otro lado”.

En algún momento sonó también el nombre de la actual presidenta del Senado, Pilar Llop, a quien Sánchez hubiera situado en la Cámara Alta para darla a conocer, según sostienen algunas fuentes de la federación. Y lo mismo con Borja Cabezón, un ex asesor “monclovita” que mutó del “susanismo” al “pedrismo” sin apenas tránsito y que está apadrinado por el todopoderoso Iván Redondo, jefe de gabinete del presidente. Sin embargo, tanto Cabezón como Llanos Castellanos estarían también a la espera de nuevo destino en la Administración central, según fuentes de la Asamblea de Madrid. En el caso de Pepu Hernández, en la dirección madrileña reconocen que su permanencia finalmente evita “abrir un melón” que se traduciría en una nueva batalla por la portavocía en el Ayuntamiento hasta las próximas elecciones en las que habría que designar un candidato.

Sea quien sea, lo que nadie duda a estas alturas es que la federación es un erial, que los socialistas madrileños afronta su enésima crisis y que no serán ellos quienes decida su próximo liderazgo, sino la voluntad de Sánchez. La inquietud entre sus cuadros ya no es tanto la falta de democracia interna como por la ausencia de dirección política en un momento en que la derecha ha vuelto a recuperar el gobierno de sus principales instituciones, y Vox ha tenido la habilidad de hacer por el día de apoyo indispensable de los gobiernos municipal y regional y por la noche, de oposición implacable. Ortega Smith en el Consistorio y Monasterio en la Asamblea son en realidad quienes han conseguido marcar la agenda política y mediática en Madrid. Y todo mientras la izquierda -con Más Madrid descabezado tras la salida de Íñigo Errejón y el PSOE, a la espera de que Sánchez deshoje la margarita- se desdibuja cada día más.

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