Cuando tras la traumática dimisión de Albert Rivera a consecuencia de la debacle electoral que cosechó el partido en noviembre de 2019, Inés Arrimadas confirmó que aceptaba el reto de coger el testigo para optar a la presidencia de Ciudadanos, como le estaban pidiendo muchísimos de sus compañeros, no esperaba tener que lidiar con ninguna otra candidatura alternativa. Pensaba que, dado el clamor que había hacia su figura, ningún otro dirigente de peso iba a intentar hacerle sombra, pese a los tímidos amagos de Ignacio Aguado de presentarse. Pero no fue así. Un entonces poco conocido diputado castellano leonés, Francisco Igea, médico de profesión y crítico con el modelo político que Arrimadas iba a representar, continuista con el de Rivera, le plantó cara y anunció que se postulaba para el cargo.
Aquellas primarias, como las celebradas esta semana, fueron a cara de perro. Los dos dirigentes mantuvieron un bronco debate en el que se hicieron agrios reproches. Como se esperaba, Arrimadas arrasó a su rival e Igea se replegó a sus cuarteles de invierno. Las aguas entonces se calmaron y el partido siguió su rumbo bajo la batuta de la jerezana, que inició su mandato marcado por la pandemia -de hecho, la Asamblea de su proclamación se tuvo que celebrar telemáticamente-, con un escuálido grupo parlamentario de diez diputados que al poco tiempo se quedó en nueve por la fuga del tránsfuga Pablo Cambronero.
Entre aquella decena de diputados figuraba ya Edmundo Bal, que había concurrido a las elecciones de abril de 2019 como número cuatro de la lista por Madrid de Albert Rivera, quien decidió colocarle al frente de una de las tres portavocías que tenía la formación en su etapa dorada, cuando consiguieron sacar 57 diputados. Bal llegó a Ciudadanos casi al mismo tiempo que Sara Giménez y Marcos de Quinto, como uno de los flamantes fichajes del todopoderoso líder, que había contactado con él a finales de 2018 'recomendado' por el abogado penalista José María Fuster Fabra, uno de los fundadores de Ciudadanos en Catalunya. La oferta de ir en su lista le llegó meses después. Bal acababa de ser destituido por el Gobierno de Sánchez de su cargo como abogado del Estado en la Fiscalía de la Audiencia Nacional por negarse a firmar la acusación por sedición en vez de rebelión en la causa abierta a los líderes del procés.
Según contó entonces, la oferta le tentó y después de meditarlo con su familia, aceptó pensando que “podía contribuir a mejorar la vida de los españoles”. En esa primera campaña electoral Bal subía al escenario encantado con su nuevo papel de político y no había mitin en el que no presumiera de haber sido una “víctima” del presidente del Gobierno. El abogado de Estado y los demás fichajes de Rivera, que entraron como 'independientes', terminaron afiliándose meses después a Ciudadanos.
Fue en aquella etapa cuando Bal conoció a Inés Arrimadas, cuyo despacho en el Congreso estaba al lado del suyo dado que tras esas elecciones generales había sido designada por Rivera portavoz del grupo parlamentario, después de dejar Catalunya y dar el salto a la política nacional como diputada por Barcelona.
Una relación afianzada en la pandemia
Pero, meses después, la repetición electoral del 10 de noviembre le deparó a Bal un disgusto. Como la gran mayoría de sus compañeros de grupo, no logró revalidar su acta parlamentaria. El abogado de Estado estaba decidido a volver a su antiguo puesto de trabajo, pero la renuncia de Rivera a su escaño propició su regreso al Congreso al ser el siguiente de la lista por Madrid. Arrimadas le propuso entonces hacerse cargo de la portavocía adjunta del grupo y llevar –como ya había hecho antes– los temas jurídicos del partido junto con un equipo de personas cualificadas en la materia.
La vida parlamentaria quedó en seguida en stand by al estallar con toda crudeza la pandemia, pero al reabrirse el Congreso la relación entre Arrimadas y Bal se afianzó. Todo marchaba viento en popa entre ellos. Las decisiones tomadas por el grupo de apoyar los estados de alarmas y negociar con el Gobierno las medidas económicas y sanitarias fueron consensuadas y meditadas por ambos ante la gravedad de la situación, incluso durante las semanas de baja maternal de la líder en las que Bal fue la voz del partido en el Congreso. Ante algunas críticas que sufrieron, los dos no pararon de explicar que aunque no se fiaban de Pedro Sánchez, España y los españoles necesitaban que los partidos supieran estar “a la altura” de la grave situación que se estaba viviendo y demostraran que hacían “política útil”.
El apoyo a la última prórroga del estado de alarma, sin embargo, abrió en el seno del grupo y en el sector más conservador del partido la primera gran crisis al considerar que Ciudadanos se estaba convirtiendo en el nuevo 'socio' del Ejecutivo. El empresario Marcos de Quinto dejó el acta de diputado y abandonó la militancia. No obstante, hubo más deserciones, entre críticas a la líder, como la ya citada del diputado por Sevilla Pablo Cambronero, que se fue al Grupo Mixto.
Llegado el momento de negociar los Presupuestos, Arrimadas y Bal se abrieron también a ello. Pero aquellas negociaciones terminaron naufragando a finales de año al sentirse “engañados” por el líder del PSOE, al que volvieron a acusar de buscar excusas para seguir prefiriendo aliarse con “los separatistas” y EH-Bildu. A partir de ese momento el tono de las intervenciones de Arrimadas empezó a cambiar y decidió endurecer su discurso.
La legislatura fue avanzando una vez normalizada la vida en la calle. La relación entre Arrimadas y Bal parecía proseguir sin mayores contratiempos. El abogado de Estado seguía proclamando en todas las entrevistas su “fidelidad” a la líder de la que destacaba su tesón y su sólido discurso parlamentario. “Nadie ha sido más defensor de Inés que Edmundo Bal, que ha sido el más inesista de todos, su fiel escudero, como ha dicho él mismo en muchas ocasiones”, aseguran fuentes cercanas al todavía portavoz adjunto de Ciudadanos.
El fracaso en Madrid
Tanta era su fidelidad que aceptó sustituir a Ignacio Aguado para ser el candidato a la Comunidad de Madrid en mayo de 2021, cuando Isabel Díaz Ayuso decidió expulsar a Ciudadanos de su Gobierno y adelantar los comicios como consecuencia de la fallida moción de censura de Murcia. El escenario era terrorífico, con todas las encuestas apuntando a que el partido que se proclama “liberal” se quedaría sin representación en la Asamblea regional, como finalmente así fue. De los 26 escaños que tenían no lograron mantener ninguno.
El portavoz parlamentario ha reconocido en muchas ocasiones que no quería aceptar ese reto, pero que lo hizo por “lealtad” a la líder. “Sabía que iba a inmolarse, pero lo hizo por Inés y por el partido”, señalan las mismas fuentes, que destacan también “la generosidad” de Aguado, que “dio un paso a un lado sin rechistar” a pesar de haber dejado dicho que su intención era volver a confrontar con Ayuso con la que durante todo su mandato mantuvo unas tensas relaciones, precisamente el detonante de que Arrimadas se negara a que volviera a repetir. El fracaso fue total ya que la candidatura de Bal no logró el mínimo del 5% necesario para tener representación. Sus partidarios achacan ahora aquel desastre a Arrimadas y Villacís “que diseñaron la campaña y se empeñaron en insistir en que había que tender la mano a la presidenta regional para reeditar el pacto, pese a todo lo que nos había hecho”, apuntan, olvidando que el jefe de aquella campaña fue el exportavoz en la Asamblea de Madrid, César Zafra, que ha apostado por él en esta confrontación. Pero resaltan que al menos Bal logró la devolución del dinero invertido en el mailing electoral al superar el 3% de los votos.
La debacle de Madrid y los sucesivos batacazos electorales sufridos después en las urnas por Ciudadanos -en Castilla León y en Andalucía- hicieron aumentar las voces que pedían la dimisión de Arrimadas, a la que culpaban de todas esas derrotas. La líder hizo oídos sordos y anunció una “refundación” –tarea que encargó a un equipo de dirigentes entre los que no estaba Bal–, que culminaría en la celebración de una Asamblea General extraordinaria en enero de 2023, con unas primarias previas para elegir a la nueva dirección.
Fue en ese momento en el que comenzó el verdadero distanciamiento entre los dos. Bal, también vicesecretario general de Ciudadanos, ha contado en las numerosas entrevistas que ha ofrecido a medios de comunicación que la dirección del partido ocultaba algunas de las decisiones que previamente había consultado con los afiliados a través de encuestas porque no eran coincidentes con los planes que tenían trazados. Los afines a Bal llegaron a tildar ese proceso de “paripé” y de “chapuza”.
Pero la sorpresa llegó cuando Bal se enteró en una reunión de la Ejecutiva de que el modelo aprobado de partido iba a ser una bicefalia con un/a portavoz político y un/a secretario general, para lo que se proponía una candidatura de “consenso” que representara un “cambio real” en el partido sin ninguno de los dos dirigentes en la primera línea, pero que pasaba por mantener a Arrimadas como portavoz en el Congreso hasta las elecciones generales.
Bal, en contra de la bicefalia
Según la versión ofrecida por el propio Bal, él discrepó y opinó que no le gustaba la idea porque pensaba que lo que tenía que hacer Arrimadas era dar un paso a un lado definitivo para propiciar esa renovación y lo que pretendía era seguir controlando el partido “por la puerta de atrás”. La situación empezó a crisparse ante la negativa de Arrimadas a aceptar la propuesta de su portavoz parlamentario, que, según dijo, estaba también dispuesto a dar un paso a un ladosi se lograba una candidatura de “consenso” sin ninguno de los dos. La falta de acuerdo quedó de manifiesto. Y ahí fue cuando Bal empezó a madurar la idea de presentar una candidatura propia, que luego materializó, denominada 'Ciudadanos de Nuevo'. “No he tenido más remedio”, se justificó. Poco después Arrimadas hizo lo propio pero con una lista, 'Renace tu partido', en la que ella figuraba en último lugar junto a Begoña Villacís, llevando a Ciudadanos a un inevitable choque de trenes.
Los detractores de Bal, sin embargo, sitúan sus desavenencias en el debate que se abrió dentro del grupo sobre la ley del 'solo sí es sí', que Ciudadanos respaldó, o acerca de la ley Trans, en la que también tuvieron algunas discrepancias. A la dirección del partido le costó mucho justificar públicamente el voto a favor de la iniciativa de la ministra de Igualdad, Irene Montero, con las duras críticas que lanzaron después al comprobar que algunos condenados por delitos sexuales habían visto rebajadas sus penas o incluso habían sido excarcelados. Según la versión ofrecida a esta redacción por algunos diputados inesistas -de la que Bal discrepa- , al darse cuenta del “error”, la líder del partido afeó luego a su número dos que no le alertara, como experto abogado que es, de esas posibles consecuencias y eso provocó que se abriera la caja de los truenos. “Tuvieron una buena bronca”, desvelan afines a la líder.
Con todo, lo que ha dejado más perplejos a los fieles a Arrimadas es que Bal “de repente” comenzara a renegar de la estrategia llevada a cabo por Ciudadanos y de haber pactado con el PP. En la campaña de las primarias el abogado de Estado sostuvo que el partido debería abrirse a “ensanchar su base ideológica” y a la vez “ser capaz de pactar tanto a derechas como a izquierdas”. “Parecemos un partido subalterno del PP”, se quejó durante la presentación de su candidatura con la que logró descolocar y enfadar a Arrimadas. “¿Dónde ha estado Bal hasta ahora?”, se preguntan los afines a la líder.
Por su parte, el entonces vicesecretario general se mostró sorprendido de que le acusaran de sanchista cuando, según insistía, él ha sido una de las voces más críticas con el presidente del Gobierno, que le “envió al infierno”. Además, su entorno recuerda que cuando Rivera impuso el veto al PSOE él aún no formaba parte de la dirección del partido, en la que entró después al igual que Marcos de Quinto, tras la dimisión precisamente de Toni Roldán.
Los retos de un partido en hundimiento
Una vez resueltas las primarias, con la victoria de la candidatura oficialista auspiciada por Arrimadas, la formación ha afrontado este fin de semana su VI Asamblea General en un ambiente enrarecido pero con la consigna de ponerse a “trabajar y a remar juntos” para encarar a las próximas elecciones municipales y autonómicas de mayo, que serán claves para el partido. De hecho, en la primera jornada del cónclave, Arrimadas se despidió de su cargo con un emotivo discurso haciendo llamamientos a la “unidad” y a centrase ahora en “el futuro” aparcando las “peleas cainitas”. Al día siguiente, en la clausura, la nueva portavoz política, Patricia Guasp hacia lo propio con la vista puesta en Bal sobre el que este lunes se sabrá si le mantienen en su cargo de portavoz adjunto del grupo parlamentario en el que seis de los nueve diputados apoyaron su candidatura y en el que la convivencia a partir de ahora, pase lo que pase, no va a ser fácil.
El primer gesto de buena voluntad para intentar calmar las aguas ha sido el pacto al que llegaron en la noche del sábado los partidarios de Bal con el nuevo secretario general en virtud del cual los 40 miembros de su candidatura crítica han entrado en el Consejo General, máximo órgano de Ciudadanos. A cambio, los compromisarios afines al abogado de Estado facilitaron que se aprobaran las enmiendas presentadas a la ponencia de Estatutos para eliminar la incompatibilidad que afectaba a los secretarios generales para ostentar un cargo público y uno orgánico. De no haber sido así, Adrián Vázquez, que es eurodiputado, se vería obligado a abandonar su escaño y perdería un sueldo que supera con creces los siete mil euros mensuales, más otros complementos económicos y prebendas de las que gozan los parlamentarios en Europa. Eso sí, el secretario general no podrá presentar su candidatura a la Presidencia del Gobierno de España hasta nueve meses después de la terminación de su mandato.
Bal, por su parte, ha dado por zanjado el debate de primarias, se mostraba conciliador y asumiendo su derrota, destacaba, en declaraciones a los periodistas en la clausura de la Asamblea, la “generosidad” de Vázquez, “que ha abierto la mano” al acceder a integrarle a él y a su lista en el Consejo General. “Es muy buena señal. Es un signo bueno hacia la unidad”, reconocía.
El partido además ha aprobado mantenerse como un partido “liberal y progresista”, tal y como pedía Bal, y definirse como “heredero de la tradición constitucional nacida con la Ilustración, la Constitución estadounidense y las revoluciones liberales”.
Otro de los cambios aprobados afecta al logo del partido. Aunque se mantiene el nombre de Ciudadanos en naranja, se ha sustituido ese color como fondo, y ahora es “verde espacial, que aporta armonía y tranquilidad, con un gris cálido para el contraste”. “Apostar por nuestra marca es abrazar todo ese legado positivo de libertad, igualdad, regeneración y reformas. Por muy complicado que sea el momento, nuestro nombre no está manchado por la corrupción ni los escándalos, como las marcas de nuestros rivales políticos”, afirman en el partido.
A pesar de todo, a la formación le quedan varios obstáculos por superar: en febrero habrá nuevas primarias para la renovación de los cargos autonómicos, lo que podría reproducir las peleas internas entre los dos bandos. Y después llegará el proceso interno de elaboración de lista y la designación de candidatos municipales y autonómicos y la tensión no disminuirá.
Mayo será, sin lugar a dudas, una dura prueba para la recién estrenada dirección, pero también para la propia Arrimadas, que seguirá como portavoz parlamentaria. El partido tiene por delante el reto de demostrar que la refundación ha servido para algo y que Ciudadanos es capaz de despertar “esa ilusión” entre los militantes y los españoles que han estado proclamando a lo largo todos estos meses. Si fracasan definitivamente en esa doble cita electoral, el partido no tendrá nada que hacer en las próximas generales y se reabrirían una heridas que aún no han empezado siquiera a cicatrizar.