Inflación y ‘efecto Feijóo’: Sánchez encara el curso más endiablado para su Gobierno
“Todos los organismos nacionales e internacionales, empezando por el Banco Central Europeo y el Banco de España, coinciden en que esta tasa de inflación es transitoria, temporal y en que durante 2022 se va a ir corrigiendo”. Esa era la lectura que hacía el Gobierno cuando en el último trimestre del año pasado la subida de precios empezaba a marcar récords históricos. La frase la pronunció el 30 de diciembre el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, pero la directriz venía de la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, salvaguarda de la ortodoxia económica en el Ejecutivo de coalición.
En aquel momento, Moncloa había puesto la velocidad de crucero para llegar con una situación económica brillante a las municipales y autonómicas de 2023 y, posteriormente, a las generales. Pedro Sánchez fiaba su reelección a la recuperación impulsada por los fondos europeos y circunscribía la victoria de Isabel Díaz Ayuso a un fenómeno madrileño que en ningún caso atribuía a un crecimiento del PP. Enfrente tenía a Pablo Casado, al que una vez despojado del poder, el PSOE ha llegado a reivindicar. Con él en Génova, en las filas socialistas respiraban tranquilos porque tenía un liderazgo cuestionado internamente que no terminaba de despuntar dejando vía libre al crecimiento de la extrema derecha de Vox.
Sin embargo, la situación ha cambiado de manera radical en lo económico, pero también en lo político colocando a Sánchez en el peor momento de la legislatura. En el Gobierno reconocen que el invierno va a ser duro. A pesar de que dan por hecho que España se encuentra en mejor situación que otros países y que no habrá cortes de suministro energético para las familias, reconocen que los problemas económicos y, especialmente, la inflación –la conocida el viernes, referida a julio, escaló hasta el 10,8%, un máximo desde 1984– persistirá meses dado que asumen ya que la guerra en Ucrania va para largo y, con ella, las consecuencias económicas. No obstante, Sánchez confía en que el alza de los precios comience a remitir a partir de septiembre.
El Gobierno ha reducido ya varias veces las perspectivas de crecimiento económico para el próximo año. Los cálculos de la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, de una expansión del 7% en 2023 bajaron en abril al 4,3% y en las cifras presentadas junto con el techo de gasto cayeron al 2,7%. La responsable de las finanzas en el gabinete de Sánchez reconoció que el “entorno es muy incierto y turbulento”, pero aún así se mostró confiada en que “en este contexto todo sigue indicando a un crecimiento fuerte de la economía española”.
España seguirá creciendo en términos macroeconómicos, pero el alza de los precios, que es la repercusión más obvia a escala europea, es lo que daña directamente el bolsillo de los votantes. Por eso en el Ejecutivo se esfuerzan por dejar claro que la inflación es un problema global que afecta a todos los países del entorno. “El IPC armonizado de España está en línea con la media europea”, aseveró Calviño en la rueda de prensa del último Consejo de Ministros de julio en la que explicó que se separa algo más de la zona euro por la entrada en vigor de las medidas en Alemania; pero subrayó que hay catorce países con un alza de precios superior al español, que dos días después de esas palabras volvió a marcar un récord situándose en el 10,8%. El mensaje que envía Sánchez es que el Gobierno seguirá “protegiendo a las clases medias trabajadoras” y recuerda que desde que comenzaron a subir los precios se han movilizado 30.000 millones de euros para intentar paliar la situación.
'Además de confiar en que la inflación vaya dando un respiro en el otoño, la vicepresidenta insistió en que se producirá “un crecimiento fuerte” de la economía española, “a pesar de todas las incertidumbres internacionales”, entra las que apuntó a una “previsible desaceleración para la zona euro y para economías como la alemana” sorteando en todo momento una posible recesión que afecte a España.
Un conflicto que va para largo
Nada más producirse la invasión rusa de Ucrania, Sánchez se fajó en advertir de que la guerra desencadenaría problemas en el resto de estados. “Este conflicto y las sanciones que derivan de él van a tener, sin duda alguna, un impacto económico en nuestro país y en la Unión Europea, especialmente en los mercados energéticos, expresó en una declaración institucional en Moncloa horas después de los primeros ataques en territorio ucraniano. El futuro del conflicto era todavía incierto y ahora amenaza con cronificarse como una guerra de desgaste, aunque Sánchez está convencido de que las sanciones van a hacer daño a Rusia y que Putin no tendrá el mismo poder frente a Europa desde el punto de vista energético en los siguientes inviernos dado que para entonces habrá logrado una mayor autonomía estratégica.
En medio de ese panorama económico y social –aunque por ahora las protestas que se produjeron desde distintos sectores en los meses de febrero y marzo se han aplacado con ayudas y miles de millones de las arcas públicas– a Sánchez le ha surgido un gran problema con la llegada de Alberto Núñez Feijóo. Por primera vez en la legislatura, el PP supera al PSOE en todas las encuestas, incluida la del CIS. Aunque en Ferraz se esfuerzan por situar los sondeos en una foto fija del momento, que no recoge la movilización de la izquierda porque no hay elecciones a la vista y aseguran que el tiempo aplacará el ‘efecto Feijóo’, lo cierto es que el jefe de la oposición, sin haber hecho prácticamente nada, gana ya en varios datos demoscópicos relevantes. Es el líder mejor valorado, inspira más confianza que Sánchez y no tiene mala valoración entre los votantes socialistas.
El trasvase de voto del PSOE al PP se produjo en Andalucía hace menos de dos meses y la mayoría absoluta de Juanma Moreno Bonilla encendió todas las alarmas en Moncloa. Los movimientos de Sánchez en las últimas semanas, con un evidente giro a la izquierda en su discurso y la renovación de las caras poniendo, además, fin a una crisis interna que tenía a la que era su número dos, Adriana Lastra, como una de las principales protagonistas, buscan un revulsivo para el endiablado escenario en el que se encuentra el Gobierno.
En el Ejecutivo no deja de haber una cierta frustración porque la crisis acucia a todos los países y se están tomando medidas para tratar de paliarla, pero no tienen ningún rédito electoral, de acuerdo a los distintos sondeos. Una de las razones a las que atribuyen el desgaste es al ruido constante en la coalición. El temor a que los conflictos internos le pasen factura ha llevado a Sánchez a lanzar ya varias advertencias a Unidas Podemos. “Lo que desmoviliza a la izquierda es que nos afanemos en algunas ocasiones más de lo debido en subrayar las diferencias y no las alianzas a favor de esas conquistas”, contestó en una de sus últimas comparecencias en el Congreso al portavoz del grupo confederal, Pablo Echenique, que le había pedido gobernar “con valentía”.
Los presupuestos y las municipales, pruebas de fuego
Poco después, Moncloa evitó darle una victoria a la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, cuando urgió al PSOE a convocar una reunión de la mesa de seguimiento del acuerdo de la coalición para abordar las discrepancias, fundamentalmente en materia de incremento de gasto militar. El golpe en la mesa de la líder del socio minoritario en el seno del Gobierno se produjo cuando Sánchez aún saboreaba el éxito de la cumbre de la OTAN en Madrid. Los socialistas han ignorado por ahora la exigencia de Díaz, que por primera vez actuaba como cabeza de Unidas Podemos en la coalición.
La actitud de Sánchez en esa ocasión choca con los temores que reconocen en el PSOE ante la posibilidad de que lo que tienen a su izquierda no termine de despuntar ante la cada vez más evidente pugna entre Díaz y Podemos.
Sánchez ha tenido que insuflar ánimos al PSOE para que no caiga en la resignación ante el nuevo ciclo electoral, pero acabó el curso con buen sabor de boca sintiendo que había cambiado el paso en el debate sobre el estado de la nación en el que anunció nuevos impuestos a los bancos y las empresas energéticas, a lo que siguió una reunión de la mesa de diálogo y una nutrida agenda internacional con una reunión de alto nivel en Polonia y una gira por los países de los Balcanes.
A partir de septiembre se enfrentará al primer test con los Presupuestos Generales del Estado, cuya aprobación le dará oxígeno hasta el final de la legislatura, pero si se le atragantan, supondrán un nuevo problema en el ya de por sí empinado camino que la coalición tiene por delante. La siguiente fecha marcada en rojo es el 28 de mayo, cuando Sánchez asume que se juega su supervivencia en las elecciones locales y autonómicas bajo la máxima de que quien gana las municipales lo hace después en las generales. En Moncloa lo fían todo a la capacidad de movilización de los alcaldes y presidentes autonómicos, cuya gestión ha estado regada de millones procedentes del Estado, fundamentalmente a través de los fondos europeos.
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