Íñigo Errejón usó la idea del tándem en la campaña para Vistalegre 2, recurrió a un cartón gigante con la imagen de un abrazo con Pablo Iglesias, y movió en redes el hashtag #VotaEquipoIñigoYPabloSG. Pero lo cierto es que Iglesias llevaba su propio equipo y sus propios documentos, y Errejón hacía lo propio.
El marco del tándem que intentó situar Errejón en campaña al final cedió ante el que trasladó Iglesias: “Si mi proyecto no es el más votado, dimitiré. Podemos debe dirigirlo quien logre más apoyos”. Es decir: no sólo no había un tándem, sino que era Iglesias o Errejón, Errejón o Iglesias.
Y ante esa disyuntiva, los más de 155.000 inscritos de Podemos que han participado en el proceso han hecho el ejercicio de clarificación: el equipo de Iglesias ha logrado el 50,58% de los puntos; el de Errejón, un 33,68%; y el de Anticapitalistas, un 13,11%. El propio Iglesias logró el 89% de los votos para la secretaría general.
Así, una vez roto el tándem, Errejón ha pasado de ser el número dos del partido al número uno del 33,68% del partido. ¿Y eso qué quiere decir? Que tanto su puesto como secretario Político del partido como el de portavoz parlamentario están en el aire. Incluso la Secretaría Política en sí misma podría dejar de existir. Iglesias siempre ha dicho que quería contar “con Errejón y Urbán”, pero sin concretar qué puesto para cada uno.
Puede que, incluso, el partido tienda a redefinir la dimensión de cada uno, y la familia de Errejón ceda posiciones y pase a tener ahora el 33% de los recursos, el 33% de los liberados –trabajadores a sueldo del partido–, el 33% de la ejecutiva, e incluso el 33% de las iniciativas parlamentarias.
Que eso sea así o no dependerá del Consejo Ciudadano Estatal, donde Iglesias tiene mayoría absoluta. Pero también de Errejón y los suyos.
Que Podemos se organice por familias, corrientes o fracciones y actúe como tal dependerá de quien ha ganado este proceso, Iglesias; pero también de quien lo ha perdido, Errejón. Dependerá de si Iglesias hace un ejercicio de integración en la mayoría y de si Errejón hace un ejercicio de sumarse a la mayoría. Dependerá de si, una vez superadas las votaciones, se hace una labor de diferenciación permanente y de construcción de liderazgos alternativos como razón de ser de una familia o todo lo contrario.
Errejón ha pasado de ser el número dos del partido a número uno del 33%. Ahora, una vez rota la confianza personal y política, falta por saber si hay margen para la recomposición; si efectivamente desempeñará ese papel o no.