Ateo, anticlerical y anti nobleza. También es dramaturgo, pero se gana la vida como diplomático. Íñigo Ramírez de Haro, 67 años, estudió en los jesuitas, que lo declararon “subnormal” y abusaron de él. Estudió ingeniería aeronáutica y desde que tiene 14 años trata de romper con la hipocresía de la clase social a la que pertenece. Su hermano Fernando es el actual conde de Bornos, marido de Esperanza Aguirre, y hasta hace pocos años mantenían una relación muy estrecha que se rompió cuando el primogénito varón decidió quedarse con los más de cinco millones de euros por los que vendió un retrato pintado por Goya al constructor Juan Miguel Villar Mir.
El conde faltó a su palabra y al documento que firmó con sus otros cinco hermanos, donde se especificaba que el bien sería repartido entre todos a la muerte de su madre. Cuando falleció en 2019 se descubrió el pastel: el cuadro ya había sido vendido, cobrado y las deudas pagadas. Valentín Bellvis de Moncada y Pizarro había colgado hasta el día de su venta al magnate de OHL sobre la chimenea de la casa de los padres de Íñigo y Fernando, el palacio de Jesús del Valle. En el sobrio caserón ubicado en el centro de la capital, el escudo de armas de la familia pasa desapercibido por el nido de cámaras de seguridad que vigilan la actual residencia de la ex presidenta de la Comunidad de Madrid, protagonista indiscutible de La mala sangre (Ediciones B), el libro que acaba de publicar Íñigo Ramírez de Haro. Un maravilloso Falcon Crest cañí.
La portada del libro es el cuadro en litigio, que la Comunidad de Madrid sigue sin declarar BIC y que Villar Mir ha entregado al Banco Santander para saldar deudas... ¿Un cuadro puede convertirse en un fantasma?
Pues el cuadro llevaba en la chimenea de la casa de mis padres toda la vida. En 2012 vivía en Nueva York y vine a Madrid, a almorzar con mi hermano, cuando todavía teníamos una relación estrechísima. En un momento dado, Esperanza Aguirre se puso a llorar diciendo que Fernando se ha arruinado, que debe seis millones de euros y va a ir a la cárcel si no paga y que no tienen dinero para pagar. Entonces, mi mujer dice que vendamos el cuadro de Goya de la chimenea. Esperanza dudó de que fuera de Goya y mi mujer dijo la frase histórica: “Esto es un Goya como la copa de un pino”. Entonces Esperanza llamó al Museo del Prado para enseñárselo y en dos semanas se había convertido en un Goya buenísimo.
¿Esa comida lo cambia todo?
Mi hermano se compromete a que cuando muriera nuestra madre lo repartiría con los otros cinco hermanos. Pero se muere mi madre en 2019, le digo de repartir y en ese momento se niega y dice que no va a repartir nada. Ahí empieza el doble proceso: por un lado, investigar qué ocurre y, por otro, el dolor de que tu hermano querido se convierte en un señor sin palabra.
¿Por qué le dolió tanto?
Porque el de la aristocracia se supone que es un mundo que se rige por la sangre, por la palabra y por la ejemplaridad. Pero empezamos a investigar y descubrimos que él ya había empezado la operación de cambiar el testamento de mi padre para quedarse con todo.
¿Culpa a su hermano o a la influencia de Esperanza Aguirre?
Es mi hermano el que lo hace pero él se declara en depresión. Por lo tanto, ella organiza toda la venta del cuadro. Hay un correo electrónico que publicó elDiario.es donde Esperanza me dice que no me encargue de nada, que lo van a hacer todo ellos. La responsabilidad de ella es clara, pero mi hermano es responsable de lo que ha ocurrido aunque sea influido por su mujer.
¿Cree que la renuncia de Esperanza Aguirre a la presidencia de la Comunidad de Madrid tiene que ver con el escándalo del Goya y el derribo del complejo de Canalejas?
No lo sé. Pero sí sé que en 2012 Sotheby’s reconoce el cuadro como obra de Goya, que llaman al Museo del Prado que lo confirma y que se tasa en un precio de ocho millones de euros. Y Juan Miguel Villar Mir lo compra por cinco y pico. Es raro que se acepte una bajada de este tipo y es probable que bajara el precio porque el título de propiedad de mi hermano es falso. Está basado en una donación que nunca existió.
¿Realmente cree que Villar Mir estaba interesado en ese cuadro?
Sí, porque está haciendo una colección de arte español.
¿Es un coleccionista o un inversor?
Van muy unidos. Muchos coleccionistas son inversores.
¿Y no era el conjunto de seis edificios históricos de Canalejas lo que quería realmente Villar Mir?
Desde luego la operación Canalejas ocurre al tiempo que la venta del Goya. Villar Mir necesitaba que Esperanza Aguirre quitara la declaración BIC que protegía ese patrimonio. Y lo que hace Esperanza es quitar la protección del conjunto de Canalejas. Los indicios huelen mucho. Todos los indicios llevan a ver una construcción corrupta de clientelismo y de la tradición española de oligarquía y caciquismo, que decía Joaquín Costa.
Usted ve todos esos indicios, pero la jueza ha archivado el caso sin esperar a que se resuelva su recusación.
La jueza no tuvo en cuenta ninguna de las diligencias ni de los indicios de apropiación indebida que comete mi hermano. Tampoco el indicio de fraude fiscal, ni el indicio de fraude al patrimonio histórico nacional, ni el indicio de que el poder ejecutivo de la Comunidad de Madrid tiene mano directa sobre la judicatura. Este caso cuestiona la democracia, porque cuestiona el equilibrio de poderes. No quiero ni pensar que en la Comunidad de Madrid podría no existir la separación de poderes.
¿Han recurrido la sentencia?
Sí, en la Audiencia Provincial de Madrid.
¿Qué es 'La mala sangre' entonces, una venganza?
No, este libro lo empecé hace cinco años y todavía tenía una muy buena relación con mi hermano. Es una introspección de mi vida y de mi familia. Esperanza Aguirre aparece en el libro porque es la consorte del conde de Bornos. Es la historia de un linaje que pertenece a una clase social que ha tenido una influencia histórica, unos valores y unos mitos.
¿La aristocracia es mala sangre?
La aristocracia se rige en la sangre y en el libro repaso esa clase social. He escrito a partir de hechos reales, personajes reales pero he construido una ficción. Solo la ficción cuenta la verdad, dice Nabokov. Esto que vaya por delante, no hago periodismo ni ensayo. Hago autoficción.
Pero hay un problema con Esperanza Aguirre, ¿es una ficción?
Lo que pasa en el libro es una construcción, como la noche de bodas de mi hermano con ella. Yo no estaba en el cuarto, pero lo cuento.
¿Qué cree que el lector debe tener en cuenta como real y como ficción?
Esa pregunta ya no tiene sentido. La porosidad de géneros literarios ha acabado con las fronteras. Preguntar qué es realidad y qué es ficción es difícil contestar.
Pero es que su libro tiene trascendencia cultural, económica y política real, que tocan a personalidades como Esperanza Aguirre. No cabe duda de que es un libro de denuncia.
Bueno es un libro sobre lo que yo considero que es la verdad. Yo soy un escritor de una narración. Lo interesante es que tú no le dices al lector lo que tiene que pensar.
¿Y Esperanza Aguirre podría demandarle por lo que ha escrito?
Puede demandarme, efectivamente. Demandar, puede. No sé si alguien va a leer el libro, pero que el abogado de Esperanza Aguirre lo va a leer es seguro.
¿Se ha cuidado de meterse en charcos?
Creo que en España vivimos en una democracia. Los últimos 30 años han sido los mejores de la historia de España y se caracterizan por la libertad de expresión. Según la ley, la limitación de la libertad de expresión son el derecho al honor, los insultos y los odios.
¿Qué retrato cree que ha hecho de ella?
No es insultante ni va contra su honor. Que no le guste es otra cosa.
No le va a gustar cómo la recuerda cuando llegó a su familia.
Es que llega a una familia de la alta nobleza cuyo valor básico es la sangre, cuyo primogénito varón no quiere casarse con una rica guapa, sino con una duquesa. Entonces Esperanza entra en un grupo social que la desprecia y que no considera un buen matrimonio.
Y ella termina copiando sus formas.
Ella, que es una acomplejada social, lo que quiere es llegar a ser la condesa de Bornos, que es lo que es actualmente. Es muy divertido verla coger de modelo a mi madre para convertirse en condesa. Empieza a imitar cómo se comporta la alta nobleza. Es una imagen de Esperanza Aguirre que no conoce nadie. La supuesta Thatcher madrileña resulta que con mi hermano es el perfecto ejemplo de la mujer dócil al hombre.
¿Entonces lo que cuenta de Esperanza en 'La mala sangre' es verdad?
Sí.
Impresiona la presencia de Jesús del Valle en el libro y usted queriendo dejar de ser uno de ellos toda su vida. ¿Es un capricho de un niño bien?
Yo soy un niño bien, pero nadie elige dónde nace. A Jesús del Valle lo convierto en un personaje más. Es un símbolo de los valores de una secta cerrada. Yo iba para santo, era el primer premio de catecismo de los jesuitas. El abuso de los curas no fue sólo un abuso físico, también fue un lavado de cerebro. Soy consecuencia de eso. Hasta que descubro un mundo exterior y salgo de la secta a los 14 años y en la universidad cambio por completo.
Pero no puede dejarlos...
Esa es la historia de este libro: por mucho que lo intentes, nunca puedes salir porque te quedas en un mundo de nadie. Unos dicen que eres un niño bien y los otros, una oveja negra, un traidor de clase. Produzco mucho más horror a la aristocracia que a alguien de afuera. Nunca acabas de salir del todo.
'La mala sangre' es un retrato cruel de la aristocracia, pero también hay un punto de esperanza.
Sí, yo he construido con mi familia la buena sangre. La mala sangre es lo que ocurre con todos esos valores tradicionales de la aristocracia, que es un ladrón que no tiene palabra. Nosotros sabíamos que tendríamos que trabajar porque mi familia se arruinó en un pleito a principios de siglo. La aristocracia es usufructuaria de la vida: tienes unos bienes que usufructúas y vives sin que se espere que aportes nada. Es esa capa social que vive de las glorias de un antepasado y cuya vida cotidiana es jugar al golf, cazar y veranear.