La intrahistoria del “pacto del polvorón”: 20 reuniones y un último encuentro de tres horas entre Sánchez e Iglesias
Entre septiembre y diciembre no solo hay tres meses en el calendario, en España ha habido una investidura fallida, una repetición electoral, un cambio radical en los discursos y una disposición manifiesta para alcanzar un acuerdo de gobierno. Lo que no hubo en julio. Hablamos, claro, de PSOE y Unidas Podemos, de lo que pudo ser y no fue antes y después del verano, y de lo que finalmente ha llegado en invierno, entre polvorón y polvorón de las fiestas navideñas. Del desacuerdo al pacto; del recelo a la confianza mutua; del “insomnio” a un “ilusionante” sueño. Todo ha sido muy distinto a lo que ocurrió en julio y, en buena medida, porque PSOE y Podemos tenían decidido, después de las elecciones de noviembre, pasar la página de los reproches mutuos.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, antaño enemigos irreconciliables en el ring parlamentario, se han dado en estos días el “sí quiero”. Y, de momento, hasta se puede hablar de “matrimonio” bien avenido. Lo que dure la relación lo determinará, como en todas las parejas, el día a día y lo que cada cual entienda por lealtad y compromiso. Ambos se la juegan con este primer gobierno de coalición desde la Segunda República. Y se la juega también España. De ellos depende el éxito o el fracaso de su conjura para hacer que la configuración de un Ejecutivo compartido sea “un referente de modernidad en Europa y en el mundo”.
Cuentan que todo ha sido mucho más fácil que en julio; que entre los negociadores hay ya una relación más allá de la corrección política; que incluso han intercambiado chistes; que han reído; que han redactado decenas de documentos hasta encontrar los puntos de encuentro y que, en realidad, desde que Sánchez e Iglesias anunciaron a las 48 horas de las elecciones del 10N que serían socios, sus equipos sabían que estaban condenados a entenderse más pronto que tarde.
“En un año, nosotros hemos demostrado que sabemos gobernar. Ellos saben que aún lo tienen que demostrar, pero están muy por la labor. Al final, la historia tendrá que agradecer al PSOE que haya llevado a Podemos de las calles a la institucionalidad”, afirman fuentes gubernamentales.
“Tenemos todo el entusiasmo, la responsabilidad y la disposición a que salga bien para que la España que se quedó atrás con la crisis económica, recupere derechos perdidos, poder adquisitivo y sienta que se puede gobernar de otra manera distinta a como lo hizo el PP. Si esto resultara un gobierno fallido, llegará la derecha con los carros de combate y se quedará por mucho tiempo. Pero estamos seguros de que esta acción de gobierno revertirá la tragedia de una década de deterioro en las condiciones de vida de la gente”, añaden desde el grupo confederal.
¿Quiénes han sido los artífices del acuerdo? Los mencionó en el capítulo de agradecimientos el propio Sánchez el pasado lunes cuando, junto a Iglesias, rubricó el acuerdo. Dos hombres y dos mujeres. De un lado, la ministra de Hacienda en funciones, María Jesús Montero, y el secretario general de la Presidencia del Gobierno, Felix Bolaños. De otro, el responsable de Acción de Gobierno y Programa de Unidas Podemos, Pablo Echenique, y la portavoz adjunta en el Congreso, Ione Belarra.
En el último mes, los cuatro se han visto los días pares y algunos impares. Las citas, siempre discretas, en La Moncloa o en la sede del Ministerio de Hacienda, donde llegaron a reunirse incluso durante toda la mañana de Nochebuena para tener listo el documento por si acaso ERC tenía a bien dar el 'ok' a la investidura, como quería el presidente en funciones, antes de Fin de Año. Al final no fue así. Pero cuando María Jesús Montero tomó el AVE a Sevilla a primera hora de la tarde para la cena familiar del día 24, solo quedaban algunos flecos por cerrar. Y, aunque no eran menores, decidieron posponer el redactado final para el fin de semana.
“Nada ha sido imposible”, recuerdan en Podemos, donde admiten que todo ha sido muy distinto a las conversaciones de julio: “Y todo porque ahora ambos teníamos capacidad de ceder y voluntad de pasar el capítulo de los reproches. Así ha sido más sencillo superar escollos y encontrar puntos comunes para satisfacer las expectativas de ambas partes”.
El horizonte en todo momento fue el acuerdo, lo que sirvió además para que entre conversación y conversación hubiera tiempo para la chanza, el chiste o la anécdota. Por ejemplo, apuntan fuentes del Gobierno, las divertidas batallas que contaba Echenique sobre su infancia durante las vacaciones navideñas en el Cono Sur o la petición que le hizo al secretario general de la Presidencia para que le regalara un par de libretas con el escudo de la Moncloa con un separador de tela con los colores de la bandera de España. “¡Cuántas banderas tienes en este despacho. Hasta la luces en los cuadernos. Yo quiero alguno!”, le dijo una tarde Echenique a Bolaños. “¿Con la bandera?”, le preguntó sorprendido el número dos del gabinete de Sánchez. “Pues claro. Nunca he tenido ningún problema con ella, si acaso le sobra el blasón borbónico”, zanjó irónico Echenique, un hombre sin tradición de izquierdas ni militancia de partido hasta poco antes de la irrupción del 15M en la escena política.
En total fueron 20 reuniones, 50 horas de trabajo, decenas de cafés, tés y alguna que otra bandeja de croquetas hasta alcanzar el ya conocido como el “pacto del polvorón” por aquello de que llegó en plenas vacaciones navideñas y mientras los españoles estaban más atentos al turrón que a lo que se cocía en los despachos de los políticos. En una de las primeras citas, la delegación socialista se enteró del embarazo de Ione Belarra y hasta bromeó con el “baby boom” de Unidas Podemos, tras comentar también la llegada de un segundo hijo de Alberto Garzón. María Jesús Montero, médico de profesión, no escatimó algún que otro consejo médico a la portavoz adjunta de Podemos para los meses venideros.
Luego ya entraban en materia: dependencia, transición energética, sanidad, educación… Los redactados sobre el Ingreso Mínimo Vital, las pensiones y la reforma laboral fue lo último que se cerró. Y lo hicieron Sánchez e Iglesias la tarde del domingo 22 en una reunión improvisada en La Moncloa que se prolongó casi tres horas. Era su tercer encuentro desde que el 12 noviembre se fundieran en público en un sorprendente abrazo para simbolizar una alianza gubernamental exprés con la que pretendían –además de camuflar su retroceso electoral respecto a las elecciones de abril– poner fin a seis meses de bloqueo y a la desconfianza mutua. Atrás quedaron todas las señales de vetos, reproches o rencillas.
Desde aquel día, el contacto telefónico entre ambos ha sido diario porque han estado muy encima de lo que sus equipos iban negociando y, finalmente, se presentó ante la opinión pública este lunes. Aún así hubo diferencias hasta el último momento en temas nucleares, sobre todo por el grado de concreción que uno y otro querían darle a los redactados de algunas materias. Con el Ingreso Mínimo Vital vinculado al hijo a cargo, el PSOE era más partidario de no detallar en exceso la nueva prestación después de que el Ministerio de Hacienda echara las cuentas sobre el coste que supondría para las arcas del Estado. Y Unidas Podemos tuvo que ceder en que el redactado final quedase en “una apuesta decidida por…”, algo que compromete pero no maniata en exceso lo que se decida a lo largo de la legislatura.
Algo parecido ocurrió con la reforma laboral y su derogación. El debate discurrió en si debía ser total, parcial o quedarse en la supresión de las partes más lesivas. Aquí el gato al agua se lo llevaron los morados. El PSOE nunca pensó llegar tan lejos, y lo mismo con la regulación para el precio de la vivienda en alquiler, una batalla irrenunciable para los de Podemos.
En cuanto a la reforma fiscal, han sido los del partido de Pablo Iglesias quienes han tenido que ceder en su pretensiones iniciales al fijar la subida en las rentas de más de 130.000 euros. Aún así están muy satisfechos en el tipo mínimo del 15 por ciento que impondrá en el impuesto de sociedades y el 18% fijado para los bancos.
Comisión parlamentaria de seguimiento permanente
Como sostiene Echenique, “si hay voluntad, y la había, todo escollo se supera y se acaba por encontrar un punto medio”. Pasó también en algunas materias sobre feminismo, donde el PSOE era reticente a poner demasiado énfasis en la brecha salarial. En este capítulo hubo que echar mano de Carmen Calvo e Irene Montero para hallar el mínimo común denominador. En realidad, no se puede hablar de obstáculos potentes porque durante toda la negociación se siguió un “mecanismo perimetral” que consistía en aparcar los puntos en los que no había acuerdo para elevarlos a consulta de Sánchez e Iglesias, y que ellos decidieran.
Tal ha sido el éxito y la confianza generada entre los miembros del equipo negociador que los cuatro formarán parte de una célula de seguimiento que el propio acuerdo de gobierno ha previsto que se constituya para que se coordine de forma permanente con una comisión parlamentaria que velará por la coordinación de la acción ejecutiva y legislativa. Ambas estarán integradas por 5 personas de cada uno de los partidos de la coalición y está previsto que se creen al mismo tiempo que el nuevo Ejecutivo. El grupo está inspirado en algunas experiencias que ya existen en los gobiernos de coalición autonómicos y pretende blindar lo máximo posible la complicada cohabitación en un Gobierno de signos políticos diferentes.
Ahora solo falta que se celebre la investidura, que se forme Gobierno y que se aprueben los primeros Presupuestos. En buena medida, la continuidad del ejecutivo dependerá de ello, pero también los cambios sociales que PSOE e Unidas Podemos puedan impulsar después de una década de deterioro en la vida de la gente sin salirse de los márgenes impuestos desde Bruselas. Y aquí, como en la oposición de las derechas, no parece que vaya a haber mucha tregua. Veremos.