Irene Lozano (UPyD): “El rollo 'happy flower' de que no haya ejércitos no me lo creo”
- El guionista, periodista, ensayista, novelista y presentador de radio y televisión Máximo Pradera acaba de publicar 'Conversación con Irene Lozano' (Turpial), libro del que reproducimos un extracto
La primera vez que me di cuenta de que Irene estaba hecha de una pasta especial fue cuando la vi interrogar a Rodrigo Rato en la Comisión de Economía y Competitividad del Congreso. Era julio de 2012 y el hoy imputado bajo fianza estaba tratando de negar que en Bankia hubiera un agujero negro de veintitrés mil millones de euros. De Irene me impresionaron la frialdad y la eficacia con las que estaba planteando el interrogatorio, al que asistí en directo a través del Canal 24H de TVE. Era como presenciar una escena tensa en un thriller judicial. Me pareció que Irene molaba tanto como esas heroínas de las películas de atracos que saben abrir cajas fuertes mejor que cualquier chico de la banda (porque lo aprendió en la infancia) y que no pierden su sangre fría ni siquiera cuando un compinche más torpe que ella ha hecho saltar la alarma, que hará que la policía se presente en el lugar del crimen en pocos minutos. Irene estaba vaciando sobre Rato el cargador de su semiautomática dialéctica de manera inmisericorde: «Lo que usted ha conseguido, señor Rato, no es solo dinamitar Bankia, sino el sistema financiero español. El sueño de cualquier antisistema, usted lo ha hecho realidad». ¡Dios mío!, pensaba yo desde mi casa, ¡nadie le ha hablado así a nadie... nunca! ¡Ni siquiera en Sálvame Deluxe! ¡Rato va a dejar de hacer dibujitos de un momento a otro en su bloc de compareciente, va a saltar por encima de la mesa y la va a estrangular! Cuando comprobé en el rótulo que la diputada que se atrevía a hablarle así a Rato era de UPyD, me pregunté qué habría hecho Rosa Díez si hubiera estado en su lugar.
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No te voy a agobiar con un repaso exhaustivo de lo que haces en cada comisión, pero sí quiero que me cuentes qué pasa en la de Defensa, que es el departamento que más presupuesto mueve.
En la de Defensa, yo creo que el tema estrella de la legislatura —y así se lo dije al ministro el día en que com- pareció por primera vez— es el de los Programas Especiales de Armamento. A pesar de que es un tema muy poco conocido por la gente, nos va a costar 30000 millones de euros; si Bankia han sido 23 000, esto va a ser Bankia y media que ya hemos gastado o compro- metido. Hay una parte que ya hemos gastado y otra que está comprometida hasta 2030, que lastra el presupuesto de Defensa.
¿Por qué se llaman programas especiales? ¿Qué tienen de especial?
Estamos hablando de armamento puro y duro. Cuando se decidió poner esto en marcha, que fue en la primera legislatura de Aznar, a finales de los noventa, se con- trató un altísimo porcentaje de los programas de armamento, la mayor parte. La idea fue que hubiera una gran renovación en los sistemas de armas del Ejército español y, al mismo tiempo, que se potenciase la industria de la defensa. Fue una idea conjunta, que también obligó a modernizarse a la industria, que puso en mar- cha muchos programas de I+D+i. Si bien es cierto que la industria de defensa española hace bastante innovación, también es verdad que la hace con créditos blandos del Ministerio de Industria. No sabemos cómo podría competir en circunstancias normales. Esto que te voy a contar es llamativo: la mayor parte de los programas de armamento los pone en marcha Morenés como secretario de Estado de Defensa en el año noventa y tantos, y después Morenés se va al Ministerio de Industria, también como secretario de Esta- do, a poner en marcha los créditos blandos para la industria. Es una puerta giratoria de libro.
Javier Pradera habría hablado aquí de una corrupción de las que vienen en letra grande de manual pequeño de la corrupción.
Morenés se va después ocho años a trabajar en empresas de armamento. Lo que más se ha conocido es lo de Instalaza, pero pasa por numerosas empresas y después vuelve de ministro de Defensa, para asegurarse de que los contribuyentes paguen los programas que él contrató y con los que se ha lucrado como directivo del ramo.
¿Por dónde pasa el grueso de la renovación de nuestro armamento?
Hay de todo. Carros de combate, aviones de transporte, de combate, submarinos, artillería...
¿Cuáles son las empresas más favorecidas?
Santa Bárbara, Navantia, EADS-CASA...
Santa Bárbara, que ahora es General Dynamics...
Exacto, ahora es Santa Bárbara General Dynamics porque la compraron los americanos; Navantia, en los temas de astilleros militares. Hay varios proyectos europeos, el Eurofighter, por ejemplo, el Eurocopter, y también varias empresas internacionales. Hay casos muy llamativos, por ejemplo, el del Pizarro, que es un carro de comba- te del que se han comprado doscientas y pico unidades y Defensa se ha dado cuenta de que no los va a poder pagar. Entonces han dicho: «Vamos a renegociar con la industria». Pero renegocian con la industria en una mesa en la que no están representados los intereses de España, porque el ministro representa al lobby de la industria de armas. Y ese es el drama de España, que a la hora de la verdad en los puestos más importantes de las instituciones se antepone cualquier interés al interés general de España. Puede ser el interés de un lobby, puede ser el interés personal, de la carrera política de alguien, el interés de un chino, puede ser un interés partidista o el ansia por colocar a los amiguetes. Para que todo el mundo lo entienda: eso tan típico de que vuelven a levantar la acera de tu calle porque hay que asignarle la contrata al amigo del concejal de turno, a gran escala, también ocurre. Al final, nadie defiende el interés de todos.
¿Por dónde pasa el alineamiento del ministro con las empresas de armamento. ¿Por qué afirmas que no defiende el interés general?
Aquí, como en Alemania, también han tenido que renegociar los programas de armamento. La diferencia con España es que el ministro alemán se sentó con los directivos de la industria y les dijo: «Miren, señores, su cliente principal es el Estado. Si ustedes quieren que su cliente esté bien y pueda seguir pagando, vamos a renegociar esto a la baja. Y en pocos años, yo les volveré a encargar nuevos programas, y ustedes podrán seguir funcionando y nosotros, también. Si ustedes se empeñan en cobrar a cualquier precio, el Estado no lo va a poder pagar y ustedes se van a quedar sin su principal cliente». Y lo entendieron. Cuando tú le explicas esto a la industria, lo entienden, claro que lo entienden. Pero aquí no sé cómo se lo explicaron porque, como siempre, todo lo que rodea al Ejército es opacidad al 120%. Se renegoció de manera que pagaremos durante más años, más dinero y más cara cada unidad de combate. Porque en muchos casos lo que se ha hecho es, por ejemplo: «¿Carros de combate? ¿Doscientos? No po- demos pagarlos; os encargamos solo cien y nos rebajáis el 30 %». Ya, oiga, pero es que son la mitad de carros y nos rebajan solo el 30%, nos está saliendo más caro cada carro.
En Defensa hay muchas cosas muy raras. Hay un avión, llamado A-400M, que es un avión que puede transportar carros de combate. Si necesitaras llevar carros de combate a Afganistán, pongamos por caso, e intentaras subirlos al A-400M, te encontrarías con la desagradable sorpresa de que el avión no soporta el peso del carro.Y tú dices, ¿esto cómo puede ocurrir? Muy sencillo: por- que el avión lo compra el Ejército del Aire y el carro lo compra el Ejército de Tierra. Cada ejército es un corralito y cada uno gestiona sus compras y sus ventas. Nosotros tuvimos una iniciativa que bautizamos como Central de Compras, para evitar estos desastres. Resulta obvio que hay muchas cosas que, si las compraras para todo el Ejército, te saldrían mucho más baratas. Por ejemplo, cien mil calcetines para la Armada siempre te saldrán más caros que trescientos mil para los tres ejércitos.
Nuestra iniciativa de la central de compras nos la tiraron, por supuesto, a pesar de que era excelente. Y lo era porque nosotros tenemos gente muy buena en los grupos de trabajo voluntario y algunos de ellos trabajan en el Ministerio de Defensa. Son insiders. Me lo dijeron varios diputados: «se nota que tenéis un insider», por- que nuestra iniciativa, que era una PNL, estaba redactada con sumo detalle, explicándole al Gobierno, con gran precisión, cómo se tenían que centralizar las compras. Eso solo lo puede saber alguien que está dentro y conoce al dedillo el funcionamiento de todo el tinglado. Hasta el PP tuvo que reconocer en la comisión que nuestra iniciativa estaba muy bien.
¿Y?
«¡Pues votadla!», dijimos. «No, porque ya lo estamos haciendo». Era mentira, por supuesto, solo han hecho un pequeño intento de coordinar algo más las compras, pero es una chapuza. Se han quedado a menos de la mitad del camino. ¿Quieres más desastres? Hay un submarino, el S-80, incapaz de emerger...
¿Cómo?
Como te lo cuento. Lo que ocurrió fue que, cuando instalaron los equipos electrónicos en el submarino, es decir, toda la tecnología informática, no supieron hacer- lo. En informática, una gran parte de los avances consiste en hacer los equipos más pequeños. Pues no han sabido. Y lo que han metido dentro de la carcasa del submarino pesa más de la cuenta, porque no han sabido mejorar tecnológicamente esa parte y el resultado es que tenemos un submarino que se hunde.
A todas estas catástrofes se suma la de la financiación opaca e irregular. Ellos todos los años dicen que el presupuesto de Defensa son unos seis mil millones de euros; pero todos los años añaden un crédito extraordinario, vía real decreto, de casi otros mil, que es lo que hemos llevado ahora al Tribunal Constitucional. Hemos podido denunciarlo porque tenemos la prueba de que esa financiación está planificada hasta el año 2030. Tú no puedes añadir, por decreto extraordinario, una partida de gasto que ya tienes prevista. ¡Métela en los presupuestos del Estado! Lo hacen para mentir, para poder seguir diciéndole a la gente que el presupuesto de Defensa se recorta. No, mentira: lo está usted aumentando.
Imagina que te hicieran ministra de Defensa y te dieran la libertad de gastar, como tú quisieras, un presupuesto de doce mil millones de euros al año.
Primero tendría que saber cómo se está gastando lo que hay, descartar todo lo que se está gastando mal, que con lo poco que sabemos, sabemos que se está gastando muy mal, y gastarlo bien. Yo estoy convencida de que la defensa es un bien público, es la forma más básica y elemental de organización social. Lo primero que hace una tribu cuando se junta y son quince es hablar de cómo nos defendemos de nuestros posibles enemigos. Y eso es un bien público, no lo puedes privatizar de ninguna manera, porque lo que te estás jugando es la seguridad individual de la gente y, muchas veces, tu propia existencia como sociedad. Insisto: la defensa es un bien público, yo este rollo happy flower de que no haya ejércitos, no me lo creo.
Lo que tiene prioridad absoluta, en este momento, en las Fuerzas Armadas es combatir la desmoralización de los militares, que es total. Si no tienes militares que se lo crean, que estén bien pagados, que tengan unas perspectivas de carrera buenas y reales, estás perdido. Que haya una meritocracia real en el Ejército, que no la hay: eso es lo prioritario. Eso necesita, en gran medida, una buena legislación y cambiar viejos hábitos; y seguramente también necesite dinero.
La segunda prioridad es definir una política de defensa, que tampoco la hay: una política de defensa que esté imbricada con nuestra política exterior, como hacen los países serios. Vincular la política exterior con la política de defensa es esencial. Para Estados Unidos, por ejemplo, las bases de Rota y de Morón han pasado a ser prioritarias, porque con la inestabilidad en el norte de África aquello es una zona crítica. A partir de que mata- ron al embajador americano en Libia, pidieron hacer mucho más uso de esas bases. Eso es política exterior. Si tú tienes unas ideas claras de política exterior y de política de defensa, puedes negociar el uso de las bases a cambio de algo. Lo hemos negociado, según nuestras noticias —porque, por supuesto, el Gobierno no nos ha informado— a cambio de que militares españoles participen en ciertos entrenamientos de la OTAN. Como los recortes han sido tan salvajes, por no dejar de pagar los programas de armamento no se están haciendo las horas de vuelo, de navegación, ni de entrenamiento que realmente necesitan los militares; así que hemos negociado el uso de esas bases por parte de Estados Unidos a cambio de adiestramiento para nuestros militares. Eso es un desastre