La llegada de Irene Lozano al Centro Superior de Deportes (CSD) causó estupor en un sector que ya no había recibido bien la designación de José Manuel Rodríguez Uribes como ministro de Cultura y Deporte. Ninguno de los dos políticos tenía experiencia previa en ese mundo. Lozano llegaba a un territorio desconocido e incluso hostil procedente de otra misión -el combate al independentismo catalán en el extranjero- y con un objetivo marcado: aplacar la guerra del fútbol protagonizada por el presidente de la Liga, Javier Tebas, y el de la federación (RFEF), Luis Rubiales, que no se pueden ni ver y han llevado sus disputas a los tribunales.
El objetivo de Lozano es tratar de reconciliar a dos enemigos íntimos en plena pandemia del coronavirus, con el fútbol parado de forma indefinida. El asunto es peliagudo no solo por las pasiones que mueve este deporte en España, sino por los números económicos: representa el 1,4% del PIB y emplea a 180.000 personas.
La debilidad de Tebas y Rubiales ante el parón de la competición, ha servido a la secretaria de Estado para el Deporte para ponerse una primera medalla: sentarlos en una mesa durante ocho horas y lograr un primer acuerdo entre las partes. Tras un saludo a la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, que ejercía como anfitriona del encuentro que se celebró en la sede de su departamento en el Palacio de Viana, para alejarlo de los malos recuerdos que a Tebas y Rubiales podría traerles la sede del CSD, comenzó el primer encuentro que, según fuentes del CSD fue mejor de lo que inicialmente habían pensado y que acabó en un acuerdo ante la inédita situación que atraviesa el mundo. Y en el caso del fútbol, son cientos de millones los que están en juego.
Lozano, persona de la máxima confianza del presidente, con quien escribió un libro, se ha comprometido con Tebas y Rubiales, con la Liga y la Federación, a facilitar en lo posible la vuelta a los entrenamientos para que la competición pueda reanudarse lo antes posible, aunque sea a puerta cerrada, para que el sector pueda recuperar al menos parte del dinero de las televisiones. De hecho, el Consejo Superior de Deportes ha enviado ya al Ministerio de Sanidad una propuesta para un retorno paulatino a la actividad.
A cambio, Tebas y Rubiales entierran provisionalmente el hacha de guerra y aceptan dedicar parte de los ingresos multimillonarios de los derechos audiovisuales del fútbol al rescate de otros deportes. Ese dinero se canalizará a través de una fundación, que dependerá del propio CSD, para evitar la compra de voluntades en otras federaciones deportivas que ya han protagonizado escándalos de todo tipo.
Ese primer gol de Lozano, que logró sentar a la mesa a los responsables de La Liga y la RFEF el pasado sábado durante más de ocho horas y volvió a repetir reunión el lunes, llega apenas dos meses después de su llegada al nuevo puesto con una limitada carta de servicios en el deporte: su afición al senderismo y el pilates, y la práctica de balonmano en la adolescencia.
“Yo soy una persona de intelecto, pero creo mucho en aquello del mens sana in corpore sano”, expresó en una de sus primeras entrevistas como responsable del deporte español en las que evidenció lagunas sobre aspectos claves de su nuevo cometido, como ignorar el lugar que acogerá la final de la Eurocopa. “En Estambul, ¿no?”, contestó en Onda Cero. Londres era la respuesta correcta.
Tras ese arranque accidentado, la actividad de Lozano al frente del CSD fue menos mediático. La dirigente marcó el camino con un par de recados a Tebas: le dejó fuera de la comisión directiva del organismo y autorizó el adelanto electoral planteado por su gran enemigo, Rubiales, para que pudiera que pudiera celebrar antes de tiempo las elecciones en la federación y limitar las opciones a Iker Casillas, que ya había anunciado una candidatura. El Tribunal Administrativo del Deporte (TAD) se había posicionado en contra.
La periodista y exdiputada (de UPyD y el PSOE) se incorporó al CSD tras un año y medio al frente de la Secretaría de Estado de España Global, una reinvención que hizo Pedro Sánchez hizo del alto comisionado para la Marca España. Su desembarco en ese organismo del Ministerio de Exteriores tampoco había sido fácil: el cuerpo diplomático la miraba con reticencias al inicio de la convivencia. Sus detractores la acusan de soberbia. “Tiene carácter”, admiten en su equipo, donde consideran que es “directa y ejecutiva” y aseguran que en Exteriores se acabaron venciendo las reservas y que Lozano tejió una “magnífica” relación con Josep Borrell, a quien admira. Tanto el exministro como Lozano compartían una posición de dureza contra el independentismo y precisamente para combatirlo fuera de las fronteras de España fue llamada la exdiputada por el presidente.
Su gestión no estuvo exenta de polémica. La Generalitat de Quim Torra denunció a su departamento ante el Tribunal Supremo por calumnias, obstrucción a la justicia y prevaricación por el informe 'La realidad del proceso independentista' al entender que no respetaba la presunción de inocencia de los líderes del procés. No obstante, el alto tribunal archivó recientemente el caso al encontrar “legítimo informar a la opinión pública” por parte del Gobierno de lo ocurrido. También soliviantó al independentismo que España Global se hiciera eco de un vídeo realizado por el Foro España Ciudadana en el que se caricaturizaba a Oriol Junqueras como un ladrón.
El escenario post-elecciones del 10 de noviembre cambió el futuro inmediato de Lozano. En su entorno aseguran que fue ella quien decidió abandonar el puesto en España Global por la posición “incómoda” en la que quedaba con de socios de Sánchez en el Congreso. “El cambio de aliados propicia, que tanto de un lado como de otro, se decida que es el momento de irse”, señalan en su equipo, donde enfatizan que Lozano “creó una secretaría de Estado de la nada” y acabó siendo reforzada en la nueva etapa. No obstante, Sánchez ya dependía de las fuerzas independentistas tras la moción de censura por lo que otras fuentes del Gobierno se inclinan por que no había satisfacción con su gestión. En el relevo, Moncloa aseguró que querían dar a España Global una visión más económica. La ministra de Exteriores, Arancha González Laya, situó en ese puesto a Manuel Muñiz, procedente del Instituto de Empresa.
Pero Sánchez no dejó caer a Lozano, quien pidió que su nuevo destino tuviera proyección internacional. Fue así como aterrizó en el CSD cortando las aspiraciones de Pepu Hernández, el exseleccionador de baloncesto que cosechó como candidato el peor resultado del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid, y apartando a la esquiadora olímpica María José Rienda, a la que el recién nombrado ministro de Cultura despidió a través de una llamada telefónica. El Gobierno sostiene que necesitaba un perfil “más político” para ese puesto en el que tendrá que enfrentar la Ley de Deporte, que también ha sido polémica.
La relación de Sánchez y Lozano se remonta a hace cinco años, cuando el hoy presidente acababa de hacerse con las riendas del PSOE y buscaba algunos golpes de efecto con los que dar un nuevo aire al partido mientras internamente sufría un constante cuestionamiento. Una de esas controvertidas decisiones fue la incorporación de Lozano como número cuatro de la candidatura del PSOE por Madrid.
A Sánchez, que se había fijado en ella por el trabajo que desempeñó en la denuncia por acoso de la comandante Zaida Cantera -a quien atrajo también para las listas- le pareció buena idea contar con un perfil centrado procedente de las filas de UPyD. De hecho, en el momento en el que Lozano le dio el 'sí' mantenía el acta de diputada y la militancia en el partido de Rosa Díez en el que unos meses antes había peleado sin éxito por hacerse con el liderazgo. Una de sus propuestas era fomentar una alianza electoral con Ciudadanos que, a su juicio, habría permitido mantener viva la marca del partido con algunos representantes; pero perdió la batalla por un estrecho margen contra Andrés Herzog.
Su incorporación a las listas del PSOE -distintos sectores la calificaron de “tránsfuga”- incendió a las filas socialistas por los ataques que había vertido contra el partido centenario, al que había acusado de permitir “las prácticas corruptas de cargos públicos” y mantener “la impunidad de cargos públicos acusados de corrupción” en referencia al caso de los ERE. Lozano duró poco en la bancada socialista y renunció a formar parte de las listas en la repetición electoral de 2016 consciente de que no era bien vista en el PSOE.
La dirigente salió de la vida política y montó una empresa llamada de Thinking Campus -dedicada a la aplicación de la filosofía a la “vida cotidiana”- y escribió una novela. Fue en ese periodo, que en el que coincidió también con Sánchez, esta vez en horas bajas tras su descabalgamiento del liderazgo del PSOE tras negarse a votar la investidura de Mariano Rajoy-, cuando surgió la idea de escribir el libro 'Manual de Resistencia' al que ella dio “forma literaria” a las vivencias del dirigente socialista. Años depués, el texto tuvo que ser actualizado con un nuevo capítulo: se publicó cuando Sánchez acababa de llegar a La Moncloa con la primera moción de censura que triunfaba en la democracia española y ya había contado con Lozano para difundir la imagen de España en el exterior.