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ENTREVISTA
Eurodiputada de Podemos y ex ministra de Igualdad

Irene Montero: “España necesita una izquierda fuerte, si no, la derecha manda aunque no gobierne”

Irene Montero, en la redacción de elDiario.es, el 18 de noviembre de 2024.

Andrés Gil

19 de noviembre de 2024 22:39 h

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Irene Montero (Madrid, 1988), exministra de Igualdad y eurodiputada de Podemos, acaba de publicar el libro Algo habremos hecho (Navona), en el que hace un repaso de los últimos años de la política española, desde su militancia en la UJCE, la PAH y las Marchas de la Dignidad, hasta el nacimiento de Podemos, el paso por el Gobierno, el relevo de Pablo Iglesias y la ruptura de Unidas Podemos.

¿Y ahora qué? Así se titula el último capítulo de su libro: “Me imagino presentándome a unas primarias. ¿Para qué? Para lo que sea necesario”, responde Montero ante la pregunta sobre una hipotética competición entre ella, Yolanda Díaz y Antonio Maíllo de cara a unas próximas elecciones generales. “España necesita una izquierda fuerte, y si en España no hay una izquierda fuerte, la derecha manda aunque no gobierne”, sostiene la dirigente de Podemos ante el nuevo ciclo político: “La tarea central es poner en pie a la izquierda y hacer que esa izquierda se exprese política y electoralmente. Si asumimos esa tarea, la forma en la que nos reorganicemos va a caer por su propio peso”.

Montero, además de hablar en el libro sobre el tiempo nuevo que se abre ahora, cuenta detalles poco conocidos de la historia política más reciente, como cuando la ministra socialista María Jesús Montero le pidió firmar la reforma pactada con el PP para la reforma de la ley del Sí es Sí.

En su libro relata que, en un momento, María Jesús Montero le dijo: “Firma la reforma para que no acabe aquí tu carrera política”.

Lo viví con mucha rabia. Después de decirle que no iba a firmar esa contrarreforma pactada con el PP porque ponía en riesgo el consentimiento en el centro del Código Penal, llamé llorando a Ione Belarra, mi secretaria general. Fue uno de los momentos de más rabia, porque se estaba consumando una operación política que trataba de golpearme a mí, pero, sobre todo, al Ministerio y al feminismo, y al gran derecho conquistado por las feministas en ese ciclo que era el consentimiento como centro del Código Penal.

En términos políticos, resume bien lo que ha pasado con Podemos en estos años: Podemos es una fuerza que quiere poder para transformar las cosas, y que ha ejercido siempre su autonomía política con los votos da la gente.

Tú tienes una fuerza, y esa fuerza no la subordinamos a los intereses del poder establecido, de la progresía mediática o del Partido Socialista. Y eso es una decisión política que molesta mucho al poder establecido y a un Partido Socialista que está muy acostumbrado a ser la única referencia electoral de los sectores progresistas en España. Y, hasta ahora, siempre que ha surgido algo a su izquierda ha conseguido subordinarlo. Pero con Podemos no ha sido así.

Como me dijo otro hábil negociador del bipartidismo, esta vez del PP: “A vosotros os han hecho todo lo que os han hecho porque no os habéis dejado subordinar”.

La relación con la socialdemocracia, con el PSOE, es un debate político permanente en España, incluso en términos históricos, como lo fue entre la II Internacional y la III Internacional. En España, en los últimos años se había oscilado entre el acuerdo programático, la teoría de las dos orillas, la cooperación...

La cuestión no es la relación de la izquierda con el PSOE, sino la relación de la izquierda con el poder establecido. Porque, en el fondo, el Partido Socialista es funcional al sistema en la medida en que marca el límite por la izquierda de lo posible: más allá del PSOE, parece que nunca es posible hacer nada.

Hay múltiples ejemplos en estos años: la ley de amnistía, la ley trans, el impuesto a las grandes fortunas... Durante mucho tiempo Podemos proponía cosas y, cuando el PSOE decía que no se puede, que Europa no deja o que es inconstitucional, veías a todo un entramado mediático y político que decía: 'Es verdad, no es posible'. Entonces, para el sistema, el Partido Socialista es útil en la medida en que marca el límite de lo posible por la izquierda. Y más allá de eso, es una provocación al sistema, porque altera la voluntad de ese poder establecido.

Y eso es lo que Podemos ha hecho diferente en estos años. Normalmente, la izquierda con representación institucional en España siempre ha terminado, obligada o por voluntad propia, aceptando los límites impuestos por el poder establecido a través del Partido Socialista, subordinándose y, por tanto, entregándole el poder conquistado democráticamente en las urnas.

Trato de explicar que en estos diez años ha sido una constante ese intento del poder establecido y de la progresía mediática por intentar que el Partido Socialista vuelva a ser la única referencia electoral de los sectores progresistas y sustituir la dirección de la izquierda de nuestro espacio político por otra fuerza más cómoda al PSOE.

Al final, eso es malo para España, porque supone ponerle una alfombra roja a la derecha y a la extrema derecha. España necesita una izquierda fuerte y, si en España no hay una izquierda fuerte, la derecha manda aunque no gobierne. Eso es una lección política de estos años. Si la única referencia electoral de la izquierda es el Partido Socialista, el Partido Socialista juega al bipartidismo, a los pactos con el Partido Popular y le entrega poder a la derecha aunque estén gobernando ellos.

Pero la lección de estos años también es esperanzadora, porque hemos demostrado que se puede cooperar y que, sin subordinarse al Partido Socialista y al poder establecido, pueden pasar cosas que son buenas para España, incluso aunque al bipartidismo no le gusten, como la ley trans, el impuesto a las energéticas, a las grandes fortunas, el tope a la energía, la Ley de Vivienda, el Ingreso Mínimo vital, y el propio gobierno de coalición, que es una conquista que hace la izquierda en contra del Partido Socialista y del bipartidismo.

Hablando del Gobierno de coalición, hay un momento en el libro en el que dice que quizá fue una oportunidad perdida no haberlo intentado en la moción de censura de 2018. Sin embargo, también reconoce que gobernar no siempre es tener todo el poder, que hay muchos poderes que no se presentan a las elecciones.

La tarea que nosotras tenemos ahora es que haya una izquierda fuerte en España: si España no tiene una izquierda fuerte, la derecha manda aunque no gobierne. Y, en lo institucional, se trata de tener cuanto más poder, mejor, para que las instituciones sean una herramienta para la transformación, además de las calles, los movimientos sociales, la cultura, los medios de comunicación, las instituciones...

¿Qué cosas hemos aprendido en este camino? Una muy importante es que el poder no se entrega, que es a lo que hacías referencia cuando no solamente dimos nuestros votos en la moción de censura de Pedro Sánchez de 2018, sino que Pablo [Iglesias] se pone a operar políticamente para garantizar que esa moción de censura sale.

Yo creo que políticamente hicimos lo que teníamos que hacer, pero en el momento en el que le entregamos esos votos a un Gobierno del Partido Socialista en solitario, le damos un poder al presidente Sánchez que no tenía solo por él mismo. El PSOE y el presidente Sánchez habían hecho una parte del trabajo, pero sin la mayoría progresista, plurinacional y feminista, eso no hubiese sido posible. De hecho, sin la moción de censura que Podemos hace un año antes, en 2017, recibiendo la burla y la crítica y el cuestionamiento, muchas veces feroz, de la derecha y también de la progresía mediática, la moción de censura que hace el PSOE un año después no habría sido posible.

El poder no se entrega, el poder tienes que ejercerlo junto a otros en la medida en que la ciudadanía te respalda. Y, efectivamente, eso no es incompatible con entender que el gobierno no es el único espacio desde el que se ejerce el poder. En estos años también hemos aprendido que hay jueces que mandan más que un diputado, más que un ministro y a veces más que el presidente del Gobierno. Y lo mismo con jefes de medios de comunicación y empresarios.

Si el poder está distribuido, lo que tenemos que intentar es tener el mayor poder posible en cada ámbito donde se toman las decisiones y, desde luego, tener poder en el Legislativo y en el Ejecutivo, aunque sea compartido. Para mí, el aprendizaje es que el poder no se entrega, el poder se ejerce. Y, cuanto más equilibrado esté o cuanto más poder tengas tú, más posibilidades de transformar tienes.

Esa reflexión sobre entregar el poder también la hace en relación a cuando Yolanda Díaz accede a la vicepresidencia que deja Pablo Iglesias, un traspaso de liderazgos que define como "el mayor error político de Podemos".

Es más doloroso, quizá porque en realidad compartíamos el mismo espacio. Pero sí, es la misma reflexión, porque ejercer el poder es una tarea mucho más difícil de lo que parece. Cuando muchas veces nos preguntaban: 'Pero ustedes, ¿por qué tienen problemas si tienen programas electorales muy parecidos?' Pues mira, en el programa electoral del Partido Socialista y en el de Unidas Podemos iba el derecho a la libre determinación de la identidad de género, pero cuando luego toca ejercer el poder para hacer lo que dice el programa, el Partido Socialista desató una batalla feroz en contra del derecho a la libre determinación de la identidad de género y de los derechos de las personas trans.

El reto ahora es que, si la izquierda está fuerte, lo que ha pasado en este ciclo puede estabilizarse en lugar de ser una anécdota exótica, que es lo que quiere buena parte de la progresía y del poder establecido para así poder decir: 'Fíjate que años locos aquellos en los que incluso unas de Podemos llegaron a gobernar y hacer tres leyes en un año desde el Ministerio de Igualdad'.

En ese momento, en 2021, esto era de lo que hablábamos cada día. Estábamos demostrando que, con mucho esfuerzo, pagando un precio mediático muy importante, siendo muy criticadas y muy cuestionadas, al final conseguíamos que pasasen cosas que el PSOE inicialmente no quería. Y que si conseguíamos ampliar el espacio electoral y tener más poder, conseguiríamos ir más rápido y que esas transformaciones no fueran tan cuestionadas.

En la medida en que eso no se ha cumplido y el espacio electoral no se ha hecho más grande sino más pequeño, y tampoco hay más poder para transformar, sino que se ha entregado todo el poder al Partido Socialista y ahora hay un gobierno en el que solo manda el PSOE, entregarle ese liderazgo a Yolanda Díaz ha sido un error político.

En el libro relata momentos complicados, como cuando, en el 5º aniversario de Podemos, en enero de 2019, Íñigo Errejón anuncia que se va para crear otro partido, Más Madrid, con Manuela Carmena y otros dirigentes, y explica que tanto usted como Iglesias se plantearon dejarlo. También recuerda cuando Iglesias da un paso al lado por el veto de Sánchez, en junio de 2019; y cuando lo deja en mayo de 2021. De ese momento explica que él ya no podía más.

Mi conclusión es esperanzadora, pero no ingenua: las cosas se pueden cambiar porque, además, dejarlas como están es dejarlas profundamente injustas, crueles, desiguales, machistas. Y eso significa sufrimiento para millones de personas. Podemos cambiarlas, tenemos derecho a intentarlo y tenemos que hacerlo porque se puede, a pesar de todas las dificultades y pagando un alto coste político y personal. En el plano más personal, la violencia política se hace humanamente insoportable.

En los momentos clave de la toma de decisiones, Podemos siempre se ha jugado mantener la autonomía, y ha sido cuando se han posibilitado los grandes avances, como cuando el PSOE nos hablaba de un gobierno de cooperación o de un gobierno con independientes, y nosotras defendíamos el gobierno de coalición, mientras en nuestro propio espacio se abrían vías paralelas de negociación con el PSOE para intentar quebrar la posición autónoma de Podemos.

Eso es humanamente doloroso, insoportable. Y solamente se puede superar siendo un equipo. Por eso soy muy defensora de la organización política, del partido, del movimiento social, del sindicato... Tienes que hacer política con otras personas para que, cuando tú estás en el suelo, otra persona te tienda la mano.

Además, hemos construido un espacio de seguridad y de intimidad que tiene una especie de puerta blindada respecto a todo lo demás, que tiene que ver con la familia, con las amistades más cercanas, y que es un espacio de seguridad donde no hemos permitido que entre otra cosa diferente a la vida y a la belleza.

Y por eso también es muy doloroso que dejes pasar a ese espacio de máxima confianza, que es tan importante para sobrevivir en los momentos más difíciles, a gente que no lo ha querido cuidar. Pero, al final, es evidente que merece la pena, y ese es uno de los motivos principales para escribir el libro: ahora mismo en la gente de izquierdas, después de un ciclo en el que hemos demostrado que se puede hacer lo que nos decían siempre que era imposible, hay cansancio y resignación.

Pero el aprendizaje del ciclo es el contrario, hay que conjurarse contra ese malmenorismo que es una alfombra roja a la derecha, y también contra esa resignación o ese cansancio. Por eso también creo que nosotras tenemos que hacer crecer la esperanza, la convicción íntima y profunda de que las cosas se pueden cambiar: este libro muestra que muchas cosas que nos decían que era imposible, las vamos consiguiendo, y eso tiene que llevarnos a querer ir aún más lejos.

En el capítulo final del libro expone las tareas por venir. Y dice que “toca hacer crecer las fuerzas del cambio”. ¿Cómo cree que debe hacerse, en un espacio que llegó a 6 millones de votos y ahora está en torno al 10%?

Yo creo que esa gente existe en España y se expresa de una forma muy contundente cuando menos se le espera: después de un año de ofensiva brutal contra el derecho a la libertad sexual y contra la ley del solo sí es sí, Rubiales le da un beso no consentido a Jenni Hermoso y el movimiento feminista consigue ser el centro de la conversación pública en España y en el mundo, diciendo que un beso no consentido es una forma de violencia de las más naturalizadas.

La gente feminista, la gente que quiere justicia social, la gente que quiere que los ricos paguen lo que les corresponde, la gente que sabe que este sistema no funciona y que necesitamos salir de esta gran crisis, de este gran régimen de guerra, de genocidio, de austeridad, y que tenemos que salir con más Estado, con más refuerzo de los servicios públicos, con más democracia, con más participación, con más feminismo, con cuidado del planeta... Esa gente es mucha y existe.

Por eso también es difícil tumbar el proceso político, aunque tengamos unos adversarios mucho más poderosos o con muchos más resortes de poder. Esa gente existe. Lo que toca es que tenga ganas de expresarse electoralmente.

Por eso, muchas veces decimos, cuando nos plantean el debate sobre la unidad de la izquierda, que la tarea es política: diferentes métodos de organización pueden dar lugar a un mismo resultado, y un mismo método en diferentes contextos puede hacer que el resultado político sea muy diferente.

La tarea es política, la izquierda se tiene que poner en pie, tiene que estar orgullosa de ser izquierda, de defender la justicia social, el feminismo, la lucha contra la emergencia climática y no pensar que el mal menor es la única opción posible. Al contrario, dándose cuenta de que el malmenorismo es la alfombra roja a la derecha y la extrema derecha, a los proyectos autoritarios: a los fascistas se les para avanzando en derechos más rápido y de forma más contundente.

Si esa tarea política existe y se da, si la gente de izquierdas se pone en pie y se expresa política y electoralmente, las formas de organización, el método va a fluir, va a darse. No digo que vaya a darse por ciencia infusa, pero se va a dar para ser útil a ese objetivo político. Y esa es la tarea que tenemos, porque si la izquierda no está fuerte, va a mandar la derecha, incluso aunque no gobierne y aunque no le den los números para gobernar, que es lo que estamos viendo ahora.

En el libro comenta que hay que “construir y cuidar alianzas entre las fuerzas progresistas, democráticas, feministas, plurinacionales”. ¿Tal y como está la situación, de heridas abiertas, de dolores, es posible volver a entenderse con Sumar o con Izquierda Unida, los comunes, más Madrid...?

Cuando hablo de que España necesita una dirección de Estado feminista, progresista y plurinacional, pongo en valor algunas de las mejores experiencias de coordinación y cooperación política de estos años, como la de Bildu, Esquerra Republicana y Podemos, que nunca nos hemos presentado juntos a unas elecciones y hemos tenido una dinámica de colaboración estable que ha hecho posible todos los avances en derechos del gobierno de coalición de la pasada legislatura.

Nunca ha habido un planteamiento de necesidad de ir juntos a unas elecciones, pero es un método de organización entre diferentes fuerzas que ha sido útil y que ha tenido unos resultados nunca vistos para la izquierda en España desde la Segunda República.

Es decir, desde hace más de 80 años, la izquierda en España no ha tenido tanto poder como ahora, y eso ha sido posible gracias a una alianza y una cooperación estable entre fuerzas políticas diferentes, progresistas, feministas, plurinacionales, que lo han hecho posible. Yo creo que esa dirección de Estado se tiene que mantener.

También se tiene que estabilizar una dinámica de cooperación y no de subordinación entre la izquierda y el PSOE. Esa es, de hecho, la tarea más importante.

Mientras el Partido Socialista y la progresía mediática que le acompaña quieran mantener los objetivos de que el PSOE sea la única opción electoral de los sectores progresistas y el de la subordinación de la izquierda, le van a poner una alfombra roja a la derecha y la extrema derecha.

Ellos también tienen tareas para el futuro que viene y aprendizajes que sacar de este ciclo: la izquierda y el PSOE tenemos que cooperar para hacer posible esa dirección de Estado que haga transformaciones.

Con respecto a nuestro espacio político, la tarea central es poner en pie a la izquierda y hacer que esa izquierda se exprese política y electoralmente. Si asumimos esa tarea, la forma en la que nos reorganicemos va a caer por su propio peso.

En dos años habrá elecciones en Andalucía y Castilla y León, luego vendrán municipales y autonómicas, al margen de las generales, que tienen un sistema electoral que incentiva el acuerdo.

Premia al grande, digamos.

¿Repetirán las coaliciones en los ayuntamientos y comunidades del proceso anterior? ¿Qué va a pasar?

Si tenemos un objetivo político compartido, si compartimos que la izquierda tiene que estar fuerte y tiene que expresarse electoralmente pero no solo electoralmente, también en las calles, en los movimientos sociales, y habiendo aprendido que las instituciones son un espacio y una herramienta que, si se pone al servicio de las transformaciones, son bastante útiles, la forma en la que nos organicemos va a caer por su propio peso.

Y por la experiencia de estos últimos diez años, nada le gusta más a nuestros adversarios políticos que pasarnos todo el día hablando de nosotras mismas. Por eso, cuando me preguntas por la unidad de la izquierda, te respondo muy conscientemente por la tarea es política. No es porque quiera evitar ese debate, sino porque si el objetivo político está claro, lo demás va a caer por su propio peso. El objetivo político es demasiado poderoso, eso es lo importante y lo que resitúa la emoción de la gente que quiere que las cosas sigan cambiando.

¿Y se ve encabezando ese proyecto?

De lo que tengo es ganas de que vayamos aún más lejos. Después de este ciclo ha habido una interpelación a la gente que quiere transformar, se le dice que se ha ido demasiado lejos. Se podría resumir así: 'El feminismo molesta a mis amigos de 40 y 50 años, no vayáis tan lejos, más despacito, que si no viene la extrema derecha'.

Yo creo que la gente se merece responder a ese planteamiento malmenorista diciendo: no, perdona, no solamente no hemos ido demasiado lejos, es que esto no ha hecho más que empezar, tenemos que ir mucho más lejos porque a las mujeres nos va la vida en ello, y el planeta necesita con urgencia que actuemos contra la emergencia climática.

Tenemos que ir aún más lejos. Yo tengo ganas de que vayamos aún más lejos. ¿Desde dónde puedo aportar a eso? Pues ya he demostrado que desde donde sea más útil, y donde quieran la militancia y los inscritos e inscritas de mi partido, y donde me pida Ione, que es mi secretaria general. Desde donde sea más útil, estoy comprometida con que juntas vayamos aún más lejos. Creo que eso es lo que toca, y tengo toda la esperanza porque he comprobado con mis propios ojos que se puede.

Ha sido candidata al Congreso, a las europeas, ha sido ministra... ¿Ir más lejos significa ser número uno en las generales?

Más lejos no para mí, sino que seamos capaces juntas de llegar más lejos. Y yo aportaré desde donde sea más útil. Más lejos tenemos que llegar juntas, se trata de que juntas consigamos poder suficiente para transformar aún más.

¿Se imagina unas primarias entre Antonio Maíllo, Yolanda Díaz e Irene Montero?

Cualquier cosa que he hecho, siempre, ha sido por primarias. Así que, sí, me imagino presentándome a unas primarias. ¿Para qué? Para lo que sea necesario, pero junto a otras compañeras: nunca se consigue nada importante sola, y muchas veces tampoco a la primera; las cosas importantes siempre son en equipo. Entonces, sí, en equipo y en el lugar que sea necesario. Pero en primarias.

En el libro hay otro momento en el que dice que el PSOE “debería hacerse cargo del resultado de las operaciones políticas que ha favorecido en estos años para sustituir a Podemos”. ¿Qué quiere decir con eso?

Todo lo que ha ocurrido en el espacio de las izquierdas en España no puede entenderse sin una voluntad política del poder establecido, de una forma particularmente insistente por parte de la progresía mediática y política, incluido al PSOE, de acabar con la izquierda y volver a poner al PSOE como única referencia electoral.

Todas esas operaciones políticas, como el apoyo de la progresía mediática a [Íñigo] Errejón y al errejonismo, la criminalización de la figura de Pablo y la construcción de una imagen que incluso ponía en riesgo los propios intereses de Gobierno del Partido Socialista, la insistencia en sustituir a la dirección política de nuestro espacio por otra más cómoda para el PSOE para que el PSOE recupere la centralidad como referencia electoral de los sectores progresistas, no es buena para España.

Muchas veces el PSOE intenta decir: 'Bueno, nosotros estamos aquí, que la izquierda arregle lo suyo'. Pero si lo que queremos es que España tenga una dirección de transformación progresista, feminista, plurinacional, tú también tienes tarea. Y si tú has forzado algunas partes del proceso político de estos años, los restos de esas operaciones políticas que tú has llevado a cabo, tienes que hacerte cargo de ellas para que la izquierda pueda dedicarse también a su tarea, que es que la izquierda se exprese, no resolver problemas internos que al PSOE o a la progresía o al poder establecido le interesan mucho.

Hay un momento, en Vistalegre II [febrero de 2017], en el que se ve con mucha claridad. Nosotros teníamos en Podemos un problema interno por actores externos. Los bloques de poder existían, estaban ahí, pero el propio presidente Sánchez se lo explica a Jordi Évole en una entrevista cuando lo cesan, cuando dice que los problemas existían, pero que lo que hizo el grupo PRISA fue agrandarlos, magnificarlos, y hablaba del PSOE.

Bueno, pues si le damos credibilidad a que el presidente lo explique para el PSOE, ¿por qué pensar que no lo han hecho igual con nosotras y que en realidad que Podemos tuviese una gran crisis interna justo en ese momento era muy útil a los intereses del poder establecido? Porque nosotras ya estábamos planteando la necesidad de un gobierno progresista. Entonces, la crisis interna de Podemos era funcional al poder establecido, y por eso se dedicaron a apoyar a quien les estaba mandando todas las señales y estaba deseoso de que le apoyasen y estaba diciendo: 'Oye, yo estoy dispuesto a subordinarme, yo estoy dispuesto a ser más amable'.

Y cuando ves los titulares, uno tras otro, pieza tras pieza, mensaje tras mensaje, se ve muy evidente: lo que tenemos que aprender para no repetir esos mismos errores es que, al final, lo que consigue uno en política es lo que hace, y el errejonismo, como forma de hacer política en España, no ha aportado nada que no pudiese haber hecho el PSOE, salvo ser más funcional que el PSOE para intentar destruir a Podemos. Es muy doloroso, pero es así, y tenemos que aprender de ello, porque al final lo que se pone en riesgo son las transformaciones en España.

Si no hay una izquierda que ejerza su autonomía política y lo que existe es una izquierda débil o que se subordina al Partido Socialista, manda la derecha aunque no gobierne: se vuelve a la dinámica bipartidista y se estrechan las posibilidades de avanzar en derechos desde las instituciones.

Vistalegre II se cierra con un acuerdo político por el cual Errejón iba a ser el candidato para la Comunidad de Madrid y, de hecho, pasa por un proceso de primarias antes de dejar el partido. ¿También considera a Errejón un error político?

Me quiero circunscribir a la realidad política, porque para mucha de nuestra militancia durante mucho tiempo Errejón y el errejonismo eran parte de lo que significaba Podemos. Y para mucha gente ha sido muy doloroso el proceso, muy cruel.

Sergio Pascual, el que fue secretario de Organización al principio en Podemos y al cual guardo un enorme respeto y cariño, explica en su libro cómo el errejonismo existe como bloque de poder en Podemos desde antes de las elecciones europeas. Y es una forma de hacer política que, si se mira en sus efectos, no ha hecho nada que no hubiese podido hacer el Partido Socialista, además de que se ha dejado siempre utilizar, a veces con mucho gusto, para atacar a Podemos, es decir, para debilitar la posición de una izquierda autónoma y con la voluntad firme de transformar, aunque implicase pagar un enorme precio político.

No sé si fuimos ingenuos durante mucho tiempo. No lo creo. Supimos muy pronto lo que significaban Errejón y el errejonismo. Pero creo que, sobre todo, la lección que hay que sacar es que no lo volvamos a repetir. Quien quiera hacer política, quien quiera hacer muchos discursos de izquierdas pero, cada cuatro años, cuando toque votar, votar al PSOE, ya tiene un partido, que es el Partido Socialista. Y es legítimo.

Necesitamos honestidad: ya hay un partido en España que se pone en el lema que es de izquierdas y que son zurdos, pero luego pactan el Consejo General del Poder Judicial con el Partido Popular y le entregan el poder a los sectores más reaccionarios del Poder Judicial, que lo que hacen es que, cuando les das la mano, te cogen el brazo y van a por la familia del presidente.

Para eso ya existe un partido. Igual que es necesario el Partido Socialista, es necesaria una referencia electoral de la izquierda y tiene que ser fuerte para ocuparse de la tarea de estabilizar esa mayoría progresista, plurinacional, feminista que hace posibles las transformaciones y en la que está dentro del PSOE.

Recientemente, ha estallado el caso Errejón por denuncias de acoso sexual, un asunto que incluso se está judicializando. ¿Cree que podría saltar un caso similar en Podemos?

Yo creo que el feminismo lo está cambiando todo y que el machismo está presente en toda la sociedad y en todas sus instituciones. Lo que sí tengo muy claro es que Podemos, cada vez que ha tenido que hacerlo, ha actuado, a veces incluso a costa de ser cuestionados por ello. Y estoy pensando en el caso más conocido, que es el de José Manuel Calvente.

Una trabajadora de Podemos, una compañera, denunció una situación de acoso sexual en el trabajo y nosotras acompañamos a esa compañera no solamente desde que dio su testimonio, sino también en el proceso de la denuncia. Y fue el sistema de justicia español el que le dio la razón a Calvente y no a esta compañera.

Ahí lo importante es actuar siempre. Las víctimas, las mujeres víctimas, son lo primero, hay que ser capaces de protegerlas y de legitimarlas y hacer todo lo que esté en nuestra mano para que la organización sea un espacio seguro y libre de violencias.

Éste es el caso más conocido, pero siempre que ha habido que hacerlo, lo hemos hecho.

En el libro recoge un par de veces la reflexión de Antonio Gramsci sobre el mundo viejo que no acaba de morir mientras el mundo nuevo no acaba de nacer. Y luego él sigue diciendo que, en ese proceso, hay claroscuros en los que salen los monstruos...

Probablemente no puede haber transformación sin monstruos. Esa es una lección muy dolorosa de este tiempo político. Siempre que ha habido procesos de transformación se ha hecho un análisis desde la izquierda que tiene que ver con la cooptación de los cuadros, personas que empiezan en el camino de la transformación y que, ante las dificultades, en lugar de seguir afrontándolas juntas, se pasan al otro lado.

Gobernar es ponerte a gobernar para transformar, porque para gobernar gestionando intereses ya están el Partido Socialista y el Partido Popular. No hay uno, hay dos. El bipartidismo es eso, es gobernar para preservar los intereses de los de arriba, haciendo que los de abajo estén tranquilos. Gobernar para transformar no se puede hacer sin pagar un precio alto, no ha habido ninguna conquista de derechos, ni la jornada de ocho horas, ni el derecho al voto... Sin incomodar no hay transformaciones. Hay que organizarse y hay que estar preparadas si queremos transformar para hacer frente a esos monstruos, a ese coste político, a esa violencia política, a que haya compañeros y compañeras que se rindan por el camino y que te digan que van a llegar y que luego no llegan porque es muy incómodo a veces y es humanamente insoportable vivir así.

Si queremos hacer política para transformar hay que aceptar que Gramsci tenía un poco de razón. Y cuando lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer, pues aparece lo nuevo junto a los monstruos.

Vídeo: Nando Ochando y Javier Cáceres

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