Alguien lo vio venir. Hace meses, mientras Pedro Sánchez y Yolanda Díaz presentaban el acuerdo programático entre el PSOE y Sumar, un exdirigente que lleva décadas cerca de líderes de izquierdas decía: “El divorcio entre Sumar y Podemos será un drama. La foto de hoy de Sánchez y Díaz es feliz, sin duda, pero a la vuelta de la esquina están unas elecciones gallegas en las que te puedes quedar fuera; y luego vendrán unas vascas en las que tampoco te irá bien, para acabar en unas europeas en las que habrá dos listas [con la de Podemos encabezada por Irene Montero]. ¿Cómo será entonces la foto? Y apenas habrán pasado ocho meses”. ¿Y qué pasará a partir de entonces?
De momento, en la primera cita ha ocurrido lo siguiente: un 1,9% para Sumar; un 0,26% para Podemos, y el PSOE, el aliado en el Gobierno de España, pierde cinco diputados de los 14 que tenía. En síntesis: el Gobierno de coalición entre PSOE y Sumar tiene nueve escaños en Galicia de 75 posibles, todos ellos del PSOE.
Es cierto que Sumar se presentaba en Galicia por primera vez, que ha ido sin Podemos, que está naciendo, que no tiene estructura territorial propia y que la marca anterior del espacio político a la izquierda del PSOE, Galicia En Común, en 2020 ya se había quedado fuera del Parlamento gallego, con el 3,9% de los votos. En aquella ocasión, además, el espacio político pasaba de ser segunda fuerza, con 14 escaños en 2016 como En Marea, a ser extraparlamentaria.
En realidad, la izquierda a la izquierda del PSOE había sido históricamente extraparlamentaria en la comunidad. La entonces concejal de Ferrol Yolanda Díaz se presentó en 2005 y 2009 como candidata de IU en Galicia y no se superó el 1% de los votos. Hasta que llegó el 15M, la crisis griega, la troika y una ola europea que prendió electoralmente primero en Galicia gracias a un acuerdo histórico entre la parte escindida del BNG encabezada por el líder histórico Xosé Manuel Beiras, Anova, y la IU gallega de Díaz y Equo. Aquel experimento que conectaba con el momento histórico hizo que AGE (Alternativa Galega de Esquerdas) irrumpiera en el Parlamento gallego con 9 escaños, con Beiras y Díaz a la cabeza. Y con Pablo Iglesias, posterior secretario general de Podemos, como asesor en la campaña.
Aquella AGE fue el principio de una ola de confluencias municipalistas que brotaron en las elecciones de 2014 y se tradujeron en ayuntamientos del cambio por toda España –desde A Coruña a Cádiz, pasando por Zaragoza, Barcelona, Madrid y Santiago de Compostela o Ferrol–, pero también en el surgimiento de un espacio político donde hasta ese momento parecía que no había mucho sitio más allá de los partidos tradicionales y preexistentes, y que se tradujo en Podemos y las confluencias –gallegas, catalanas y valencianas–. En total, cinco millones de votos el 20D de 2015, más el millón de la IU de Alberto Garzón. En definitiva, 6 millones de votos, que se tradujeron en 5 diputados gallegos en el Congreso y una senadora.
Han pasado poco más de ocho años desde entonces, diversas repeticiones electorales, varias convocatorias en Galicia y el segundo Gobierno de coalición de la restauración democrática. Y se ha pasado de un espacio electoral que recogía el voto que antes se expresaba en realidades nacionales, a que esas realidades nacionales estén creciendo a costa de ese espacio electoral estatal, en particular en las elecciones autonómicas. Se ha pasado de un BNG con seis escaños en 2016 a 25; de una En Marea de 14 escaños en 2016, a ninguno en 2020 y 2024.
Las fuentes consultadas hablan de muchas razones, desde la implantación territorial del BNG hasta la perseverancia en un proyecto político con un liderazgo constante de Ana Pontón, a diferencia de lo que ha ocurrido en el PSOE o el espacio a su izquierda. “Hacer una lectura estatal de estas elecciones es un error”, decía la dirigente nacionalista este lunes en la Cadena SER. Y es cierto que la mayoría absoluta del PP en 2020 en Galicia llegó poco después del Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos; y que el éxito del BNG es incompatible con pensar que la amnistía al 1-O haya penalizado el pasado domingo al PSOE y a Sumar.
Pero Galicia es sólo el primer hito electoral de este año. En un par de meses se puede entrar en la campaña electoral vasca, en la que EH Bildu no es que aspire a un papel semejante al del BNG, partido aliado en elecciones europeas, sino que aspira a poder gobernar si hay 'sorpasso' al PNV. Y, por el camino, está por ver si el PSE-EE, que cogobierna con el PNV, sufre un desgaste semejante al del PSdeG, y hasta qué punto EH Bildu puede canibalizar a Sumar y a Elkarrekin Podemos. El precedente gallego no es halagüeño: ni en cuanto a ir en dos listas electorales ni en cuanto al resultado de cada una de ellas. Es verdad que en Euskadi Elkarrekin Podemos tiene representación en el Parlamento vasco, y que la ley electoral fija el corte en el 3%, no en el 5% como Galicia. Pero, aun así, la analogía no aventura un éxito electoral para la izquierda estatal en Euskadi.
Y, previsiblemente, en cuanto se haya terminado de formar Gobierno en Euskadi, se entrará de lleno en la campaña electoral de las elecciones europeas, en las que ya no funcionará el argumento de que quien gana las elecciones es quien puede formar Gobierno, cosa que sirve para el Gobierno central y autonomías y ayuntamientos. El próximo 9 de junio el partido más votado será el que se proclame vencedor, y todo apunta a que será el PP, que además hace cinco años sacó un resultado magro (13 escaños y 20%).
En esta ocasión, se reparten más eurodiputados –61 en lugar de los 54 de 2019–, las encuestas y las últimas convocatorias electorales dan al PP como primer partido estatal, y la desaparición de Ciudadanos y el desinfle de Vox juegan a favor del PP de Alberto Núñez Feijóo, quien este domingo esquivó el juicio sumarísimo que habría sufrido de haber habido cambio en Galicia.
Y mientras el propio Feijóo presume con sus socios alemanes de la CDU-CSU de que el PP puede convertirse en el principal partido conservador en el próximo Parlamento Europeo, cosa que está por ver, lo cierto es que el PSOE va a tener difícil repetir los resultados de 2019 –primer partido con el 32,9%–, y está la incógnita de cómo quedará su socio de Gobierno, Sumar, y Podemos.
Unidas Podemos, entonces, logró un 10% y seis eurodiputados; si bien en las generales de abril y noviembre de 2019 se acercó al 13%. Sumar el pasado 23J logró un 12,3%, y las preguntas son: ¿Cuánto logrará ese espacio político el 9 de junio en dos listas? ¿Cuánto Sumar? ¿Cuánto Podemos?
La izquierda logró mantener el Gobierno el 23J gracias a un acuerdo con los siete diputados de Junts, tras un resultado electoral fruto del miedo que generaba en los votantes la idea de tener a Santiago Abascal como vicepresidente del Gobierno, miedo alimentado por los acuerdos de PP y Vox en todas las comunidades y ayuntamientos posibles.
Pero, ¿qué hay por debajo? De momento, la izquierda se ha llevado un revolcón en Galicia. Y puede no ser el último del año, salvo que cambie radicalmente el curso de los acontecimientos en las elecciones vascas y las europeas. Y aún está por saber si habrá adelanto electoral en Catalunya o en el Estado, si no se desbloquea el desacuerdo entre el PSOE y Junts con la amnistía, condición de posibilidad para que prospere la legislatura.